Francia: la izquierda y el movimiento de huelga

Escribe Emiliano (Belgrano)

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La reforma previsional de Macron se encuentra en un impasse: el gobierno no las puede imponer, pero las contundentes movilizaciones obreras aun no la han derrotado. Por el lugar que ocupa en la crisis capitalista, esa reforma plantea una cuestión de poder.

La Unsa (Unión Nacional de Sindicatos Autónomos) ferroviarios, segundo gremio de la SNCF, ha pedido una “tregua” durante las negociaciones que sostienen los sindicatos en con el gobierno. Laurent Escure, secretario general de Unsa, anunció que “La oficina federal ha decidido tomar nota de estos avances y anunciar un descanso [a la SNCF]. En RATP [región parisina], es una historia diferente”.

Las bases de Unsa respondieron votando en la RATP la continuidad de la huelga. Los trabajadores se preguntan: “¿Cómo pueden pedir una tregua si en los hechos estuvieron siempre en una?” (LeParisien, 20/12). Desde la CGT a FO, la supuesta “ala dura”, plantean “mejorar el sistema” previsional.

El pulso de la huelga de transporte y la perspectiva de una huelga general se toma en las Asambleas Generales de cada lugar de trabajo, donde las bases reclaman la continuidad de la medida hasta la victoria.

La “Ciudad Luz” a oscuras

El lunes 16 al menos 200.000 usuarios se quedaron sin luz por cortes relacionados con la huelga. El sindicato de electricidad CGT-RTE anunció que de seguir con el proyecto de reforma “se expone a cortes más masivos” para Navidad y Año Nuevo. Por Twitter los ferroviarios anunciaron que las AG fueron las más numerosas desde el inicio, el 5 de diciembre. “En el terreno, los trabajadores están aún más movilizados. Los colegas están muy molestos contra la CGT y las confederaciones”, advierte Laurent Djebali, secretario de Unsa-RATP.

Un tweet oficial del 19 de diciembre del Unsa París Sud-Est, decía que “La tregua es la derrota, no nos iremos cuando estamos ganando”. Hay un proceso de rebelión de las bases contra las direcciones sindicales, como ya lo atestiguó la crisis en la CFDT y su seccional de ferroviarios. CFDT-Cheminots decidió mantener su llamado a la huelga indefinida en SNCF, pasando por encima de su dirección nacional.

En su AG del viernes por la mañana en Porte de la Villette en París, los delegados sindicales de Unsa dijeron: “Si quieren irse de vacaciones arriba, que vayan, nosotros seguimos en huelga”. Los trabajadores contestan en asambleas que “la huelga es de los huelguistas”, no de los amarillistas.

Política, no

Luego de 15 días de luchas, huelgas y movilizaciones enormes, la izquierda rechaza toda perspectiva transicional. Lutte Ouvrière dice que respaldó “todas las acciones que permiten concretar la solidaridad y la comunidad de intereses entre los trabajadores. En todas partes, ponemos fuerzas para permitir que los huelguistas controlen su huelga”. ¿Pero de qué se trata este “control”? “En este movimiento dirigido por las confederaciones sindicales, nuestro objetivo era tratar de elegir comités de huelga, responsables de implementar las decisiones de las asambleas generales, compuestas por huelguistas, sindicalizados o no, pero todos elegidos y destituidos por los huelguistas. Al no pretender liderar el movimiento, estos comités de huelga permiten a los trabajadores hacerse cargo de su huelga localmente, compartir las tareas, movilizar a los huelguistas y aprender relaciones democráticas” (Lutte de Classe, n° 204).

¿No pretender liderar el movimiento? Contrariamente a lo propuesto por LO, Trotsky decía que “la significación principal de los comités reside en que se transformen en estados mayores para las grandes capas obreras que, por lo general, el sindicato no es capaz de llevar a la acción” (“Los sindicatos en la era de transición”), justamente poder “liderar el movimiento” y romper con la burocracia, no hacerle el juego.

Para LO hay que construir una “verdadera huelga victoriosa”, pero sin que la vanguardia revolucionaria la dirija. Definen que “los grandes batallones de la clase obrera” no participaron, y que los chalecos amarillos lo hicieron como “francotiradores” (les critican no tener “reclamos salariales”). Sin embargo, para LO se trata de “formar un partido de los sindicatos”.

Trotsky definía que la tarea de los revolucionarios es “esforzarse constantemente por renovar el aparato de los sindicatos proponiendo atrevida y resueltamente en los momentos críticos nuevos líderes dispuestos a la lucha en lugar de los funcionarios rutinarios y trepadores. También deben crear, en todos los casos en que sea posible, organizaciones de combate autónomas que respondan mejor a los objetivos de la lucha de masas contra la sociedad burguesa, no retrocediendo, si fuera necesario, ni ante una ruptura directa con el aparato conservador de los sindicatos” (ídem).

El NPA (Nuevo Partido Anticapitalista), eligió la consigna “que se vayan todos” (“Qu’ils s’en aillent tous!”, 17/12), pero no dice qué debe venir. Por eso el planteo termina siendo ultimatista y apolítico. Para el NPA, Francia entró en una “nueva fase de enfrentamiento social” (9/12). Un dirigente de la “IV Internacional” dice que hay que “dar una respuesta anticapitalista común”, no una salida socialista, y por eso apoyan “todas las propuestas unitarias”, no el frente único de clase. Para el NPA, el “Gobierno de los trabajadores, gobierno de las organizaciones de trabajadores, etc. son formulaciones poco utilizadas y poco entendidas” (19/12) y, por lo tanto, deben ser abandonadas. Si no es un gobierno de trabajadores, ¿cuál es la alternativa?

Una de sus corrientes internas del NPA, la FT-CI, Révolution Permanente, apéndice del PTS argentino, sigue a la letra la línea del NPA. Dice que Francia atraviesa una “crisis orgánica”, que define como “sacudidas sociales recurrentes que empiezan a develar nuevas formas de pensar en las clases subalternas”. ‘Sacudidas’ llaman a huelgas y movilizaciones políticas, ‘subalternas’ al proletariado, ‘formas de pensar’ al desarrollo de una conciencia de clase y a la diferenciación con la burocracia sindical. Deforman la lucha de clases usando el lenguaje académico.

Alertan en contra de ofrecer una perspectiva política a la Huelga General y a la crisis que de poder que ha desatado: “Los Chalecos Amarillos pusieron en alto”, dicen, “el grito de ‘Macron dimisión’. En la lucha actual se comienza a retomar ese grito. Pero, a falta de alternativa política, como era la izquierda en el pasado, los trabajadores quedan a la defensiva: es que después de Sarkozy, Hollande y ahora Macron, ya nadie quiere reemplazar a este presidente odiado por otro político burgués o, peor, por la extrema derecha de Marine Le Pen” (Juan Chingo, “La determinación de los huelguistas merece un plan para ganar”, 15/12).

La perspectiva política de izquierda en el pasado, a la que alude el PTS, no fue otra que la Unidad de Izquierda de Mitterrand, un gobierno imperialista al servicio del capital francés. El muro que levanta entre los medios y métodos para ganar la huelga, de un lado, y la perspectiva de un gobierno obrero, por el otro, es artificial, más aún cuando extorsiona a la clase ‘subalterna’ con una victoria de la derecha. Una victoria real de la huelga, lo quiera el PTS o no, abre una crisis de poder, que exige una definición clara de parte de quienes se autodefinen como revolucionarios. Como ironizó Trotsky: “sacan el paraguas en días de sol”.

Así como en Argentina, Fuera Macri, era hacerle el juego a los K, en Francia, Fuera Macron, es hacerle el juego a Le Pen. El desarrollo de comités de bases y de un comité nacional de huelga ganaría fuerza, no al revés, si se ofrece una perspectiva política propia de los explotados. El reclutamiento de activistas en el curso de la lucha y por medio de una orientación que promueva el desarrollo de comités, no puede desenvolverse escondiendo a los trabajadores la estrategia del partido que los convoca a integrar sus filas - ¡y mucho menos en oposición declarada a esa estrategia!

La huelga general pone en cuestión no sólo la reforma previsional, sino quién dirige el país, algo pasado por alto por la burocracia y la izquierda. El movimiento obrero, que ha hecho un gran avance en superar a sus direcciones burocráticas (renovación de la huelga, Asambleas Generales, Comités de huelga, etc.), se ve frente al muro que levanta la izquierda a las perspectivas políticas de los trabajadores.

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