Cafiero-Fernández abren vacunatorio VIP para Larreta y Santilli

Escribe Marcelo Ramal

Tiempo de lectura: 2 minutos

El gobierno nacional, a través de Santiago Cafiero, ha habilitado a que las provincias adquieran vacunas por su cuenta. El visto bueno de los Fernández fue aprovechado por Larreta y Santilli, los ‘buenos’ de la ‘grieta’, para iniciar gestiones con los laboratorios norteamericanos, a pesar de que su ministro de Salud advirtió que el mercado mundial ya estaba atiborrado de compradores. Pero precisamente por esto, la aparición de un distrito menor como Caba podría encontrar un stock módico suficiente para el electorado porteño. Si semejante ‘gambito’ tiene éxito, por lo menos Cafiero deberá ir a hacerle compañía a Bielsa, Ginés y Losardo.

Privados

El respaldo político de Cafiero a Larreta abre la puerta al abandono del monopolio estatal de la provisión de vacunas. El antecedente continental fue aportado nada menos que por Jair Bolsonaro, quien acaba de sancionar una ley que habilita a privados a importar y comercializar vacunas en Brasil. El fascistoide brasileño incluyó en su norma un prurito “social”: por cada vacuna vendida en forma privada, su comercializador debe entregarle otra al Estado. En Argentina, Pichetto propuso un proyecto de ley similar, sólo que con una cláusula “social” más mezquina: las vacunas a donarle al Estado deberían representar sólo el 30% de lo que se importe en forma privada. El copyright de este método pertenece a la Legislatura porteña que, cuando privatiza tierras públicas, se reserva el espacio para una pequeña plaza, un jardín de infantes o un comedor.

El debate sobre la privatización vacunatoria está instalado mundialmente. Un mercado privado de vacunas acentuará la desigualdad social y sanitaria. El mercado solvente de medicamentos y vacunas se limita a dos mil millones de personas – los otros seis mil millones no tienen dinero para adquirirlas, cuando el gasto público para ello se achica en forma permanente. Naturalmente, los monopolios capitalistas y sus agentes financieros ven en un mercado libre de vacunas la apertura de un mercado cautivo de personal de grandes empresas. Con corporaciones semiparalizadas por el Covid (ver nota sobre Toyota Argentina), la privatización permitiría a las corporaciones encapsular a su personal. Sin embargo, ninguna vacuna ha demostrado todavía que es infalible, ni la duración de su eficacia, y menos aún evitar el carácter social del contagio. Como la oferta de vacunas es limitada –y más todavía por el secreto industrial impuesto por las patentes- una habilitación a los privados reconfiguraría el abastecimiento mundial, sin por ello dejar de obedecer a las exigencias de la geopolítica, como se denomina ahora a la rivalidad imperialista. Las mutaciones del virus avanzarían a mayor velocidad en el caso del abandono de la vacunación sin recursos. Es lo que ya ocurrió en los países que vacunaron para acelerar la "vuelta al trabajo" y terminaron desencadenando rebrotes, “olas” y mutaciones que avanzaron mucho más velozmente que las inoculaciones. Esta situación asuela hoy a casi toda la Unión Europea, con una agudización de la pandemia en los países con mayor aplicación de dosis.

En Argentina, la vacunación “privada” dejaría afuera al 40-50% de la fuerza laboral precarizada o subempleada. Si han fracasado las “burbujas” de 10 o 15 alumnos ¿qué decir de una fábrica de miles de trabajadores, y de sus múltiples vínculos con una clase obrera cruzada por la informalidad laboral o el hacinamiento habitacional?

En cualquier caso, tomemos nota que el gobierno de “Todos” le ha abierto las puertas a la privatización vacunatoria a la fracción mayoritaria de JxC. Seguramente espera un vuelto, o ese ha sido el vuelto que recibió por la promesa de compromisos en la Justicia. El mismo día en que el jefe de gabinete “abrió” la compra de vacunas, su gobierno decretaba el regreso al trabajo de todo aquel que hubiera recibido una dosis, a pesar de que todos los días se escucha un nuevo caso de contagiados en esa condición. La UIA agradece, además de los Repros.

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