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En las vísperas de cumplirse los diez años del asesinato de Mariano Ferreyra por parte de la burocracia criminal de la Unión Ferroviaria de los Pedraza y compañía, y de las gravísimas lesiones provocadas a Elsa Rodríguez, rescatar el carácter de su actividad militante cobra mayor importancia que nunca en la etapa actual de profundización de la crisis capitalista y en el marco de las rebeliones que sacuden el mundo.
Su incorporación a las filas del Partido Obrero a los tempranos 14 años de edad, al calor del Argentinazo y su actividad posterior, que lo colocó rápidamente como un referente para compañeros de su generación y dentro de las filas del partido, se construyó sobre la sólida base de la formación política y la práctica militante en el activismo estudiantil y sobre los problemas de la clase obrera. No es casual que en sus inicios como militante ya se lo contaba en la primera fila de lucha, resistiendo el desalojo en la ocupada Sasetru de Avellaneda, además de otras luchas importantes de esa primera etapa, toda una muestra de su compromiso con la clase obrera.
Sus compañeros y amigos más cercanos dan cuenta de su preocupación constante por la formación política y de su lucha por la construcción del partido de la clase obrera, esto en estrecha conexión con la lucha de clases. No solo se destacaba como un activista estudiantil, sino como un constructor socialista que formó parte de la dirección política del Partido Obrero de la zona sur.
La participación de Mariano el 20 de octubre de 2010 no fue un hecho circunstancial. En los meses previos, fue uno de los compañeros que más a fondo se comprometió con la lucha de los obreros tercerizados del ferrocarril, recorriendo puestos de trabajo en las vías y estaciones para darle fuerza y cuerpo a un reclamo muy sentido por los trabajadores: el pase a planta permanente (un tercerizado cobraba la mitad que un trabajador de planta). Toda una postal de época de la mentada recuperación capitalista bajo el kirchnerismo, basada fuertemente en la precarización de la clase obrera.
En el ferrocarril, la patronal de UGOFE y el estado llevaban a cabo este régimen de precarización con la complicidad y participación directa en el negocio por parte de la burocracia sindical dirigida por Pedraza. Este tridente precarizador cocinaba sus negociados con el dinero público, a costa de las condiciones de trabajo y salarios al 50 % del valor de convenio de más de 3 mil trabajadores. Un entramado que quedaría brutalmente expuesto con la masacre de Once, un año y medio después del crimen de Mariano.
La lucha de Mariano Ferreyra fue una lucha por las reivindicaciones obreras, contra los enemigos de clase, en la conciencia de que el régimen precarizador no es otra cosa que la expresión que adopta la barbarie del capital en su decadencia y que una victoria obrera contra este régimen era un paso importante hacia la lucha más estratégica por la emancipación de los trabajadores.
Rescatar la figura de Mariano en su dimensión histórica y política real, además de la fidelidad a los hechos, permite echar por tierra las visiones parcializadas y convenientemente adaptadas. La “lucha obrera y socialista de Mariano Ferreyra”, lejos de ser un slogan, es la conciencia de luchar junto a la clase obrera, para madurar la necesidad inevitable del gobierno de los trabajadores como salida estratégica a las necesidades de las masas explotadas, ante la inviabilidad del capitalismo. Esto fue y será Mariano Ferreyra: un luchador, militante y constructor socialista; en fin, como dijo su amigo y compañero El Be: un sepulturero del capitalismo, que se reproduce y se seguirá reproduciendo al calor de las rebeliones que sacuden al mundo.