El acuerdo sigiloso con el FMI en medio de una guerra imperialista mundial

Escribe Jorge Altamira

La clase obrera y la crisis terminal

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El gobierno ha enviado un ante-proyecto de ley al Congreso para aprobar el “Refinanciamiento de Deuda entre Argentina y el FMI”. Se trata, entonces, de un nuevo “reperfilamiento” de la deuda, o sea una prórroga de su pago, con cancelamiento en 2026. En esta fecha tendría lugar una “reestruturación” de la deuda, a diez años de plazo, con vencimiento en 2034. Argentina quedaría en concurso de acreedores durante la próxima década y media, sin ninguna garantía de que salga de ella para esa fecha.

El Congreso, como es obvio, solamente trata proyectos de ley – no “anteproyectos”. La prensa atribuye esta irregularidad a la intención de los Fernández de producir una propuesta alternativa diferente en los debates en las Comisiones Legislativas. Sin apoyo en la oposición, ni tampoco el oficialismo, el Ejecutivo quiere obtener una ley prohijada por varios padres, para repartir la responsabilidad por el cuidado de la criatura. Otra curiosidad del “anteproyecto” es que pide el voto para dos documentos diferentes: uno, del propio Gobierno, que denomina Memorándum de Políticas Económicas y Financieras u “nuestra (sic) visión política”, y otro, el Memorándum de Entendimiento Técnico. La política económica enunciada en el primero de los textos, quedará filtrada por el FMI en el segundo, que es el único que cobrará vigencia. Los “anexos que forman parte de la presente ley”, aunque es un “anteproyecto”, no han sido dados a conocer. En definitiva, a la fecha del presente artículo, el “anteproyecto” no tiene siquiera esa categoría menor.

Otro punto relevante es que el acuerdo con el FMI -el Memorándum de Entendimiento Técnico”- tampoco entrará en vigencia en el caso de que reciba el voto aprobatorio de Diputados y Senado. Para que ello ocurra tiene que ser aprobado antes por el Directorio Ejecutivo del FMI – es decir que tiene la facultad de rechazarlo y devolverlo al gobierno de Argentina. Si se produjera esta circunstancia, el Congreso debería volver a reunirse y votar el “anteproyecto” que le mande el Fondo. En 2002, la Legislatura de la Ciudad fue obligada a revisar la ley que aprobó el acuerdo al que habían arribado con la Jefatura de Gobierno y el comité que representaba a sus acreedores locales y extranjeros, cuando ella fue rechazada por la asamblea general de acreedores. Como consecuencia de esto, la Ciudad terminó aceptando la dolarización de la deuda en pesos que tenía con el JP Morgan y el Banco de Galicia.

La razón fundamental que se ha dado para acordar con el FMI es que Argentina no tiene el dinero ni la capacidad de financiamiento para pagar los vencimientos de deuda con el FMI, en 2023, por u$s19 mil millones, y con acreedores privados, por alrededor de u$s9 mil millones. El FMI se compromete a poner las divisas necesarias para recibir el pago de su deuda y lo que haga falta para pagar a los fondos financieros. Estamos ante un calco del acuerdo firmado por Macri, Luis Caputo y Nicolás Dujovne, en 2018. “Para un argentino (peronista) no hay nada mejor que otro argentino (macrista)”. Si estos acuerdos llegaran a ser impugnados en sede judicial, Mauricio y Alberto se verían en Comodoro Py agarrados de la mano. Tendríamos la firma del FdT en la financiación de la fuga de capitales 2018-19, más la que ocurra de aquí en adelante.

El oficialismo actual, por lo pronto, ya ha financiado la conversión a dólares de la deuda en pesos con el fondo Pimco y estaría por hacer lo mismo ahora, pero en beneficio también del fondo Templeton. En resumen, más allá del palabrerío con que políticos y medios abruman al pueblo sobre la ‘necesidad’ y la ‘urgencia’ de arreglar con el FMI, estamos sencillamente ante un enorme rescate financiero en provecho de grandes bancos y fondos. A esto se refiere el Memorándum Técnico cuando declara que el objetivo del acuerdo es “proveer apoyo al balance de pagos”. La cuenta de pagos se distingue de la comercial porque incluye el pago de deudas, intereses, giro de utilidades y cancelación de ‘servicios’. A esto hay que agregar la decisión de establecer una tasa de interés real, o sea por encima de la inflación, para atraer pesos ‘sobrantes’ a la compra de deuda pública local, lo que podría representar un beneficio financiero enorme si se la calcula en dólares. En definitiva, ´reperfilar´, ´bicicletear´, ´reendeudar´. Es un programa realmente nacional y popular porque el 60% de los acreedores del estado argentino es la misma burguesía nacional.

La provisión de este rescate financiero no es, sin embargo, sino una ‘bicicleta’, porque transforma el pago de una deuda en otra más cara. El impasse no se atenúa, sino que se agrava. Lo peculiar de Argentina, como de tantos otros países e incluso compañías, es que a la bicicleta se le acabó el aire. Por eso se impone una reestructuración social generalizada, que abarate la fuerza de trabajo, eleve la tasa de beneficios del capital y transfiera la hipoteca del Estado a los trabajadores. Es esto lo que conecta el rescate financiero con una rebelión popular. El acuerdo con el FMI plantea esta reestructuración con inequívoca claridad, aunque Alberto Fernández repita que no está prevista una reforma laboral y previsional. El texto del Memorándum Técnico plantea “Encarar los desafíos enraizados profundamente para un crecimiento sostenible”. La enrevesada expresión es la contraseña habitual del planteo de liquidación de las conquistas de derechos sociales y laborales del mundo del trabajo. Esto explica el salario y la jubilación mínimas de 30 mil pesos y la decisión de forzar a los inscriptos en planes sociales a trabajar en la cosecha y la construcción por esas sumas, acompañado de un subsidio a las patronales.

En contraste con todos los pronósticos positivos que los especialistas auguran al programa del FMI, en febrero la inflación ha alcanzado un nuevo récord. Seguirá por ese rumbo con más fuerza como consecuencia del desequilibrio económico internacional desatado por la pandemia y ahora por una guerra de alcance mundial. El gobierno y los partidos de turno, y el propio FMI, son completamente incapaces de dar una salida a este impasse sin precedentes. La guerra quiebra las finanzas públicas; destruye las relaciones comerciales y financieras; la miseria social y la bronca popular crecen. El FMI es el brazo financiero de la Otan y la Otan el instrumento político-militar del FMI. Argentina se encuentra más cerca de una onda hiperinflacionaria que de un equilibrio “multicausal”.

La crisis que ha desatado el acuerdo en todas las fuerzas políticas del sistema obedece a una sencilla convicción – a que pone a Argentina arriba de un volcán que ya se encuentra en irrupción. El macrismo quiere servirse del acuerdo para obtener la completa capitulación política del cristinismo y de su verborragia. El cristinismo, por el contrario, pretende salvar sus ‘principios’, luego de dos años de ajuste y de un acuerdo sin quita con los acreedores privados, a riesgo de dejar el Congreso en manos del macrismo. Hay quienes aseguran que la abstención podría superar a la suma de votos efectivos, por sí o por no, lo cual obligaría a sacar adelante el ‘anteproyecto’ por medio de un DNU. Asistimos a una completa crisis de poder. La guerra mundial desatada por la crisis en torno a Ucrania, ha quitado, por otra parte, los últimos restos de autonomía política que aun podían tener los estados dependientes.

El desafío que tiene la clase obrera es plantarse frente a esta crisis social y política de conjunto, el acuerdo con el FMI y la crisis desatada por este acuerdo son una parte de esa lucha de conjunto. La efectividad de la oposición al acuerdo con el FMI depende de una lucha de masas contra el régimen político y social, cuya sobrevivencia está ligada al sometimiento al capital financiero. Los conflictos y luchas en desarrollo plantean la cuestión de la huelga general y la coordinación de todos los movimientos en lucha. Las reuniones, plenarios y asambleas son un terreno propicio para impulsar Congresos Obreros – locales, provinciales, nacionales, que en una primera etapa reunirán a los sectores más activos de la clase obrera. La clase obrera necesita luchas enérgicas y efectivas, pero cualquier lucha enérgica y efectiva planteará un desafío de poder. La realidad de la crisis histórica presente plantea desarrollar un poder político autónomo de los trabajadores. Las tribunas que levantan los luchadores son un gran campo para desarrollar una conciencia de clase, de movilización y de poder.

La conclusión más elemental que surge de la crisis mundial enorme en desarrollo, es que el mundo del trabajo enfrenta el estallido catastrófico de todas las contradicciones del capitalismo explotador.

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