Los desafíos de la transición política a las elecciones de noviembre

Escribe Jorge Altamira

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Política Obrera se va a involucrar fuertemente en la elección a noviembre, con independencia del resultado que obtuvimos en las PASO en CABA, Provincia y Tucumán. Lo haremos naturalmente en Salta, Santiago del Estero y Capitán Bermúdez, en el cordón industrial de Rosario, donde hemos superado la exigencia del piso mínimos de votos. En realidad, haremos una campaña fuerte en todo el país. Daremos continuidad a la enérgica actividad que hemos desarrollado en las PASO, ´a pata y pulmón´, donde nos hemos movilizado con mucha fuerza, progresado en penetración política en barrios y empresas, y en reclutamiento.

Como advierten la mayor parte de los observadores y los partidos en presencia, Argentina ingresa en una transición política de fuertes contradicciones sociales e internacionales de aquí a noviembre y más allá. La campaña electoral se verá surcada por una explosión de conflictos en todos los niveles, que ocuparán el primer lugar de la lucha política. Se pondrá a prueba la capacidad oficial para controlar el mercado de cambios y la inflación. La reactivación económica no amortiguará la crisis de empobrecimiento social, podría acentuar el crecimiento de precios y dar paso a luchas reivindicativas. La pandemia tampoco ha concluido, como se pretende. Aparece incluso información acerca de mortalidad materna, que ha sido ocultada hasta ahora, como tantas otras – cardiovasculares, cáncer- por dilaciones en la atención del sistema de salud.

El gobierno no se atreve a proceder a un cambio de gabinete por razones contradictorias. De un lado, para no acentuar una percepción de inestabilidad; del otro, porque ya tiene decidido un rumbo de conjunto. Es lo que ocurre con la intención de convertir los planes sociales en trabajos altamente precarizados y proceder a una reforma laboral que arranca con la eliminación de la indemnización por despidos. Desde ya, irá a un acuerdo con el FMI, sin considerar las diferencias internas en su seno, que podrían haberse acentuado. Lo hará en condiciones de debilidad política. Un punto nodal será la discusión del Presupuesto 2022, que el gobierno pretende aprobar en el Congreso antes de las elecciones y de la inauguración de un período parlamentario en el cual contará con una posición minoritaria en Diputados. El proyecto de Presupuesto introducirá muchos de los acuerdos ya negociados con el FMI.

Una campaña verdaderamente socialista no puede reducirse a ofrecer una indicación de voto. Bajo ninguna circunstancia debe confundirse con la de las corrientes de izquierda, como el FITU y AyL, que seguramente profundizarán su carácter electoralista. No obstante, es necesario observar el desarrollo que estas campañas vayan asumiendo y adoptar, al final, un planteo de voto. Nuestra campaña se centrará en impulsar debates y pronunciamientos acerca de la reforma laboral y jubilatoria, y el reclamo de la incorporación inmediata al trabajo de los trabajadores desocupados, mediante una Bolsa de Trabajo, independiente del Estado y de las burocracias estatizadas. Reivindicaremos, asimismo, el salario y jubilación mínimas iguales a la canasta familiar –no la canasta de pobreza, de sesenta mil pesos, que reclaman varias organizaciones sociales. Nos empeñaremos en verificar, mediante una campaña, la adhesión de las organizaciones clasistas y los trabajadores a movilizarse por medio de pronunciamientos.

La firma de un acuerdo con el FMI está decidida a nivel oficial y por parte de la oposición patronal. Pero no es un asunto concluido ni tendría, necesariamente, un alcance estabilizador de la situación financiera. La pseudo pos pandemia internacional no ha dado lugar a un reactivación económica sustentable, como se había pronosticado apresuradamente. Los índices de crecimiento del PBI han disminuido a nivel mundial, y hasta han revertido. En Brasil son negativos. La inflación de precios se ha disparado en todo el mundo. En varios países, el aumento de las tasas de interés para controlarla ha sido muy alto y provocado efectos recesivos, incluso quiebras empresarias. Otro fenómeno es la disparada de la crisis en China; los conflictos desatados entre compañías y el Estado; y la perspectiva de bancarrotas fuertes, como consecuencia del freno oficial a la especulación inmobiliaria. En este marco, el conflicto entre republicanos y demócratas en Estados Unidos ya tiene un impacto financiero negativo, cuando el endeudamiento público se acerca al tope establecido por ley y amenaza con un default oficial. Una combinación de altas tasas de interés internacionales, por un lado, con las vulnerabilidades financieras en China, por el otro, amenazan con una crisis internacional mayor a la de 2007/8. América Latina es la región más golpeada por la inestabilidad financiera internacional. Un arreglo con el FMI, en definitiva, no resolvería ninguno de los desequilibrios financieros de Argentina.

No debe dejarse de lado la influencia de la crisis política en Brasil. El golpismo fascistizante de Bolsonaro no ha sido enfrentado por el arco político opositor, desde la derecha hasta el PT y el Psol. Este inmovilismo refuerza la campaña del pequeño Trump. Las centrales sindicales no han abierto la boca ante la liquidación del derecho laboral. La victoria macrista del domingo augura una continuación de la ofensiva de provocaciones del gobierno brasileño.

El voto por el FITU -arriba del 5% a nivel nacional- importa a la luz de esta transición política a noviembre y en la etapa inmediatamente posterior. Es cierto que el voto cae considerablemente en distritos de alta votación en el pasado -Córdoba, Mendoza, Salta- y de que no tiene el alcance político que marcan los números, en provincias como Chubut, Entre Ríos y La Pampa, con escasa presencia militante. Se destaca también el derrumbe del aparato del PO en Córdoba (terceros dentro del FITU) y Salta (segundo, en alianza con el PTS, con una votación inferior a la de Política Obrera). En Jujuy podría obtener, en noviembre, un diputado nacional. En poco tiempo se verá si es un crecimiento episódico y fluctuante, como otras veces, y la capitalización de viejas corrientes de izquierda venidas a menos y un llamado “voto castigo”, o la expresión de una radicalización política, con independencia del oportunismo parlamentarista de la campaña del FITU. La práctica zanjará si se trata de una cosa o la otra; lo que importa, en todo caso, es poner a prueba estás alternativas mediante una campaña política de agitación y reclutamiento.

No se debe confundir una indicación de voto con el apoyo a una campaña política oportunista; cada cosa tiene su tiempo. Pero el giro de la situación política, a partir de la derrota del oficialismo, exige responder con una campaña política de debates y pronunciamientos, que sirvan para reunir las condiciones de una acción histórica de las masas.

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