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La renuncia del director del hospital de Chillar, localidad del partido de Azul, y el aumento de fallecidos por COVID 19, son consecuencias de un destrato al cuidado de la salud que viene de años.
En la entrevista que dio el secretario de Salud y ahora director interino del Hospital Ferro, Carlos Bravo, en Canal 2 de la localidad, quedó de manifiesto la contradicción entre el panorama alentador que pintaba Bravo (guardias cubiertas con médicos que cobran a término, un equipo de enfermería bien pago, todos los insumos) con la renuncia de un director que venía desempeñando un gran trabajo, no solo reconocido por los chillarenses sino por el mismo Bravo – una contradicción de la que no pudo dar cuenta en la entrevista.
En el municipio, como en todo el país, los salarios de médicos, enfermeros, personal de limpieza y demás miembros del sistema de salud, no refleja la importancia que tienen sus trabajos, a lo que ahora se suma el agotamiento laboral. Cuando renunció, Machado argumentó que tenía que elegir entre el trabajo y su familia. Esto se hace extensivo a la comunidad hospitalaria en general.
Otro tema que estuvo de manifiesto en las últimas semanas es el aumento de la letalidad del coronavirus en Azul, llegando a las 60 muertes. Varios señalan que ya supera el promedio nacional por cantidad de habitantes y estiman que a fin de año pueden llegar a alcanzar los 100 fallecimientos por causa del virus.
El viernes pasado el gobierno nacional anunció el fin de la etapa de aislamiento, una cuarentena que, en los hechos, ya no existía. La prevención estuvo siempre garantizada por los trabajadores cuyas patronales no les permitían quedarse en casa, por quienes asumieron el cuidado de los adultos mayores con jubilaciones de miseria y quienes, ante el hacinamiento, encararon la lucha por la vivienda; es decir, a pesar del gobierno y de las patronales, los trabajadores garantizaron con sus herramientas la lucha contra esta pandemia.
La desorganización proviene desde el Estado y la salida tiene que provenir de quienes día a día conviven y lidian con los problemas que conlleva garantizar el derecho a la salud. Hay una gran tradición de lucha que tuvo su mayor precedente con el hospitalazo de los trabajadores del Pintos durante el gobierno de José Inza. De la organización y la unión con los demás sectores afectados por la crisis agravada por la pandemia puede venir la salida de fondo.