Escribe Julián Asiner
Myriam Bregman, kircherismo explícito.
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En una entrevista en el canal IP, Myriam Bregman se despachó con la siguiente caracterización del momento político. “Las grandes empresas productoras de alimentos centralmente están haciendo una extorsión a punta de pistola sobre el gobierno y por esa vía, sobre el bolsillo de toda la población”, a raíz del conflicto por los controles en los supermercados. En esta línea, aseguró que “se necesita el control popular sobre el valor de los precios” (LID, 22/10). Pasemos por alto ´el valor de los precios´, para ir al núcleo del asunto.
La posición de Bregman podría ser suscripta por Roberto Feletti y La Cámpora. En realidad, lo que se necesita, en primer lugar, frente al aumento de los precios, y Bregman lo advierte, es el aumento de los salarios y la movilidad automática de los salarios contra la inflación. Esto supone, cosa que Bregman no advierte, una lucha obrera contra la clase capitalista y el Estado, y una intervención de masas en los asuntos políticos y en la crisis política. El ´control´ o ´congelamiento´ de los precios pone el acento, en cambio, en la acción del aparato y la burocracia del Estado, que se protege muy bien de la inflación, y tiene como propósito evitar la lucha de los obreros y los aumentos de salarios. La evidencia más clara de la incapacidad del gobierno de evitar el aumento de precios es su política inflacionaria, que ha acumulado una deuda de seis billones de pesos, o cuarenta mil millones de dólares en Leliq, en beneficio de los grandes bancos. Lo mismo la deuda del Tesoro, que se indexa, a diferencia de los salarios, por inflación y/o devaluación. Mentar el ´control´ de precios cuando el gobierno escenifica una parodia para salvar el pellejo en las elecciones, es funcional a la demagogia oficial. Es pedirle peras al olmo.
Bregman no solamente apoya la parodia – reclama también el ´control popular´. Se entienda lo que sea por ´control popular´, él tendrá que venir de abajo no desde arriba, y más precisamente desde abajo contra los de arriba. El control de la clase obrera sobre la economía es siempre el producto de una acción histórica independiente. Cuando no ocurre esto, el ´control´ es un simulacro – plantea la cogestión o co-participación obrero-patronal-estatal. El control de los precios no existe sin el control de la producción, y lo más que podrían lograr es que los “precios de mercado” se acerquen a “los precios de producción”. Los “precios de producción” se determinan en la cadena productiva por otros “precios de producción”, relativos a los insumos entre unos y otros. La utilización de las elecciones para clarificar al pueblo, se ha convertido, por parte del FIT-U, en un medio de confundirlo más. En resumidas cuentas, es necesario impulsar una acción histórica independiente de las masas para enfrentar la crisis, y no recurrir a alquimias a-históricas. Hablando de alquimias, los medicamentos no se encuentran en ninguna lista de precios a controlar, incluso cuando pesan más que un kilo de tomates.
Las peripecias mediáticas de Bregman, que despiertan envidia en los solanetes y pitroletes, no concluyen en “el valor de los precios”. El gobierno denuncia que el rebrote de la inflación en octubre, forma parte de “un golpe blando”. La campaña por el control popular de la candidata del FIT-U respalda esta denuncia del gobierno, con la yapa de la defensa exorbitante del “etiquetado frontal”, que enfrenta la resistencia de las ´chambers´ patronales. El punto es que el ´golpe´, ´blando´ o no, ha sido sacado de los cajones por la renuncia ´declinable´ de los ministros cristinistas, y por las conspiraciones al interior del gobierno, como lo han probado los dos 17 de octubre. Nadie ignora que el FMI y los grandes capitalistas y el Vaticano, operan en este campo, pero no es esto lo que los candidatos del FIT-U caracterizan. Por eso han pasado a formar parte del bloque discursivo de los K, ignorando hasta su pretensión de “tercera fuerza”.
El reacomodamiento electoral de la derecha macrista avanza sobre las condiciones que crea el propio gobierno. Sin arrastre entre los trabajadores, Juntos no es una fuerza de gobierno alternativa, como no lo fue entre 2016-19, cuando gobernó con el apoyo parlamentario del peronismo y el apoyo no parlamentario de la burocracia sindical. La crisis nacional se procesa al interior del propio peronismo y tendrá que dirimirse en los nuevos choques y crisis que sobrevendrán a lo que se preanuncia como un nuevo mazazo electoral.
Antes de asumir bancas como ´tercera fuerza´, el FIT-U opera como un sostén ´intelectual´ de un cristinismo en retirada.