Coronavirus, virtualidad y mercantilización de la educación en tiempos de la crisis capitalista mundial

Escribe Mara Campanella

Tiempo de lectura: 4 minutos

CORONAVIRUS, VIRTUALIDAD Y MERCANTILIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN, EN TIEMPOS DE CRISIS CAPITALISTA MUNDIAL

Ante el inicio de una nueva recesión en la economía mundial, en la que el coronavirus actúa como catalizador ¿cómo pueden relacionarse los elementos mencionados en el título de lo que intenta ser una nota crítica?

¿Cómo seguimos en la vorágine de la crisis social que genera una pandemia sin perder el sentido crítico?

¿Cómo podemos analizar lo que está sucediendo sin sostener teorías conspirativas que caen en saco roto y tienden a paralizarnos más que a movilizarnos?

Escribo para organizar ideas, pero también para discutirlas.

Escribo con la premura de las circunstancias, en las que nos están obligando a mudar nuestras clases a formatos virtuales, aun cuando los programas y contenidos no fueron pensados para ese formato. Y algo que parecía anclado al sentido común de los docentes que rompieron con la escuela tecnocrática, parece desaparecer. La idea de que la forma y el contenido tienen una relación dialéctica entre sí y por lo tanto no pueden aislarse, ni pensarse en un método universal de enseñanza para todo tiempo y lugar, se diluye de un sacudón.

Lo que importa en tiempos de coronavirus es sostener y acompañar a los estudiantes, garantizar su derecho a la educación. Por supuesto, ningún/a docente podría oponerse a esto… Pero ¿es nuestro deber individual garantizarlo?

Años anteriores se quiso contraponer el derecho a huelga con el derecho a la educación, como forma de deslegitimar los reclamos docentes. En la actualidad ese conflicto se reactualiza: hay que innovar para garantizar el acceso a la educación.

En esta coyuntura, se nos instiga a capacitarnos en entornos virtuales. Sin ir más lejos, mañana la institución en la que trabajo brindará una capacitación en Google Classroom. Se puede tomar de manera virtual. Yo, como docente treintañera y entendida en cuestiones de tecnología, no me opongo a la incorporación de las TIC a la enseñanza, pero sí se me enciende una alerta roja cuando lo que debería ser una discusión política- pedagógica se convierte en un mandato institucional sin posibilidad de hacernos preguntas.

Y esa alerta se fundamenta en el crecimiento que ha tenido en los últimos años cierto sector empresarial en temas educativos, y que ha redefinido lo que entendíamos como mercantilización de la educación.

En un esquema clásico, la mercantilización estaba vinculada al crecimiento del sector privado, a propuestas de arancelamiento de algún nivel educativo, al financiamiento por la demanda (otorgar dinero a la institución por alumno, o a los padres para garantizar la “libre elección” de la “oferta educativa”).

Pero el surgimiento de nuevas alianzas público/privadas y de empresas que venden “servicios educativos” y cotizan en bolsa, nos llevan a complejizar el concepto de mercantilización educativa.

Y es llamativa la concordancia entre los lineamientos de organismos internacionales como el Banco Mundial (BM) con estas empresas.

Hace algunos años, el BM viene elaborando documentos que ponen énfasis en el Aprendizaje en desmedro de la enseñanza. Al separar estos dos elementos, el BM refuerza la idea de que es posible aprender sin que haya un otro que enseñe. Desde este punto de vista, los docentes somos prescindibles. Basta un buen software educativo, un dispositivo móvil, y el acto educativo estará realizado. Esta idea un poco distópica, en la que niños y jóvenes aprenden a través de un ordenador, responde a los intereses económicos tanto del Banco Mundial como de las empresas que se dedican a comercializar softwares educativos y plataformas virtuales para eliminar la situación de enseñanza escolar tradicional. A los ojos de los Organismos Internacionales, esta opción es más económica porque resuelve de una vez por todas la conflictividad del sector docente. Y a los ojos (o mejor dicho: a los bolsillos) de las empresas como Pearson Education el negocio se vuelve cada vez más rentable.

Pearson es la empresa que le vende a la OCDE la prueba PISA. Entre sus productos se encuentran: textos digitales, herramientas de enseñanza virtual, y desarrollo de plataformas digitales para realizar exámenes online. En 2015 tuvo una facturación de 5.655 millones de dólares (datos extraídos del libro “La privatización educativa en Argentina”, Feldfeber y otras, 2018)

Otro de los interesados en hacer negocios con la educación es el conglomerado capitalista Silicon Valey, que hoy se vio afectado con grandes pérdidas ante el desplome de las acciones en otro lunes negro en Wall Street (la caída fue de 2 billones de dólares en total en el índice de Standard and Poor). El monstruo que reúne a las empresas tecnológicas más poderosas del mundo está desarrollando distintos proyectos vinculados al aprendizaje personalizado. Las propuestas tienden a reemplazar a maestros y profesores por sistemas de inteligencia artificial, que podrían personalizar el perfil de los alumnos a través de una serie de algoritmos.

Entre las empresas vinculadas al proyecto de Silicon Valey se encuentran: Chan Zuckerberg (alianza entre Mark Zuckerberg y su esposa, Priscila Chan), Fundación Bill y Melinda Gates (Microsoft); y por supuesto, Google.

Este escrito no intenta sembrar la duda respecto a la emergencia sanitaria generada por la expansión del COVID-19, tampoco poner en cuestión el derecho a la educación de los estudiantes, sobre todo en contextos de ajuste como los que vivimos hoy en Argentina. Pero sí intenta poner un manto de sospecha sobre los modos que tiene el capitalismo de aprovechar situaciones excepcionales para implementar políticas que en otras circunstancias hubieran sido puestas en cuestión.

Recordemos que Milton Friedman antes de morir escribió un artículo en The Wall Street Journal a propósito de la inundación de Nueva Orleans en 2005, en el que se atrevió a escribir: “La mayor parte de las escuelas en Nueva Orleans están en ruinas. Esto es una tragedia. También es una oportunidad para emprender una reforma radical del sistema educativo”. Y precisamente esto es lo que sostiene Naomi Klein en La Doctrina del Shock: las reformas radicales vienen cuando la gente está demasiado ocupada en satisfacer sus necesidades básicas, que no puede ocuparse de nada más.

Que la virtualidad no borre a los docentes del mapa.

*La autora es Docente de Política Educacional, Delegada por el Depto. de Educación de ADU, FCH- UNSL.

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