Escribe Marcelo Ramal
Con un Congreso Obrero “todos unidos triunfaremos”.
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Después de varias idas y vueltas, el gobierno resolvió hacer del domingo 17 de octubre una convocatoria “libre”, o, como diría más de un izquierdista, “autoorganizada”. Por tuit, Alberto Fernández invitó a manifestarse en las calles o plazas. 76 años después de la huelga política de 1945, un presidente peronista no anima a convocar a un apoyo al gobierno, sino a celebrar “una fiesta de la democracia” (sic). Más o menos un pedido para que lo dejen en la Rosada hasta diciembre de 2023.
El kirchnerismo ha interpretado el acto para el día siguiente como una movida de la burocracia sindical contra Cristina y un apoyo a Alberto. Puede que sea así, pero la CGT busca ocultar otra pelea, la que recorre a la burocracia en vísperas de renovación de sus ‘autoridades’. La puja fue anticipada por la ruptura de la estratégica Confederación del Transporte, entre los gremios afines al moyanismo, de un lado, y la UTA y los Fraternales, del otro. El estallido del gobierno se manifiesta en todos los ámbitos – CGT, organizaciones sociales, en el gobierno bonaerense con la partida de Berni. La crisis terminal del gobierno hace metástasis.
Para contraponerse al acto cegetista del 18, el kirchnerismo comenzó a agitar la salida a las calles para el domingo 17. Alberto Fernández se subió al carro de esa convocatoria “libre”, para disimular, él también, la división. Sin oradores ni destino, la convocatoria evita cualquier disputa por palcos, oradores o ejes políticos. “La organización vence al tiempo”, un dogma corporativista de la doctrina peronista, nunca ha tenido una vigencia, como se vuelve a ver.
A diferencia de lo que ocurrirá el domingo, Alberto Fernández sí tomó la palabra en otro ámbito y otro público, el del coloquio empresarial de IDEA, que reúne anualmente a los capitostes de la burguesía. Como ya lo había hecho el día anterior ante un grupo más reducido, Alberto anticipó que la negociación con el FMI va “para largo”, o sea, que se encuentra empantanada. Para calmar a la gran patronal, el presidente les aseguró que la vice “también apoya” (el acuerdo), pero no dijo cuál, porque todavía no existe. Pero sus interlocutores fueron más concretos: Madanes Quintanilla, el dueño de Fate, le reclamó a Alberto el fin del cepo
, preocupado por las trabas a las importaciones de insumos. El reclamo es significativo, porque viene del sector más beneficiado por el cierre de las importaciones a lo que se produce en el país – en este caso, de cubiertas. Si se levanta el “cepo” y se devalúa la moneda, Fate y el resto del neumático perderá su monopolio interno. El capitalismo tiene que lidiar con sus propias contradicciones. Los “jefes de la industria”, en definitiva, no sólo el neumático se suman al reclamo de los agroexportadores, en lo que vendría a ser la base de sustento de un recambio de gobierno. Fernández fue por un apoyo empresarial y recibió un nuevo emplazamiento. Horas después, se conocía el dato de la inflación de septiembre, que implica la confiscación de la módica “platita” que, bajo la forma de aumento del salario mínimo o pagos por única vez, intentaron aplacar la caldera social.
Sin respuestas frente al impasse económico, Alberto Fernández reiteró a la oferta de “convertir a los planes sociales en empleo”. El proyecto que Massa presentó en el Congreso traslada al Estado el 30 u 40% del costo laboral de las nuevas contrataciones, un subsidio gigantesco que las patronales miran con frialdad, porque es inferior al que le aportaría una devaluación a valor de mercado. El salario ha sido llevado ya al nivel más bajo de las últimas dos décadas, sin que ello haya movido el amperímetro del empleo ni de la inflación. La patronal está subida al carro de la eliminación de las indemnizaciones, o sea, el abaratamiento de los despidos. En la CGT, ya se abrió la primera puerta a este planteo antiobrero, después que Facundo Moyano se convirtiera en portavoz del proyecto.
La clase obrera, ocupada y desocupada, está fuera del radar de estas jornadas del 17-18 de octubre, que sólo serán recordadas como un episodio más en la desintegración del FdT. El escenario de mayores luchas que se abre a partir de ahora plantea la tarea de desarrollar la autonomía política de la clase obrera, que no debe confundirse para nada con el izquierdismo parlamentario. Los trabajadores conocen la vía para eso: asambleas, planes de lucha, plenarios, coordinaciones, discutir la huelga general y un Congreso Obrero, un congreso de delegados con mandatos de los lugares de trabajo.
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