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El gobierno se ha pulverizado. Luego de sufrir una derrota importante el domingo pasado, enfrenta las elecciones de noviembre en la anarquía más completa. La lista de candidatos del FdT, ya inamovible, ha quedado privada de capacidad electoral, porque representa esto y lo contrario, algo probablemente inédito en la historia. Las listas que compitieron en las PASO para salir luego unificadas, enfrentan a una lista oficial que las atravesó unida para salir escindida. Es una lista que no podría descifrar el significado del voto que reciba, si es que lo recibe. Probablemente pierda a una mayoría de ellos y caiga en la insignificancia. Quienes votaron por el oficialismo hace cuatro días, se dispersarían en varias direcciones y se refugiarían en el voto en blanco. El Congreso que asuma en diciembre perderá, políticamente, representatividad, y carecerá de autoridad. Una victoria opositora tendría lugar en el vacío. El gobierno que preside Alberto Fernández no tendrá una bancada con peso propio. Los proyectos de leyes navegarán por el “salón de pasos perdidos”.
La prensa diaria observó que para el kirchnerismo no son extrañas las situaciones como estas. Le ocurrió en Santa Cruz con dos gobernadores puestos por los Kirchner – Acevedo y Peralta. Volteó al primero pero no pudo con el segundo. La crisis desatada por iniciativa de CFK ha creado ahora un gobierno “doble comando”, porque la Vicepresidencia también importa. Es una situación radicalmente inestable, que no puede durar en el tiempo. El peronismo no ha podido imponer esta vez la fórmula “Cámpora al Gobierno, Perón al Poder”. Esta fórmula, que gozó del apoyo de toda la oposición, fracasó en su momento, y dio paso al golpe militar. Cristina Fernández no logrará lo que no pudo el viejo caudillo.
Alberto Fernández se ha apresurado en internacionalizar la crisis y darle un carácter político definido al anunciar ayer que no hay otra vía que la del FMI. Aseguró que un acuerdo traería financiamiento, reactivación y crédito a la mediana industria. El Presupuesto que el ministro Guzmán mandó al Congreso solo promete una inflación elevada y la reducción de las partidas destinadas a pagar los juicios ganados por los jubilados. Es un atropello que pasa por encima de fallos de la Suprema Corte. Pero el FMI ya ha dicho que quiere un acuerdo firmado por el Congreso, y ahora debería hacerlo con un Presidente solitario, que no domina su propio gobierno, ni tampoco va a contar con una bancada propia real en el Congreso. Los macristas no correrán a rescatarlo de su debilidad con sus parlamentarios, ni menos con ministros. De una u otra manera, Argentina marcha a un acortamiento del mandato de los Fernández y nuevas elecciones, y a alternativas todavía más críticas. Alberto Fernández no cuenta con el apoyo de una Liga de Gobernadores, en las que no estarían Mendoza, Córdoba ni Santa Fe, ni tampoco Salta. El apoyo de la burocracia de la CGT, fundamentalmente Gerardo Martínez, y Moyano, vale lo que la cotización del peso – sirve para transar pero no para acumular valor y poder. El otro apoyo es el de las organizaciones sociales pro gubernamentales, desde el Evita hasta la CCC. El gobierno de Fernández en solitario tendería a convertirse en un bonapartismo suma cero, cuyo equilibrio reposa en la paridad de las fuerzas antagónicas que lo acosan. El abandono del gobierno por parte del kirchnerismo no expresa una izquierdización o radicalización, sino lo más cercano a un desbande. Ha defendido hasta el final los golpes a los salarios y jubilaciones, y los falsos planes de empleo para los desocupados.
El peronismo, históricamente un cadáver, no está recibiendo una sepultura digna – tampoco podía ser de otro modo. Dijimos desde estas páginas que luego de las PASO, Argentina ingresaba en una nueva transición política de mayores alcances que en el pasado – desde el Argentinazo y el derrumbe del macrismo. No será una etapa electoral y parlamentaria, aunque sea pródiga en votaciones, elecciones y luchas parlamentarias. Se abre un periodo político e ideológico para las masas, cada vez menos referenciadas en el peronismo.
Argentina no va a ser rescatada por medio de un “plan Marshall”, cuando ni Biden consigue el diez por ciento de eso para Estados Unidos. Por eso crece la tendencia a una ofensiva política y económica del capital.
Queda planteado a todas las corrientes políticas y sindicales de izquierda y clasistas la convocatoria a un Congreso Obrero, un congreso de activistas y electos en sus lugares de trabajo, y militantes, para lanzar una campaña de agitación y lucha en defensa de los derechos laborales, un salario y una jubilación mínimas igual al costo de la canasta familiar, reparto de las horas de trabajo. Que lance un plan obrero de protección de la salud de los trabajadores, frente a una pandemia que no ha cesado y, que por razones varias, podría agravarse. Por una campaña contra el acuerdo con el FMI y el no pago de la deuda externa. Por una plan de salida a la crisis en función de los intereses históricos de la clase obrera.
Es indudable que el período electoral a noviembre se encuentra condicionado por la crisis del conjunto del régimen político. En este marco, este Congreso debería intervenir en la campaña electoral para impulsar las listas existentes que hagan suyo este programa, así como los métodos de lucha que corresponden.