El imperialismo yanqui y el golpe genocida

Escribe Marcela Poblete

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En la víspera del 45° aniversario del golpe militar, el “Archivo de Seguridad Nacional”, una organización sin fines de lucro, localizada en la Universidad George Washington, publicó ayer, (23/03) una serie de archivos desclasificados que revelan cuánto sabia el gobierno norteamericano sobre el inminente golpe y desde cuándo poseía dicha información. Estos documentos demuestran que hubo múltiples contactos entre los militares argentinos y oficiales y políticos norteamericanos, al menos desde febrero de 1976. El embajador norteamericano Robert Hill, envió varios informes y cables a distintas oficinas informando no sólo los movimientos de los golpistas, sino también proponiendo planes de acción. El informe plantea varias trampas al lector, ya que plantea desde un primer momento que los Estados Unidos solo recibió informes y no puso manos a la obra en la organización del golpe de 1976. Pero cuando el embajador comenta que el almirante Massera busco reunirse con él para decirle que los militares argentinos estaban a punto de dar un paso importante para “salvar el vaciamiento político”, no buscó de ninguna manera persuadirlo de que no debían dar el golpe, ni tampoco busco la forma de detenerlos o denunciarlos políticamente ante los organismos internacionales que defienden la autonomía de los pueblos.

Los documentos publicados dan cuenta de que Estados Unidos tenía conocimiento no sólo de los golpistas, sino de sus preparaciones para el golpe y sus planes subsiguientes respecto a la represión contra la ‘subversión’, en lo que los norteamericanos llamaron después “un gobierno militar de duración prolongada y con una crueldad sin precedentes”. También muestran como los golpistas no solo fueron discretamente asesorados por los Estados Unidos más de un mes antes del golpe, sino que el gobierno norteamericano estaba dispuesto a reconocer y apoyar el nuevo régimen.

El entonces Secretario de Estado adjunto, William Roggers, en un informe enviado a mediados de febrero de 1976 al secretario de Estado Henry Kissinger, señala la posibilidad de violaciones a los derechos humanos después de la toma del poder por parte de los militares. Dice el informe “esperamos que [el gobierno militar] sea amigable hacia los Estados Unidos” y agrega que “en su lucha contra las guerrillas, el gobierno militar argentino seguramente incurrirá en violaciones a los derechos humanos tales que generarán crítica internacional. Esto podría derivar en presiones sociales y del Congreso que complicarían nuestra relación con el nuevo régimen”. Buscando anticiparse a los problemas con EEUU sobre la represión contra la subversión el “grupo militar” argentino se acercó a los oficiales de su propio ministerio del exterior para aconsejar (y digitar) sobre como el futuro gobierno militar podría evitar o minimizar el tipo de problemas que los gobiernos chileno y uruguayo con los EEUU sobre el tema de los derechos humanos.

El 13 de febrero de 1976, el embajador Hill se reunió con un empresario norteamericano, de origen argentino, “Sr. Carnicero” quien le informó que varios oficiales de alto rango le habían pedido organizar una reunión entre un representante de los militares y el secretario Kissinger. El objetivo de dicha reunión era poder explicar la necesidad de tomar el poder y de obtener garantías de pronto reconocimiento. El embajador rechazó la reunión por considerar que “si fuera de conocimiento público, podría ser malinterpretada en detrimento de los oficiales y del secretario Kissinger”. En un pasaje revelador, Hill le recordó al emisario que “la embajada ha indicado, discretamente y por terceras partes, que el gobierno de EEUU reconocerá el nuevo gobierno de Argentina”.

Mientras se acercaba el día del golpe, los militares argentinos intentaros contactarse con otros actores políticos influyentes. En una misión secreta, cables del FBI y del Departamento de Estado revelaron que el ex director de la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA), el teniente general Daniel O’Graham, llegó a Buenos Aires sólo 12 días antes del golpe, acompañado por el senador ultra conservador Jesse Helmes y sus asistentes. Como O’Graham había sido director adjunto de la CIA antes de asumir en la DIA, el embajador Hill lo urgió a que saliera de Argentina, porque temía que se pudieran generar rumores de involucramiento de Estados Unidos en el golpe. “Espero que este problema quede resuelto, ya que podría ser extremadamente embarazoso y muy perjudicial para nuestra relación”. De acuerdo a fuentes del FBI Videla esperaba que un emisario se reuniera con Graham “para explorar en detalle las recomendaciones del general respecto a las relaciones públicas del proyectado golpe de la Fuerzas Armadas Argentinas contra el gobierno”.

Según estos documentos el propio embajador Hill decidió salir del país el 17 de marzo para contrarrestar las acusaciones de conocimiento y participación norteamericana. “Creo,” escribió Hill al departamento de Estado “que es en el mayor beneficio del gobierno que proceda con mi plan como si no tuviera aviso previo […] El hecho de que voy a estar fuera del país cuando el golpe suceda, será según creo, a nuestro favor, indicando que ni la embajada ni el gobierno de EEUU estuvieron involucrados”.

El día anterior al golpe, el embajador informó al Consejo de Seguridad Nacional que Washington necesitaba estar listo para comprometerse con el gobierno militar “Mientras [este documento] se escribe, Argentina está en un estado de incertidumbre. […] Argentina ha sido uno de nuestros principales interlocutores y esto no va a cambiar bajo el nuevo gobierno, sin importar quien reemplace inmediatamente a la Sra. Perón (si, y cuando fuera reemplazada), el hecho es que Argentina necesita de los EEUU tanto como nosotros necesitamos de ella… [eventualmente] volverá a la normalidad jurídica en una búsqueda desesperada de inversiones. Estados Unidos puede esperar ser el primer país al que acudirá Argentina”. Como vemos en este párrafo, el consejo de Seguridad Nacional sabía todos los movimientos de los militares argentinos, y lejos de defender una democracia, apoyaron el golpe interponiendo excusas financieras y económicas para llevar adelante la usurpación.

Según Carlos Osorio, director del Proyecto de Documentación del Archivo de Seguridad Nacional del Cono Sur, “no hay evidencia de que los EEUU instigaron el golpe” solo “aceptaron y tácitamente apoyaron el cambio de régimen porque Washington compartía la posición militar que el golpe era la única alternativa al caos en Argentina”. Según Osorio los documentos indican que los oficiales estadounidenses querían creer que el líder del golpe, el General Videla, era un moderado. El artículo publicado por el National Security Archive quiere limpiar un poco la sangre de las manos del estado norteamericano, ya que termina diciendo que “la dictadura militar que siguió, mató y desapareció a más de 20.000 personas”.

Si bien en aras de la verdad el Archivo publica documentos desclasificados, la versión que presentan es muy parcial, ya que ninguno de los documentos publicados muestra cual fue la respuesta de Washington a las advertencias y planes del embajador en Argentina, como si este hubiera sido un ente separado del cuerpo diplomático y de las decisiones de gobierno norteamericanas. No hay en los documentos publicados ayer una sola respuesta de la administración Ford sobre el tema. Tampoco hay un solo informe sobre que paso con la reunión planeada entre Videla y Graham que supuestamente fue frustrada por el embajador Hill. De una forma velada quieren hacernos creer que Estados Unidos es inocente en la masacre de los 30.000 compañeros desaparecidos, y que su único crimen fue saber con anticipación que el golpe iba a ocurrir. Nos quieren hacer creen que tuvieron un error de caracterización, cuando pensaron, como la gran mayoría de la izquierda argentina, que Videla era un moderado. Si bien el articulo saca a la luz algunos datos provechosos, no es totalmente revelador, ya que busca de una forma u otra decir que ellos no lo orquestaron, solo aprovecharon la oportunidad que les ofrecían los golpistas argentinos, de hacer lo que ellos buscaban que pasara: el cambio de gobierno para aplacar la rebelión popular, la falta de seguridad jurídica que les obstaculizaba su desarrollo capitalista. Es solo para distraer, ya que si uno no toma el contexto histórico del momento puede creer que Estados Unidos no puso manos en el asunto. Pero si el mayor paladín de la lucha por los gobiernos democráticos, sabiendo todo lo que sabía con anticipación, no bregó por mantener un gobierno democrático, elegido por el pueblo, y apoyó fervientemente el golpe de estado, lo eleva a la categoría de partícipe necesario. Los oficiales argentinos buscaron ayuda en estados unidos y no solo la recibieron, sino que también obtuvieron la garantía de que los iban a reconocer y apoyar. Los estados Unidos son co-creadores del golpe, porque teniendo toda la información de lo que iba a suceder (incluidas las violaciones a los derechos humanos) no solo no evitaron un crimen, sino que le dieron su bendición a los criminales. Estos documentos lo único que demuestran es como los órganos de gobierno estadounidenses trataron de sacarse la responsabilidad de encima de sus maniobras golpistas, y quedaron más expuestos al tratar de anticiparse y desvincularse de los hechos.

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