Tiempo de lectura: 4 minutos
Las elecciones que tendrán lugar mañana en Ecuador reúnen características particulares. Por un lado, ha firmado un acuerdo con el FMI, para renegociar una deuda de u$s17 mil millones y obtener un financiamiento adicional de u$s6500 millones, a cambio de un ajuste draconiano del gasto social. El gobierno actual le deja servido al sucesor el ‘plan económico’ que reclaman en Argentina el capital financiero, las cámaras patronales y el macrismo. La próxima administración debutará con una hoja de ruta diseñada con total desprecio por los votantes. El plato fuerte ni siquiera es éste, porque Lenin Moreno, el presidente en funciones, suscribió un acuerdo aún más leonino con la Corporación Financiera Internacional (CFI), una entidad del gobierno de Estados Unidos, para repagar la deuda de Ecuador con China, con la finalidad de excluir a las compañías de ese país de las redes de telecom 5G. De acuerdo a una información provista por Clarín, Alberto Fernández y el chileno Sebastián Piñera habrían llegado a un acuerdo para hacer lo contrario, o sea comenzar a hundir los cables para habilitar la presencia de Huawei en el cono sur. El jefe de la Corporación norteamericana ha lanzado lo que llama “un nuevo modelo”, para “eyectar a China de la nación latinoamericana". Dice que la finalidad de la Corporación es impedir “la indebida injerencia de los países autoritarios en otros países” (Financial Times, 14.1).
El nuevo gobierno de Biden ha decidido disputar el control político de Ecuador como un Trump cualquiera. En efecto, estas acciones fueron diseñadas por el antecesor de Biden, en un plan llamado “Red Limpia”, que consiste en excluir a China de la instalación del 5G. Un vaso comunicante entre los acuerdos con el FMI y con la CFI es la creación de una asociación público-privada para comprar el petróleo y los activos estatales de Ecuador, para que el gobierno cancele la totalidad de la deuda con China. Una suerte de menemismo retrasado, en alusión a la privatización masiva de empresas del peronismo de los 90, para disminuir la deuda pública. Encima de esto, se ha establecido la venta de los yacimientos de petróleo a dos empresas extranjeras y la licitación de la minería metálica. Es que la deuda externa de Ecuador es de u$s 42 mil millones, o sea que el canje de deuda con los fondos internacionales contempla el pago con el remate de los activos públicos. El PBI de Ecuador cayó, en la pandemia, un 9% anual – un verdadero desplome. Como diría el fallecido fascista Francisco Franco, el electorado ecuatoriano recibe un “paquete bien atado”.
Tres candidatos, entre dieciséis, disputan los comicios. Guillermo Lasso, que se presentó hace cuatro años contra Lenin Moreno, que todavía era ‘correísta’, es un banquero que aplaude el sometimiento nacional de Ecuador. Yaku Pérez, que lidera una coalición indigenista, Pachakuik, es calificado por la prensa como un ecologista de izquierda, al que recuerdan como uno de los líderes de la rebelión popular de 2018. Con esos títulos a cuestas, Yaku llamó a votar por el banquero Lasso, en la segunda vuelta de 2016. A pesar de su condición ambientalista y opositor a la minería a cielo abierto, su programa no contempla la anulación del acuerdo con el FMI ni con la CFI, cuyo eje es el remate de activos estatales y la inversión minera metalífera y no metalífera. Propone “una consulta popular” para decidir si Ecuador “es un país extractivista o no”
Andrés Araúz, el candidato de la Revolución Ciudadana de Correa, se ha presentado hasta ahora en línea con los Fernández: renegociar el acuerdo renegociado con el FMI, incluyendo la posibilidad de su repudio. Argumenta, correctamente, que los acuerdos con el Fondo no son tratados internacionales, de modo que pueden ser anulados en forma unilateral. El repudio del acuerdo ocupa un lugar subordinado a la renegociación, con vistas, probablemente, a obtener algo parecido a lo que intenta Guzmán, como plazos más largos y reducción módica de intereses. También es probable que resista una ruptura con China, aunque no ha desarrollado este punto como se lo merece. Como su mentor, Correa, es un defensor de la minería en gran escala, y en materia de contratos petroleros plantea desconocer los firmados por Lenín Moreno, pero no la alternativa de la nacionalización de los hidrocarburos. Como ocurre desde el primer día, Araúz es partidario de conservar la dolarización monetaria, que supone compatible con la financiación del Tesoro de Ecuador con las reservas del Banco Central. De este modo, sostiene que Ecuador podría tener política monetaria propia, mediante la multiplicación del crédito de los bancos al sector privado. Si acertara con este planteo, tendría derecho a integrar la Reserva Federal de los Estados Unidos, con carácter autónomo.
Observado este cuadro en su conjunto, es claro que Ecuador no ha abandonado el campo de la rebelión popular, con una desocupación del 10% y un desempleo informal gigantesco. Araúz no ha planteado una movilización de masas capaz de hacer frente al desafío de hacer frente al programa de “Red Limpia” que dejó Trump, para países como Ecuador, ni el “nuevo modelo” que lanzó Biden para un copamiento geopolítico de Ecuador por parte de Estados Unidos.
Ecuador es un país bisagra de la Gran Colombia, con fronteras con Venezuela y Colombia. Biden reiteró su propósito de imponer un ‘cambio de régimen’ en Venezuela. Perú, al sur, ve desmoronarse su economía, al punto que ha cerrado las AFJP, ese ‘mercado local’ de capitales con el que sueña el argentino Guzmán, que pretende restablecer la jubilación privada. América Latina se encuentra en la red de una crisis potencialmente revolucionaria.
De acuerdo a los sondeos, no habrá ganador en la primera vuelta, aunque Andrés Araúz pica en punta, con varios cuerpos a su favor. En ese caso, el ballotage será el escenario de una intervención política internacional, en función de todo lo que se disputa. La presión apuntará, eventualmente, hacia Yuka Pérez y su vocación por el oportunismo. Los resultados de mañana, domingo, serán clarificadores.