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La provisión de vacunas se desarrolla a cuentagotas. El incumplimiento de los contratos, por parte de AstraZeneca, ha provocado una crisis en la Unión Europea, que había prohibido la suscripción de acuerdos por separado, con vistas a bloquear, en especial, el ingreso de vacunas chinas y la rusa. The Wall Street Journal denuncia a Argentina como ‘cabeza de playa’ para Putin. La pretensión de que 2021 inauguraría una etapa “postpandemia” ha quedado desbaratada. El recurso a la cuarentena está agotado en Argentina - aunque Gran Bretaña ha debido recurrir a ella (también Perú)-, por el temor a una nueva fuga de capitales y una megadevaluación del peso. La ‘apertura’ de la economía no ha restablecido la normalidad comercial minorista, particularmente la gastronomía, con las consecuencias correspondientes en el conjunto de la cadena.
Como la eficacia última de la vacuna continúa siendo, relativamente, una incógnita, que se acentúa con la aparición de cepas nuevas, la vacunación mundial enfrenta una crisis. Muy rápidamente se ha desatado una lucha de intereses por un mercado de salud fabuloso, y una lucha por la hegemonía política que viene de la mano del monopolio comercial. Incluye un arsenal de productos, desde jeringas y respiradores, hasta refrigeradores de bajísima temperatura. La lucha contra la pandemia es, ante todo, de naturaleza social y política. Es lo que se manifiesta en la pelea por reanudar clases sin las condiciones adecuadas y con métodos artificiales, como la enseñanza por ‘burbujas’ y un presentismo irregular. Existe en este punto una campaña mundial, cuyo propósito es reponer a toda máquina la acumulación capitalista – en gran parte para evitar una bancarrota financiera sin precedentes.
La necesidad de un programa de reivindicaciones transitorias para la crisis de salud, es manifiesta. Aumento general de salarios para el personal de salud y reducción del horario laboral; aumento extraordinario del gasto público de salud; centralización de la atención médica con igualdad de derechos, la apertura de los libros de la medicina privada y su eventual nacionalización; control obrero de la salud, incluidas las obras sociales; difusión pública de los contratos de provisión de vacunas, del almacenamiento y transporte; unidad internacional de los trabajadores para intercambiar recursos y personal de salud, y poner fin al bloqueo de la asistencia de Cuba; abajo las ‘reformas de salud’ de parte de gobiernos capitalistas y estados en bancarrota; por un plan integral de la clase trabajadora, discutido y votado en un Congreso de delegados electos.
Lo que Guzmán llama la creación de “un mercado de capitales doméstico” es una expresión del impasse catastrófico de la gestión económica. En primer lugar porque este ‘mercado’ es una suerte de Leliq a cargo del Tesoro, que ‘rolea’ vencimientos de deuda pública en pesos a plazos menores y a tasas mayores; se limita a reciclar la deuda pública, mediante la absorción de ‘pesos excedentes’. El sobrante que obtuvo en la última licitación fue celebrado como si fuera la copa del mundo. Estamos en presencia de un usufructo de la pandemia, por parte del capital con pesos excedentes, en medio de una pobreza descomunal. La deuda del Banco Central con los bancos, por las llamadas Leliqs, supera los dos billones y medio de pesos, al 40% de interés anual, o sea un billón de pesos en intereses. Esos pesos no son, sin embargo, dinero, porque no cumplen con la condición de reserva de valor y porque funciona solo en parte como medio de pago. Esto significa que el mercado de capitales doméstico no es tal, y se limita a acumular combustible para embestir contra el propio peso, apenas se vuelvan a reunir condiciones para una corrida – desde una medida ‘populista’ del gobierno, un freno a los precios internacionales o la liquidación de divisas de exportación, hasta un aumento de la tasa del Tesoro norteamericano. El ascenso implacable de la carestía, cuando los precios regulados se mueven poco, los salarios se encuentran por debajo de la media de la década pasada y hay una devaluación a la ‘mostaza’ Merlo, es el síntoma inconfundible de una perspectiva explosiva.
El gobierno de los Fernández ha puesto todas sus fichas en un acuerdo con el FMI, para reprogramar una deuda que alcanza los u$s 50 mil millones cuando se agrega al Club de París. Parece existir un acuerdo para dilatar hasta fin de año la firma de un programa – en tanto y en cuanto la gestión de Guzmán no saque los pies del plato hasta finales de año. Si todo marchara sobre ruedas, la suma de todas las postergaciones de pago, a tasas usurarias, hasta 2023, sería suficiente para la declaración de un nuevo default con aviso. Esta evidencia explica que las renegociaciones de deudas de las provincias que pudieron llegar a ellas, y lo mismo con YPF y la deuda privada, incorporen tasas de interés superiores a las que fijó el acuerdo nacional con los ‘bonistas’. Otras provincias, en especial Buenos Aires, coquetean con el default de una deuda de u$s 5 mil millones.
En comparación con lo que intentó lograr con Vicentín, el negociado de Edenor es un caso de boliche que, por otra parte, manejó Massa; la disputa por YPF se encuentra abierta, con BlackRock tallando fuerte. Desparrama versiones contradictorias en el tema de salud, se echó atrás con la regulación del maíz; ha dejado en la nada la doble indemnización por despido; deja disconforme a todos en materia de supuestos controles o descontroles de precios, créditos UVA y alquileres. El FdT es la exhibición obscena de un cadáver sin sepultura.
El inmovilismo de sus oponentes patronales no es menor; JxC se encuentra abiertamente en crisis. La piromanía financiera agotó sus posibilidades en tiempo récord. Por otro lado, la corriente internacional que azuzó al macrismo se encuentra en retroceso, con mayor evidencia en América Latina. El jefe de toda la banda, Donald Trump, sólo evitó la puerta de emergencia por la complicidad de sus opositores del establishment norteamericano.
En este escenario explosivo, es natural que el arbitraje político del gobierno sea inestable. En especial cuando encabeza un régimen político y un aparato de estado en elevado grado de fragmentación. Un campo de esta crisis es la disputa judicial, que no encuentra un punto de acuerdo o tregua, a pesar de las negociaciones que se desarrollan entre bambalinas. La obtención de una mayoría en el Consejo de la Magistratura, por parte del alberto-kirchnerismo, fue conseguida de la mano del operador macri-peronista Angelici, a quien Kicillof premió con el juego digital en provincia, junto con Cristóbal López. El llamado ‘peronismo porteño’ se ha convertido en una maquinaria ‘non stop’ de trenzas con los peronistas y neo-peronistas del macrismo. El trofeo en juego de la negociación es la Corte, cuyo destino está siendo objeto de toda clase de propuestas – desde la ampliación del número de sus miembros, hasta la formación de un tribunal alternativo para el arbitraje de disputas judiciales.
En este ambiente se desenvuelve la pelea por las Paso, que los gobernadores no quieren para que nadie desate un paquete que cada uno cree que tiene bien atado. Esto no significa que las elecciones provinciales y las generales se hagan en la misma fecha, por las mismas razones. El desdoblamiento generalizado de las elecciones convierte en campo minado el trayecto a las elecciones de octubre.
De lo que se trata es de militar con un programa de transición, y no con uno de recetas parlamentarias. Un enunciado de nacionalizaciones no constituye un programa socialista, depende de la clase que lo ejecuta y de sus métodos; esto fue escrito en el Manifiesto de 2013 para el FIT. Contra todo lo que se había escrito hasta el momento, una encuesta describió los finales de 2020 como los de mayor conflicto social en la historia. Lo que caracteriza la situación actual de la lucha de clases no es la ausencia de luchas, sino la ausencia de una línea de desarrollo político de esas luchas. En este sentido, la situación no es aún pre-revolucionaria. No es lo que estuvo ausente desde años antes del Cordobazo, o de la huelga general de 1975, ni del Argentinazo. En esos casos nuestra corriente política y nuestro Partido advirtió la dirección de los acontecimientos con anticipación y elaboró consignas adecuadas a esas previsiones. De esto se trata el desafío actual.
El hundimiento del salario, el crecimiento exponencial de la pobreza, los despidos y la desocupación, y el impasse económico y político – con tendencia a un estallido, pone en la agenda la huelga general. La huelga general se desarrolla a partir de las condiciones existentes, pero lo importante es que ella crea las condiciones de su desarrollo. Decir que no hay condiciones para la huelga general es un llamado a la pasividad. La huelga general se deriva de las condiciones existentes y deben ser expuestas por medio de la agitación. En la etapa preparatoria, la consigna debe ajustarse a las circunstancias destacadas de cada lugar o a las relevantes de cada lucha. Por eso es tan importante, en la prensa, no bajar línea, sino desprender una orientación a partir del conocimiento de las condiciones concretas de cada lucha, en un caso, y de cada momento político, en el otro. Si miramos las rebeliones populares en el mundo, casi todas fueron encendidas por una chispa, claro que sobre una pradera cada vez más combustible. Es necesario recuperar el lenguaje de la lucha de clases: en lugar de paros, huelgas; en lugar de trabajadores, clase trabajadora, clase obrera y proletariado. La izquierda colaboracionista se esforzó por mimetizarse al lenguaje que introdujo, recontra concientemente, el primer peronismo.
El ‘congreso de bases’ es visto o presentado por sus opositores como la reivindicación más infructífera de todos los tiempos – siempre invocada, nunca consumada. Falso. Es una tendencia histórica del proletariado, al menos desde la Comuna de París, y ha tenido ocasión de recorrer todos los continentes. Es peculiar de los trabajadores, en Argentina, desde el siglo XIX. Es típica en el movimiento estudiantil; en varias ocasiones incorporó a trabajadores intelectuales y no fabriles, en talleres masivos y asambleas populares. Se manifiesta, como tendencia efectiva, en los plenarios con barra (numerosísimos), ocupaciones de empresa, asambleas generales, coordinadoras. Hay que desarrollarla, a partir de la experiencia. En un ambiente histórico de desobediencia callejera generalizada, se adapta muy bien a las nuevas generaciones, sin caer en la rigidez burocrática del basismo. Una manifestación de esta tendencia y de esta política fue el Congreso del Movimiento Obrero y la Izquierda en Luna Park. El mayor crimen político cometido por el PTS, en el FIT, fue el sabotaje a ese Congreso. Fue boicoteado en función de una disputa de aparato de carácter electoral, sin importar la oportunidad estratégica que ofrecía de convertir al FIT en un polo de la clase obrera, en especial luego de las votaciones enormes de 2013. Fue una manifestación relevante de liquidacionismo político, en clave democratizante. El desarrollo de una burocracia sindical es una reacción contra esta tendencia deliberativa, consejista o soviética, de parte de los sectores conservadores de la clase obrera, firmemente sostenidos por el Estado. El equívoco con el congreso de bases es que se lo utiliza como comodín para responder a situaciones que no se entienden, en lugar de impulsar a través de todos los escalones intermedios que llevan a él. Estamos ante una cuestión decisiva del programa de Transición, porque el congreso de bases no sería otra cosa, en última instancia, que el gobierno o poder general de la clase obrera. El abandono de este consigna ha condenado desde el inicio al Plenario Sindical Combativo a no ser más que un rejunte de siglas, para dar un adorno obrero al electoralismo. En los debates que tuvieron lugar antes de las expulsiones, el aparato se opuso siempre a que funcione sobre una base deliberativa, con asambleas de activistas en cada sindicato y frentes de agrupaciones sindicales, por eso ha caído en la inanición.
La importancia de la Conferencia sindical abierta (a simpatizantes y relaciones) que pretendemos realizar al final de febrero consiste precisamente en que permita conocer las condiciones concretas en que se desarrolla el movimiento obrero y las opiniones, planteos y prejuicios del activismo. En estos términos, iniciaríamos desde marzo una campaña por un aumento general de salarios, frente a las paritarias, frente a las elecciones sindicales – que no son sino una radiografía incompleta del estado de fuerzas entre el activo de las masas. El planteo de una asistencia a todos los desocupados equivalente al 50% de la canasta familiar se impone como resultado del agravamiento de la miseria social. La campaña deberá adaptarse a la evolución de la crisis política. Como consigna de conjunto: huelga general, congreso de bases para una huelga general.
La resistencia de la docencia de Argentina a la presencialidad podría convertirse en un poderoso factor de crisis política, pero por sobre todo en una convocatoria militante a todas la clase obrera. Por eso es imperioso que organicemos una conferencia de TD (T).
Argentina se encuentra, además, bajo la presión de los resultados electorales de la Convención en Chile, de Ecuador y de Perú. Los pronósticos que favorecen al ‘populismo’, en estos casos, llevan en sí la apertura de roces y choques con la oligarquía financiera y el FMI, y en función de esto a crisis políticas más extensivas. Semejantes resultados no dejarán de impresionar con fuerza al electorado de Argentina. En situaciones de grandes crisis, las masas observan las elecciones como una medición de la fuerza de cada clase, y como un termómetro de la temperatura de aquellas masas que oscilan, en condiciones normales, entre posiciones intermedias. Según cómo se combinen los distintos factores que mueven la presente crisis, una derrota del gobierno podría hasta sellar su destino inmediato, como ocurrió con De la Rúa en 2001 y con Alfonsín, en 1989. Aunque el FdT, por una parte, y JxC, de la otra, se han jurado mantenerse unidos contra el otro, esa homogeneidad ficticia o precaria todavía tiene que pasar la prueba de la crisis en desarrollo. Argentina asiste, por un lado, a una polarización casi absoluta entre dos bandos de la clase capitalista y, por el otro, a una disgregación potencial, aun más aguda. Tomada en su conjunto, la polarización, en un caso, y la desintegración, en el otro, son la expresión de una crisis de poder.
Se comprende a la luz de esto la importancia es-tra-tégica de la lucha por la legalidad. Estratégica. Una importancia estratégica que se acentúa por el faccionalismo irreversible que se ha apoderado del FIT-U, que si no se disgrega, tampoco será capaz de hacer una campaña enérgica, con posiciones firmes, atravesado por el faccionalismo, como ya ocurrió en las dos últimas elecciones. Llamamos faccionalismo a la disputa sin principios. La costumbre asentada de denunciar al adversario por pecados o fechorías pasadas, nunca para clarificar las posiciones políticas que son necesarias en el presente, tipifica al faccionalismo. En oposición a este callejón sin salida, planteamos una unidad de la izquierda, para las elecciones, basada en un programa y en una discusión política amplia.
La cuestión electoral, sin embargo, remite a la cuestión política de conjunto. La disputa de poder con la burguesía debe encontrarse plenamente definida y configurada, como guía de acción en todas las etapas de la crisis. Los socialistas deben esforzarse por concurrir a las elecciones como los voceros de las masas en lucha; como los que han impulsado la huelga general y la autodeterminación de la clase obrera por medio de la deliberación y el voto de las decisiones de lucha; como los partidarios de echar al FMI y a los BlackRock por medio de la acción directa, no del discurso, para sustituirlos por el control obrero – no para el rescate del capital que no puede ni, por sobre todo, quiere pagar la deuda externa, pública y privada, a costa de su propia supervivencia.
Lo que ha ocurrido en Estados Unidos y lo que ocurre en Brasil ofrece una enseñanza fundamental. Es que Trump y Bolsonaro han sucumbido por la gestión criminal que imprimieron a la expansión del coronavirus, y es lo que parece esperarle a la derecha en las elecciones en Chile y en Ecuador. Estos derrumbes han añadido una presión política adicional a todos los regímenes políticos en el mundo. Este desarrollo nos advierte la importancia enorme que tienen las reivindicaciones transicionales y socialistas en el combate a la pandemia. Sobre la base de ellas es necesaria la denuncia profunda de los partidos y gobiernos capitalistas, que condicionan la política frente a la pandemia a los intereses del capital, al pago de la deuda externa y al pago de una prima de intereses usurarios con el pretexto de contener la fuga de divisas y capitales.
La actualidad del debate electoral ha quedado expuesta por el adelantamiento electoral en Salta, al que seguirán otras provincias, con o sin Pasos.
Ganemos el interés de nuestros compañeros de lucha por la Conferencia sindical, y su participación.