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Cuando toda la opinión convencional vaticinaba un ‘remake’ de ‘Cristina versus Mauricio’, en Ecuador, o sea otra versión de la ‘grieta’ entre el ‘neoliberalismo’ y el ‘populismo’, se filtró entre los pliegues del azar una variante que corría tercera por los palos. Es que si el candidato Yakú Pérez, por el movimiento indigenista Pachakutik, arrebata el segundo lugar de las elecciones al banquero Guillermo Lasso, podría dejar la Presidencia del país para el tercero en discordia. Si se observa con cuidado, lejos de contrariar lo ocurrido en Argentina, lo confirma con sello propio, porque, después de todo, Alberto Fernández y Sergio Massa impusieron un gobierno que alejó al macrismo de la Rosada y relegó a CFK a un incierto primer violín de una coalición a los tumbos. Lo de Ecuador se asemeja a lo ocurrido en El Salvador, donde la derecha y la izquierda de las últimas décadas fueron sustituidas por un advenedizo, Najib Bukele, que ahora reparte palos a gusto a un lado y el otro.
La posibilidad de que Yaku Pérez dispute la presidencia en abril próximo, ha abierto una avenida que el capital financiero internacional no tenía prevista para sus operaciones en Ecuador. Es que Yakú Pérez tiene mayores posibilidades de derrotar a Andres Araúz, el candidato de Rafael Correa, que ganó el primer turno cómodo con el 32% de los votos – frente a los pocos 19% de cada uno de sus rivales. Pérez ya invitó a votar por Lasso en las elecciones de 2016, y Lasso devolvió la gentileza, con una promesa de apoyo a Pérez durante la campaña electoral (que este rechazó de malos modos). El ballotage mostraría un frente de hecho, contra el correísta Araúz, entre el indigenismo y el neoliberalismo, al cual se asociaría la Izquierda Democrática, cuyo candidato Xavier Hervas, obtuvo el 16% de los sufragios. Este potencial 54% de los votos, en la segunda vuelta, no podría conseguirlos el banquero Lasso. Aunque la disputa del segundo lugar sigue muy estrecha entre Pérez y Lasso, descontamos que el capital internacional le ha bajado el pulgar al banquero y se ha decidido por el líder indigenista.
Ocurre que el punto esencial de disputa en Ecuador es el acuerdo que ha firmado Lenin Moreno con el FMI y la injerencia del Fondo Internacional de Desarrollo de Estados Unidos para desalojar de Ecuador a China y monopolizar las inversiones mineras metalíferas y no metalíferas para el capital norteamericano. Frente a este desafío, el eje de Pérez y de Hervas es la lucha contra la corrupción del ‘prófugo Correa’ y un programa ambientalista que propone inversiones extractivas ‘racionales’. Rafael Correa, en su presidencia, reprimió en forma brutal al movimiento indigenista, en defensa del extractivismo, creando naturalmente un abismo entre ambas corrientes. Yaku Pérez fue escogido como la opción presidencial de Pachakutik, pese a que no fue uno de los rostros visibles en la revuelta de octubre. Jaime Vargas y Leonidas Iza, otros líderes indígenas que sí estuvieron al frente de los hechos de 2019, fueron relegados en las elecciones primarias. No participaron ni apoyaron activamente de la campaña de Pérez. El Movimiento Pachakutik ingresó relativamente tarde a la rebelión popular de octubre de 2019, y llegó a un acuerdo bastante temprano con Lenin Moreno para apagar la insurgencia.
Las contradicciones del indigenismo se han visto claramente en Bolivia, en referencia a reiterados choques entre Evo Morales y las agrupaciones indigenistas, debidos con frecuencia a obras públicas reclamadas por el capital financiero que perjudicaban a las comunidades aborígenes. La crisis se acentuó en ocasión de la capitulación de Morales frente al golpe fascista en Bolivia. La diferenciación social al interior de las masas indígenas en Ecuador es incluso mayor que en Bolivia, y se manifiesta en los planteos autonomistas del liderazgo aborigen, que no postulan otra cosa que el acaparamiento de las rentas mayores o menores que producen las regiones, y últimamente el petróleo y la minería. Yakú Pérez levanta un planteo de ‘capitalismo andino’, que tiene puntos de contacto estratégicos, aunque mucho más rudimentarios, con el de García Linera, el intelectual del MAS. El derrumbe económico de Ecuador no ofrece márgenes para una asociación estatal-privada como la que montó el masismo boliviano para la producción de petróleo y gas.
Una eventual victoria de Pérez, en coalición con las fuerzas que apoyan a Lasso y la Izquierda Democrática, guardaría semejanzas con el gobierno de Lenin Moreno, pero en un marco de crisis económica sanitaria abismal. La población indígena carece de la homogeneidad política y social como para constituir un régimen propio, acompañado del FMI y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Las delimitaciones políticas caóticas e improvisadas que ponen de manifiesto el proceso electoral en Ecuador, marcan el contexto para construir una delimitación estratégica auténtica: un polo obrero-campesino, que atraiga por medio de su programa y movilización a las masas paupérrimas del país.