Anticatastrofismo tardío

Escribe Emiliano Monge

Tiempo de lectura: 6 minutos

Pablo Giachello desarrolla, bajo el pretencioso título “Teoría del derrumbe y estrategia política”, un nuevo dislate político.

La estrategia contrarrevolucionaria en un cuerpo senil

Para Giachello el concepto vertido por Trotsky en “Una escuela de estrategia revolucionaria” (1921) sería la “unidad dialéctica entre el ingreso del capitalismo a su fase de declinación histórica y de crisis recurrentes cada vez más profundas, por un lado, y el perfeccionamiento, por el otro, de las aptitudes de la burguesía para articular una clara y premeditada estrategia contrarrevolucionaria”. Clarísimo – la decadencia del capitalismo quiebra la larga iniciativa histórica de la burguesía, unos cuatro siglos, y la fuerza a apelar al último recurso, una estrategia contrarrevolucionaria. Puede tomar la forma del fascismo o del frente popular. Supone la barbarie y las guerras mundiales. La democracia constitucional ha perdido su base y por lo tanto su potencia histórica. La conclusión de Giachello es diferente; sin imaginar que incurre en una falacia, dice que cuando mayor es la crisis y el impasse del capitalismo, más se fortalece, la burguesía, o sea su 'aptitud' para lidiar con situaciones revolucionarias. Giachello parece disfrutar de este enfoque derrotista, porque lo refuerza en la convicción de que lo principal son las elecciones del año que viene. Le hace decir a Trotsky más de lo que este se propuso, por eso no señala que, al mismo tiempo que la burguesía llega al 'refuerzo de sus aptitudes', a través de crisis de regímenes políticos, de confrontación política entre los partidos y fuerzas políticas en presencia, y situaciones revolucionarias. Un partido revolucionario que se encierre en sí mismo ante la aptitud perfeccionada de la burguesía, en lugar de intervenir ante el derrumbe político que la precede y que solo obtiene, incluso, luego de derrotas de la clase obrera; ese partido cae en el auto-liquidacionismo. Es lo que el aparato hace con el Partido Obrero a través de una purga masiva de sus mejores cuadros.

Giachello separa la economía y la política, la crisis y el Estado, y plantea: puede haber crisis económicas, pero la burguesía sigue dominando de la misma manera… “. En lugar de investigar la conexión entre las crisis 'económicas' y las políticas, o sea el movimiento de la crisis, Giachello pone sus mejores esfuerzos en lo contrario – en constatar que la burguesía sale siempre bien parada. Un partido revolucionario no podría triunfar nunca, sin embargo, sin grandes conmociones sociales, pero en lugar de destacar como estas conmociones progresan de más en más, y aportar una política para dar a ellas una salida revolucionaria, Giachello abre el paraguas: ojo con la 'aptitud' de la burguesía. Giachello apela para esto a un truco burgués, 'la economía', o sea las oscilaciones del PBI, cuando habría debido estudiar las contradicciones del capital, que conectan todas sus determinaciones de valorización, por sobre todo las políticas. Los rescates del capital que ejecutan los Tesoros y los bancos centrales, unifican cada vez más las contradicciones capitalistas en una totalidad política. Giachello quiere convertir a Trotsky en un teórico de la estabilidad capitalista. ¿Qué queda entonces de la sentencia del programa de transición, que asegura que “las leyes de la historia son mas fuertes que los aparatos” - ni qué decir de la 'aptitudes'? Una estrategia necesita de un cuerpo adecuado para llevarla adelante y de los instrumentos que le corresponden. La estrategia de la burguesía no se desarrolla en un cuerpo joven, sino en un cuerpo senil, y sus instrumentos no se reducen a la astucia, son la represión y la guerra. La burguesía ha perpetrado un ataque salvaje al clima y desatados una época de pandemias, o sea que ha llevado las condiciones de su reproducción al punto explosivo más alto.

Crisis de dirección revolucionaria o estrategia de la burguesía

Una de las diferencias más evidentes entre el Manifiesto Comunista, el programa de la Segunda Internacional, el de la Tercera y el de la IV Internacional, es que en este último, el programa de transición, plantea “la crisis de la humanidad”, que es mucho más que la 'crisis económica' de Giachello. Dice incluso que la burguesía “marcha con los ojos vendados hacia el abismo” - muy lejos de lo que Giachello atribuye a Trotsky. Hace un planteo crucial: “la crisis de la humanidad es la crisis de su dirección revolucionaria”, o sea de la dirección internacional que emergió de la Revolución de Octubre (no de las traiciones de Gerardo Martínez). O sea que la crisis de la humanidad está ligada a la crisis de naturaleza política de la única clase que está en condiciones de ejercer una iniciativa histórica. El discurso sobre “Estrategia….”, citado, lo pronunció Trotsky como jefe de la Internacional; en 1938 saca todas las conclusiones de su degeneración. Para Trotsky el impasse mundial no obedece a una u otra estrategia de la burguesía sino a la crisis de la dirección revolucionaria.

Giachello por ejemplo, toma el caso de Ecuador. Busca ilustrar el derrotismo. En poco tiempo más se va a arrepentir de haberlo tomado de modelo; la catástrofe ecuatoriana no ha concluido. ¿Y si fue un “ensayo general”? En Chile muchos pensaron que la pandemia había puesto fin a la rebelión, para verla resurgir en medio de contagios y fallecimientos crecientes. El agorero Giachello transcribe la desmoralización y derrotismo del aparato al que pertenece. Giachello invoca la necesidad de un partido bolchevique para el triunfo de las masas; pero, por un lado lo hace en forma abstracta, y por el otro 'a la Zinoviev'. Un partido con el programa del FIT-U que propone el rescate de la clase media capitalista mediante créditos baratos del Estado, no es bolchevique, menos cuando ampara a los 'Coquis' en Chaco o vota el delito de opinión promovido por el sionismo, Trump y los FF. Zinoviev también dio los primeros pasos para aparatear a la Internacional, alegando que la revolución dependía del monolitismo del aparato. La purga realizada en el PO cierra el círculo entero de la política de adaptación democratizante del aparato. Lo fundamental es lo siguiente: asistimos a una tendencia a la rebelión popular en todo el mundo, con EEUU en primer lugar. Ante esto, Giachello dice: catastrofismo económico al palo; político, ni en sueños.

Una escuela de estrategia revolucionaria

Giachello toma un discurso de Trotsky en el marco del III Congreso de la IC (1921), en donde plantea –como vimos– que “el florecimiento de su estrategia de clase cuando es más inmediatamente amenazada por su ruina social”. El oficialismo del PO traduce esto como capacidad de iniciativa estratégica. Pero como oportunamente le respondió Savas Matsas: “Al contrario, la clase dominante tiene que desarrollar el florecimiento de su estrategia contrarrevolucionaria cuando se da cuenta que ha perdido esa iniciativa estratégica. Tomemos el ejemplo clásico de la historia, precisamente la misma experiencia que Trotsky tiene frente a él en 1921: la irrupción y victoria de la revolución socialista de octubre en 1917, los “Diez días que conmovieron al mundo” y la ola revolucionaria que siguió rápidamente, engullendo a toda Europa desde Hungría, Bavaria y Alemania hasta los astilleros de Escocia y más allá, en casi todos los continentes llegó como un terrible shock para todos los gobernantes imperialistas y burgueses. Estaban viendo perder su control sobre la sociedad perder su monopolio de clase para tomar “iniciativas estratégicas” en un escenario mundial desgarrado por la Primera Guerra mundial” (https://politicaobrera.com/internacionales/170-la-continuidad-historica-de-la-lucha-por-la-refundacion-de-la-cuarta-internacional).

El III Congreso había procesado una dura lucha contra el ultraizquierdismo y el propio partido tenía una oposición izquierdista que planteaba la perspectiva de la “ofensiva permanente” del proletariado. Cualquier clase que lance una ofensiva permanente fuera de todo tiempo y espacio, está condenada al fracaso. De la misma manera, la estrategia contrarrevolucionaria de la burguesía, no implica ofensivas permanentes, ni iniciativas permanentes.

Para el oficialismo del PO como para el PTS, el “catastrofismo” sería “mecanicista”, porque plantea que la crisis capitalista determina el proceso social como totalidad, esto es, en la relación de los diferentes elementos de la “unidad diferenciada”, entre política y economía. Para el oficialismo y el PTS las crisis serían “episodios”, procesos cíclicos o “crisis orgánicas”, la crisis capitalista se reduciría a un objeto que no expresa la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones sociales de producción, sino índices económicos.

Los miembros de la dirección del PO son aquellos que vieron una crisis de poder, en 2016, cuando en una manifestación un sector de la burocracia hizo caer la tarima que había armado otro sector de ella. Pero la rechazaron en 2018, cuando el gobierno de Macri se balanceaba en el caos en Olivos, por televisión directa, un domingo. Cuando había que decirle a las masas que se abría una crisis de poder, que hoy mismo alcanza un alto nivel, para que la claridad refuerce sus luchas, invirtieron la fórmula: si no luchan, escamoteemos lo que ocurre. Desconocían un proceso de movilización, rebelión educativa, tomas de fábricas, 2x1, paros generales, huelga docente. Seguían “índices” y no un análisis de la totalidad.

Trotsky enseñaba que la intervención sistemática (o sea, que nazca de una caracterización adecuada) es irremplazable para construir una fuerza política y social capaz de derrocar a la burguesía. Lo que tenemos de Giachello es pasividad política, adaptación a la burguesía en votaciones y quórums parlamentarios, derrotismo.

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