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El nicaragüense Ernesto Cardenal era un poeta popular. Falleció este domingo a las 16 horas a los 95 años. Durante sus décadas de residencia en la tierra había sido sacerdote, integrado las filas del sandinismo –que dirigió la revolución que desplazó al dictador Anastasio Somoza del poder– y había sido un gran poeta, tanto que sus versos eran memorizados por generaciones de toda América Latina al punto que muchos de ellos perdían la firma, es decir, adquirían el carácter de anónimos, se transmitían de boca en boca, se pintaban en paredes y se escribían en cuadernos y en agendas sin que importara quién había sido su autor, porque pasaban a pertenecer a quien los leía o recitaba. Su poesía se había incorporado a la cultura de masas. Es que Cardenal era un poeta popular.
Había nacido en el seno de una familia acomodada de la ciudad de Granada, en Nicaragua, en 1925 y, según sus memorias, vivió una vida disipada hasta los 30 años, en los que estudió Letras en la Universidad de México, vivió en Nueva York y viajó por Europa durante años. Regresó a Nicaragua y en 1954 participó de un frustrado intento de derrocamiento de Anastasio Somoza padre, luego de lo cual viajó a Estados Unidos para integrarse a la comunidad trapense dirigida por el sacerdote estadounidense Thomas Merton, en Kentucky. Merton también escribía poesía y su planteo sacerdotal incluía la meditación y la incorporación de disciplinas orientales. Había traducido, por ejemplo, a Lao Tsé.
La voz poética de Cardenal está atravesada por la influencia de Walt Whitman, el poeta de estadounidense de la democracia, cuyos versos de largo aliento también poseen una narratividad que el nicaragüense manejará con maestría. Así escribe su primer libro Hora 0, que se detiene en la lucha y asesinato de Sandino: “y la gran sombra, la del gran crimen,/ la sombra de Augusto César Sandino. / Todas las noches en Managua la Casa Presidencial se llena de sombras. / Pero el héroe nace cuando muere / y la hierba verde renace de los carbones”. En 1960 regresa a Nicaragua, ya como cura que adhiere al tercermundismo, funda una comunidad en la isla de Solentiname donde campesinos y pescadores asisten a misas cargadas de reflexión política y a la manera de las primeras comunidades cristianas. Escribe sus famosos epigramas, que se recitarán en las verbenas populares sin importar el autor: sus poemas a Claudia son ya legendarios. “Muchachas que algún día leáis / emocionadas / estos versos / y soñéis con un poeta: / sabed que yo los hice para una como vosotras/ y que fue en vano”, dice uno. O este otro: “Me contaron que estabas enamorada de otro / Y entonces me fui a mi cuarto / Y escribí ese artículo contra el Gobierno / Por el que estoy preso”. En 1962 escribió su celebrada “Oración por Marilyn Monroe”. Su adhesión a la Teología de la Liberación y su rol como poeta lo convirtieron en un intelectual de relevancia pública y comprometido con la causa antidictatorial.
En 1979 las tropas del Frente Sandinista de Liberación Nacional ingresaron en Managua en el marco de una huelga general mientras el presidente Somoza escapaba en avión hacia los Estados Unidos y daba comienzo así la revolución sandinista, cuyo líder era Daniel Ortega, miembro de la Tendencia Tercerista (las otras dos eran la Tendencia Guerra Prolongada y la Tendencia Proletaria, una campesinista y la otra centrada en la clase obrera), que planteaba un gobierno de coalición amplia. De ese modo, se consagró una junta de gobierno que integraron, además de Ortega, representantes empresarios, intelectuales y hasta Violeta Chamorro, quien luego derrotaría en elecciones en 1990 al sandinismo. Cardenal fue designado ministro de Cultura, aunque fue boicoteado por Rosario Murillo, esposa de Ortega, quien logró finalmente que se cierre el ministerio en 1987. Los Contras financiados por el imperialismo yanqui ejercieron un rol de oposición militar a la revolución. Juan Pablo II visitó la nación centroamericana en 1983 con el objetivo de concentrar a la oposición al sandinismo. Cardenal, que al llegar el papa había gritado en una misa en la Catedral: “¡Viva la revolución!”, fue amonestado públicamente por el pontífice contrarrevolucionario, quien lo sancionó quitándole su rol sacerdotal. Cardenal se sometió a la disciplina vaticana.
Luego de que Daniel Ortega entregara la revolución en elecciones en las que la oposición contó con la ayuda económica estadounidense, Cardenal se retiró a Solentiname, donde siguió escribiendo. En 2006, Ortega volvió al poder bajo las siglas del FSLN, pero nada quedó del programa sandinista en su gobierno, que ejerce hasta hoy con mano dura, represiones y asesinatos de manifestantes, a la vez que si bien forma parte de los gobiernos “bolivarianos” no cesa de ejercer políticas de ajuste. Cardenal se convirtió en una voz y una figura de la oposición a Ortega, a quien denunció como autoritario y destacó el gobierno familiar ejercido por el antiguo comandante del FSLN y su esposa Rosario Murillo.
Ernesto Cardenal murió este domingo. Uno de sus últimos poemas decía así: “(...) el universo consciente de sí mismo: / polvo de estrellas / que puede en la noche / mirar las estrellas / Nacidos de explosión de supernovas / Hijos del Sol y del Sistema Solar / ¿Tenemos un rol en el universo? / Yo diría que sí”.