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No se había secado la tinta de las “conclusiones de algunos debates” sobre Cuba —ver Altamira (29/11) — que varios hechos las ratificaron casi en el acto. La burocracia, a través del Ministerio del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, anunció que ofrecerá ahora una nueva “cartera de oportunidades” para “los cubanos residentes en el exterior que quieran invertir en Cuba en negocios relacionados con la industria, la rama farmacéutica, el turismo, el impacto ambiental, la minería, el petróleo y la energía”. “Ernesto Soberón, Director General de Asuntos Consulares y Cubanos Residentes en el Exterior (DACCRE), precisó a la agencia oficial de noticias Prensa Latina, —reproduce la agencia cubanet, con sede en Miami— que cuentan con la posibilidad de establecer negocios en Cuba, tanto los que viven fuera de ella de forma permanente, como aquellos que aún tienen su residencia en la Isla. Soberón manifestó que esta decisión ´marca una nueva etapa en el proceso continuo e irreversible de los vínculos del país con los cubanos residentes en el exterior. Pretendemos que los cubanos residentes en el exterior sean promotores del desarrollo y el bienestar… Como regla se puede prever que ellos sean los más interesados en invertir en el desarrollo de sus localidades” (2/12); esto es de las que emigró en su momento.
“La decisión se dio a conocer este miércoles (1/12) en sesión del II Foro Empresarial que se desarrolla en La Habana con la participación de 86 países” (ídem).
A casi un año de la “Tarea Ordenamiento”, la ´apertura´ al capital y la unificación cambiaria no dieron lugar a ´reactivación´ alguna, menos aún del consumo; al contrario se desató una inflación imparable y un descontrolado incremento de la desigualdad social. El desabastecimiento de productos de primera necesidad se agrava día a día; los únicos comercios donde no falta nada son aquellos que la población atacó cuando la sublevación del 11-J. Son aquellos que se identifican con los privilegios de la burocracia y la proto-burguesía: los que operan vía tarjetas de crédito emitidas en el exterior, a las que tiene acceso exclusivamente una porción ínfima de la población —familiares (testaferros) del gusanaje— y la propia burocracia.
Cuba está estancada hace años en su desenvolvimiento económico. La caída de la actividad turística ha sido persistente, mucho antes de la pandemia. El desplazamiento de Cuba como polo turístico del Caribe no cesa desde hace 10 años por lo menos. La burocracia, sin embargo, incluso en medio de la pandemia, mantuvo altísimos niveles de inversión en hoteles internacionales.
Desde los ´90 la burocracia desatendió cualquier otra inversión productiva a favor de la actividad turística, en una asociación privilegiada con traders hoteleros europeos, especialmente españoles (hasta hace poco los cubanos ni siquiera tenían derecho a hospedarse en esos hoteles).
El rubro llamado “inversión inmobiliaria” (incluye no sólo hoteles, sino también canchas de golf y otros servicios) ha ido creciendo sistemáticamente en desmedro de cualquier otro concepto en las cuentas nacionales cubanas. No cesó en el tiempo a pesar de que la competencia de los traders turísticos yanquis desplazó, ya hace rato, a Cuba como polo turístico del Caribe. Esa inversión no cesó siquiera después del 11J. Durante 2020 el rubro se llevó más del 50% de la inversión pública cubana.
Estas inversiones, son cada vez más parasitarias, el porcentaje de habitaciones no utilizadas se incrementa incesantemente.
La inversión en Cuba en rubros imprescindibles brilla por su ausencia, por lo menos desde el llamado ´período especial’. Ningún país de América Latina es tan dependiente de la importación de alimentos. Casi el 80% de su provisión básica proviene del extranjero. El gobierno ha fracasado estrepitosamente en desarrollar una agroindustria propia, no porque no posea tierras fértiles o una mano de obra calificada.
La otrora industria azucarera está en ruinas desde los años 90. La asociación de Cuba con el CAME de la era soviética dejó un lastre insoportable. La burocracia produjo un desmantelamiento sin precedentes de los cultivos y la industria azucarera (las tierras destinadas a ese cultivo están mayormente ociosas; el 90% de los ingenios fueron desmantelados). Cuba produce hoy menos azúcar que hace 100 años (alrededor de 2 m.ton.).
Cuba es hoy el país con la menor inversión en infraestructura de América Latina, en primer lugar por el largo bloqueo norteamericano. El hábitat poblacional (las viviendas, los sistemas sanitarios —cloacas, etc.) se han deteriorado drásticamente. Lo mismo ocurre con todo lo vinculado a la energía (las instalaciones son vetustas, ineficientes —en los últimos tiempos han vuelto los cortes de luz promedio de cuatro horas diarias en casi toda la isla); el transporte se encuentra obsoleto.
El puerto franco de Mariel —la mayor obra civil e inversión de los últimos 15 años—, que construyó el pulpo brasileño, sin embargo, no despegó siquiera.
Queda planteada la necesidad de derogar la “Tarea Ordenamiento” y que un congreso electo de trabajadores establezca un plan económico y político para Cuba.