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La Patagonia padeció el fin de semana pasado un histórico temporal de viento, con ráfagas de 160 kilómetros por hora.
En Bariloche, una gran cantidad de barrios, sobre todo del Alto -la zona alejada del centro turístico de la ciudad, donde viven los trabajadores- sufrieron la voladura de sus techos y, en muchos casos, incluso de toda la vivienda debido a su precariedad.
Bariloche permaneció sin luz y sin agua por varios días. También se suspendieron las clases porque las escuelas quedaron sin techo. En las localidades de Dina Huapi y Lago Puelo, los vecinos volvieron a buscar agua al lago, como en los tiempos de la colonia.
El reclamo al gobierno de Bariloche no se hizo esperar. Mientras la población se organizaba en brigadas para arreglar los daños, las radios se vieron inundadas de denuncias de los oyentes. “Queremos algo más que nylon esta vez”, reclamaban. La prioridad para el Municipio, sin embargo, fue enviar a las cuadrillas a los barrios privados a reponer árboles y cableados.
Pero no es sólo el viento. La naturaleza local es atacada permanentemente por el caos que produce el desarrollo inmobiliario, es decir, por la tala indiscriminada de árboles, la plantación de especies exóticas, el desvío de los cauces de agua.
No fue sólo el viento lo que causó la falta de agua en la ciudad. Distintas zonas sufren, cada verano, la escasez cuando no la falta absoluta de agua en sus barrios. Hay una crisis hídrica que el gobierno no resuelve. Los vecinos se reúnen en asambleas para discutir el problema. “A la falta de inversión en infraestructura y obra pública, se suma lo que ya sabemos: la sequía, la baja de caudal, y el riesgo de incendios. Son motivos suficientes para unirnos. Cuidar a nuestras familias es concientizarnos de la situación para ponernos de pie y luchar por el derecho humano elemental que es el agua”, manifestaron en un comunicado los vecinos del Frutillar, uno de los barrios periféricos de la ciudad.
La precariedad de las condiciones de vida de los trabajadores no se soporta más. Se impone reunirnos en asambleas por barrios, como lo están haciendo los vecinos de Frutillar y organizarnos para dar una salida a la miseria a la que nos somete este régimen decrépito.