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Para algunos voceros del capital, las restricciones que el gobierno impuso en el mercado de cambios estarían “empujando” a las empresas a un default compulsivo. En efecto, el gobierno no les entregará todas las divisas que reclamen para cancelar sus deudas, por lo que tendrán que reestructurarlas o solicitar una quita.
Pero en verdad, el gobierno no ha “empujado” a ningún default que no existiera con anterioridad: la decisión oficial es apenas la confesión de que Argentina se encuentra en cesación de pagos con el exterior, y que esa cesación involucra tanto al Estado como al capital privado. Es cierto que, para pagar sus deudas, las empresas podrían emplear los dólares que tienen en el exterior. Pero la repatriación de capitales está fuera del horizonte de la burguesía argentina: antes de eso, preferirán desatar un lock out y una crisis política. Falabella, en ese sentido, es sólo la punta del iceberg.
Para los funcionarios, las restricciones anunciadas ayer tienen un fundamento sencillo: las reservas internacionales disponibles han bajado al terrorífico nivel de 3.700 millones de dólares, lo que surge de restarle a las reservas brutas los encajes en dólares, los préstamos y “pases” y las reservas en oro. En suma, el mandamás del Central, Miguel Pesce, se ha limitado a mostrar las arcas vacías del banco que preside. Para explicar el vaciamiento, las autoridades nacionales y populares
ponen en la mira a los cinco millones de ahorristas que acumulan a razón de 200 dólares por mes, y que logran de ese modo resarcirse parcialmente de la carestía o los congelamientos salariales. Lo que no dicen es que el gobierno FF, desde que asumió hasta hoy, desembolsó casi 5.000 millones de dólares de sus “escasas reservas” (Lavagna dixit) para cancelar vencimientos con el FMI, bonos discount y bono Caputo de 100 años, entre otros compromisos. Tampoco se habla de la acelerada cancelación de deuda financiera llevada adelante en los últimos meses por grupos capitalistas. En efecto: aprovechando la tasa de interés “de cuarentena” dispuesta por el gobierno, estos grupos tomaron dinero prestado para comprarle divisas baratas al Central y cancelar sus préstamos. En julio, se fueron de las reservas 500 millones de dólares a través de este subsidio al capital, uno de los tantos rescates dispuestos en nombre del Covid –ello, mientras los hospitales languidecen de camas, respiradores, médicos y enfermeras en el momento más agudo de la pandemia. Ahora, Pesce muestra los bolsillos exhaustos, pero nada dice de los beneficiarios capitalistas de este desfalco nacional y popular
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La olla vacía del Banco Central servirá de excusa para acelerar el arreglo con el FMI, el cual, aunque el gobierno lo niegue, guarda una carta en la manga: los 11.000 millones todavía no desembolsados del crédito de 55.000 millones pactado en su momento entre Lagarde y Macri. El armado de un nuevo colchón de reservas con todo o parte de esos recursos, sin embargo, exigirá una garantía prendaría
: el Fondo de garantía del Anses y, naturalmente, una reforma previsional reaccionaria. El gran capital que ahora protesta por el supercepo exige este acuerdo, en la expectativa de recuperar luego el financiamiento internacional. Pero el alcance de la bancarrota pública y privada puesta de manifiesto en estas horas supera por mucho a estas especulaciones: la interrupción del flujo de operaciones con el exterior es otra manifestación del colapso económico desatado por la pandemia, de un lado, y, de la respuesta capitalista a ese colapso, del otro. Está planteada una deliberación de los trabajadores y sus organizaciones para dar una respuesta de lucha y levantar un programa que ponga fin al desfalco y reorganice a la economía bajo la dirección de los que trabajan.