Escribe Centro Socialista Internacional "Christian Rakovsky”
Declaración del Centro socialista internacional “Christian Rakovsky”.
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Inmediatamente, se hizo claro que existía una erosión de los lazos entre el proletariado industrial de Bielorrusia con el régimen capitalista burocrático y paternalista, donde vastos sectores de la economía permanecieron bajo el control estatal, permitiendo hasta recientemente concesiones a los obreros que no fueron más posible mantener.
Para encontrar una salida de una economía aislada que se estaba sumergiendo en un prolongado estancamiento, el régimen de Lukashenko realizó más aperturas hacia la UE, así como a sectores locales de la economía de mercado mediante la introducción de medidas contra la clase obrera. Estableció un llamado “impuesto al desempleo”, revelando el desempleo oficialmente oculto pero creciente y haciendo concesiones al sector privado. El nuevo sistema de contratos de empleo despoja a los obreros de muchos derechos. La medida más antipopular fue la tomada contra las jubilaciones al elevar la edad de retiro. Las huelgas políticas en un país CIS (Comunidad de Estados Independientes) post soviético son algo completamente nuevo. Obviamente, llegan como un shock a todos los gobernantes de la región, teniendo un gran impacto entre los trabajadores en todas las ex repúblicas soviéticas, principalmente en la propia Rusia.
Al tiempo en que el régimen paternalista-burocrático de Lukashenko iba perdiendo legitimidad a los ojos del pueblo, particularmente entre el proletariado industrial, el fraude electoral de agosto de 2020 seguido de la brutalidad policial contra las protestas, encendió la rebelión de las masas sacudiendo el régimen bonapartista y generando una profunda crisis de régimen – una crisis de poder político.
La Cumbre de Agosto de la UE dio absoluta prioridad a la crisis de Bielorrusia interviniendo en forma activa, abierta e inmediatamente en ella, eclipsando otras crisis extremadamente peligrosas y el choque reaccionario entre dos miembros de la OTAN, Grecia y Turquía que había planteado la amenaza de una catastrófica guerra internacional que abarcara toda el área. Pero la Cumbre de Agosto de la UE pospuso tomar cualquier medida acerca de esta peligrosa crisis hasta su próximo encuentro en septiembre, mientras que Bielorrusia ocupó el centro de la escena.
Todo el proyecto de integración capitalista de la UE está amenazado por la “tormenta perfecta” de la crisis capitalista sistémica y global y el impacto devastador de la pandemia de coronavirus. El levantamiento de Bielorrusia llegó como una oportunidad “de oro” que aún puede resultar ilusoria. Revive y brinda ímpetu al “impulso hacia el este” del imperialismo europeo con el objetivo central de la propia Rusia, como una salida de UE de su propio impase.
Mientras tanto el presidente ruso Vladimir Putin reafirmó los lazos cercanos tradicionales y la alianza estratégica entre Moscú y Minsk, prometiendo apoyo político-militar a Lukashenko. Al mismo tiempo, están teniendo lugar negociaciones secretas entre Putin y Merkel, actuando como la representante de la hegemonía alemana en la UE y su más poderoso líder.
El caso del envenenamiento del Alexei Navlny y su tratamiento en Alemania sirve como una especie de arma de la guerra fría recargada, cuyo objetivo principal es influenciar la opinión pública occidental. Por su parte, Lukashenko ahora promete introducir una nueva Constitución. Esta tiene toda la apariencia de nada más que una concesión posible, designada principalmente para apaciguar a las masas y sobre todo para ganar tiempo. Las cuestiones principales, por lo tanto, siguen siendo: quién y qué fuerzas socio-políticas y mediante qué procedimiento, y a cuáles intereses sociales apuntará esta nueva Constitución? No se deben fomentar ningunas ilusiones acerca del efecto duradero de tales concesiones o negociaciones.
Las verdaderas necesidades agresivas del imperialismo combinadas con las fuerzas capitalistas locales y regionales fueron expresadas claramente por un muy conocido vocero del imperialismo y de los oligarcas: Arseny Yatseniuk, ex primer ministro de Ucrania y ahora presidente del Foro de Seguridad Kyiv. Yatseniuk pidió que la UE y la OTAN “renuncien a la ilusión de cualquier tipo de acuerdo con Rusia y en su lugar extiendan los miembros de la OTAN hacia el este”. “En la práctica esto significa dar a Bielorrusia, Georgia, Moldava y Ucrania señales claras de que ser miembro de la UE y la OTAN es posible y si se sigue un plan de acción claro para su incorporación, que sea realista”. (Financial Times, 30 de agosto de 2020).
¡Lo que está avanzando es un cerco militar asfixiante de Rusia! Por medio de una Bielorrusia colonizada por la UE y militarizada por la OTAN, las fuerzas imperialistas estarían a una corta distancia de apenas unos pocos kilómetros de la propia capital de Rusia, Moscú ¡
Espera un Maidan-bis. Lo cual está lejos de ser probable.
Sin embargo, esto no significa que no existe una enorme confusión política entre los trabajadores y las masas populares de Bielorrusia. Los comités de huelga y los movimientos de protesta no han adquirido ningún centro político-ideológico organizado, con su propio programa y estrategia, independiente del llamado “Comité coordinador” de los líderes de la oposición neoliberal y pro imperialista. Los marxistas y las fuerzas de izquierda son extremadamente débiles en todo sentido. Cualquier defensa o disculpa del exhausto régimen capitalista burocrático de Lukashenko, sus políticas y la brutalidad policial contra el pueblo, así como sus maniobras sin esperanzas entre la Rusia de Putin y la UE imperialista no sería nada menos que criminal.
También sería totalmente irresponsable subestimar los graves peligros de un “cambio de régimen” patrocinado por el imperialismo o fetichizar ciegamente a los obreros espontáneos y el movimiento popular anti- Lukashenko, como la social democracia europea y muchas tendencias de la “izquierda radical” hace a nivel internacional.
El movimiento de la clase obrera internacional, especialmente la vanguardia revolucionaria marxista comunista, tiene el deber de intervenir urgentemente en este conflicto internacional en curso centrado ahora en Bielorrusia, como un “tercer factor” independiente, luchando por una salida socialista internacional independiente de la confrontación.
Cualquier ilusión está fuera de lugar si se ve a Bielorrusia como un remanente del viejo régimen soviético continuando su sendero y de alguna manera evitando el destino de la URSS luego del desastre histórico de 1991. Bajo el gobierno personal-paternalista de Lukashenko, el régimen burocrático tuvo como objetivo un proceso de restauración capitalista gradual y estrictamente controlado no socialismo ni siquiera “socialismo en un solo país” como en el pasado, una transición de retorno al capitalismo, evitando os sufrimientos y levantamientos de otros segmentos de la ex URSS.
Pero esta transición regresiva dirigida por el estado, subsidiada por Rusia por razones económicas y geopolíticas, finalmente llegó a sus límites históricos. El Estado bonapartista se sumergió en la crisis, confrontando a las masas populares en un levantamiento de un lado y la escalada de amenazas de agresión de la UE y de la OTAN, por el otro.
Mediante la implosión del capital financiero globalizado en 2008 y la “tormenta perfecta” de 2020, la “astucia de la Historia” ha demolido completamente todas las falacias reaccionarias burguesas triunfalistas de los años 90 acerca de “el fin de la Historia” y la “victoria final y completa del capitalismo liberal”.
Las mismas fuerzas que impulsan la historia le pusieron fin a la relativa “estabilización” económica, política y social o a la expansión en varios regímenes de restauración en los países del difunto “socialismo real”. Los problemas de desestabilización de una economía rusa estancada tuvieron un efecto inmediato de retroceso en la interconectada economía bielorrusa, que ya había llegado a los límites de su ilusoria “autarquía” bajo el impacto del empeoramiento de la situación económica internacional. El régimen de Lukashenko comenzó a intentar tomar algunas distancias de Moscú, negociando con la UE y tomando pasos hacia “reformas” económicas de mercado. Finalmente, las elecciones del 9 de agosto de 2020 y la ira popular contra los resultados fraudulentos fue la gota que rebalsó el vaso, disparando a la actual explosión política: Lukashenko no podría gobernar nunca más como en los pasados 24 años y las masas no podrían tolerar nunca más ser gobernadas como antes.
El desmantelamiento de la economía controlada por el estado, bajo las actuales condiciones de crisis capitalista global, no llevará a ninguna expansión económica que eleve las condiciones de vida, sino por el contrario acarreará catástrofes sociales y miseria. De hecho, tal "programa" y "cambio" significaría la reducción de Bielorrusia a un estatus colonial y el avance de un puesto de avanzada de la OTAN a las puertas de Rusia.
La demagogia imperialista acerca del "fin de la última dictadura de Europa" es un engaño consciente. Hagamos una pregunta sencilla: ¿por qué es más aceptable para la UE la "democracia no liberal" de extrema derecha de Orban en Hungría que aquella de Lukashenko? ¿Es acaso porque el "no liberal" húngaro, considerado en Europa quizás como un bastardo, "es su maldito"?
La reintegración al capitalismo global en nuestra época histórica no es más que una recolonización, fragmentación y gobiernos dictatoriales de regímenes de elites compradoras dependientes del imperialismo.
Como resultado de la disolución de la URSS, incluso bajo las condiciones caóticas de la "terapia de shock" del FMI bajo Boris Yeltsin, el principal estratega del imperialismo norteamericano, el polaco-americano Zbigniew Brzezinski, arquitecto de la antisoviética guerra de Afganistán, insistía en su "Gran Ajedrez", esquema de gran estrategia, que la desintegración de la URRSS no era suficiente para asegurar las necesidades imperialistas de EEUU y sus intereses hegemónicos en un nuevo orden mundial; era necesaria la creación de las condiciones para la fragmentación de la propia Federación Rusa y la balcanización del total del espacio anteriormente soviético.
La intervención de la UE y la OTAN en Bielorrusia es el último episodio de este intento. Es un problema global, no sólo nacional. La amenaza de una catástrofe bélica involucra, más allá de Bielorrusia, la supervivencia de toda la humanidad.
En nuestra visión marxista, es la clase obrera internacional, organizada a nivel internacional, actuando como una clase universal a la cabeza de todas las masas populares y minorías empobrecidas, oprimidas, discriminadas , la que dará por tierra con toda forma de explotación, opresión y humillación del ser humano por el ser humano.
Las situaciones y riesgos "geopolíticos" no pueden ser mecánicamente separados de sus bases materiales socio económicas. No es sólo un crimen sino un error fatal, en palabras de Talleyrand, repetir, como hacen los nacionalistas rusos otra vez con la crisis en Bielorrusia que "los únicos aliados de Rusia son su ejército, su marina y su fuerza aérea, incluyendo sus misiles". Dejando de lado todas las fantasías militaristas y la pesadilla de un holocausto nuclear, recordemos que, en la época imperialista, Rusia, defendiendo los intereses de las clases altas sobre bases capitalistas atrasadas, fue derrotada tanto en la guerra ruso-japonesa como en la Primera Guerra Mundial. Fue sólo sobre la base de la Revolución Socialista de Octubre de 1917 y su defensa, que el Ejército rojo de Obreros y Campesinos derrotó la invasión imperialista de 14 ejércitos extranjeros y la contrarrevolución "blanca" local, y en la Gran Guerra Antifascista fue el Ejército Soviético de la Tierra de Octubre el que aplastó a la máquina de guerra nazi y salvó a la humanidad del horror.
En ambos casos, los aliados reales del pueblo de la Rusia soviética y luego de la URRSS no fueron los capitalistas locales o extranjeros ni los oligarcas sino el proletariado internacional y los pueblos oprimidos levantados en armas y sacrificando sus vidas por la liberación de la barbarie.
Hoy también, los únicos aliados reales del pueblo en Rusia, en Bielorrusia y en todo el ex espacio soviético son sus explotados, oprimidos y compañeros y compañeras en rebelión, los trabajadores y los pobres en Europa, Medio Oriente o Latinoamérica, que sufren la misma crisis global, y se rebelan en lucha por un futuro humano verdadero. Para lograr este futuro, la única solución es un renovado, creativo, antiburocrático socialismo mundial.
Deben organizarse comités de huelga y otras formas de auto organización desde abajo y coordinar acciones independientes de la "Coordinación" pro imperialista, para conformar Consejos obreros genuinos (soviets). Sólo un Congreso Nacional de estos Consejos, electo libremente, podría esbozar una nueva Constitución que defienda los intereses de la clase obrera y las masas populares sobre bases socialistas.
¡Adelante por una República Soviética Socialista de Bielorrusia, sin sátrapas burocráticos ni oligarcas, como parte de un Renacimiento Socialista que revierta el desastre de 1991, y sea un paso hacia la unificación socialista de todo el continente europeo!
Centro Socialista Internacional "Christian Rakovsky” 3 de septiembre de 2020