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La dirección del Sutna acaba de realizar la primera asamblea general, desde que se desmantelaron las medidas de protección por la pandemia. Una de Memoria y Balance y enseguida una Extraordinaria. La asamblea “extraordinaria” se abocó al tratamiento del reclamo del pago del 200% de las horas que excedan las 40 semanales y el inicio del procedimiento para ingresar a la CGT.
El pago del 200% de las horas significaría, se calcula, un aumento promedio del 15% del salario, lo que indica el peso que tienen esas horas en la labor semanal. La crisis en la oferta de neumático favorece la factibilidad del reclamo. Clarificado este punto, el planteo desnaturaliza la jornada legal de ocho horas, que deja de ser una reivindicación destinada a limitar la explotación del trabajador y proteger el derecho al ocio y al descanso, para convertirse en el acicate para pagar en forma extraordinaria el trabajo que supere las ocho diarias y cuarenta semanales. Se puede comprobar estadísticamente que, a lo largo del tiempo, esa ventaja salarial es erosionada por la inflación y otras formas de reducción del salario básico, lo que al final deja en pie el alargamiento de las horas de trabajo sin beneficios adicionales. La limitación de la jornada laboral -son muchos los que plantean llevarla a seis horas diarias- es un paso emancipatorio para la clase obrera, en tanto que la legitimación de su extensión consolida una esclavización aún mayor.
Las huelgas históricas del proletariado internacional por las ocho horas -y la huelga internacional del 1° de Mayo- apuntaban a la defensa de un mayor espacio libre para los asalariados. El tema generó una división en el movimiento obrero: los socialistas abogaban por una limitación efectiva de la jornada de trabajo a las ocho horas, mientras que los reformistas reclamaban un beneficio económico del “sobre tiempo”, relegando la salud y las posibilidades creativas del trabajador. Constituye una contradicción patente que el FITU reivindique las seis horas en la televisión, y las horas extras en las asambleas. Si las patronales demandan más fuerza de trabajo, que incorporen a trabajadores desempleados. La burocracia sindical de la CGT, con distintos arreglos por gremios o por rama, ha permitido en innumerables casos un sistema de 12 horas de trabajo. La proliferación de las horas extras en la gran industria ha llevado al Estado capitalista a financiar el presupuesto fiscal por medio del impuesto a la cuarta categoría. En muchas empresas, los trabajadores, e incluso algunos sindicatos, boicotean las horas extras para evitar el pago del impuesto.
La burocracia de la UOM de Villa Constitucion (en Acindar hay enormes descuentos de ganancias) reclama nada menos que el 400% del pago de las horas extras, para que quede algo en limpio luego de pagar el impuesto. El Estado no ha considerado abolir el impuesto en el caso de horas extras, porque tiene que pagar la deuda pública y por temor, en parte, a que se agrave el desempleo, incluso cuando aumenta la producción.
Hoy el cupo de cantidad de horas extras impuesto bajo el menemismo, por decreto (484/2000), es de 200 horas anuales, pero ninguna empresa lo cumple y, por distintos acuerdos establecidos por la burocracia sindical, hay miles de trabajadores con un régimen de 12 horas diarias. En las paritarias de 1975, en medio de una gran alza de los trabajadores, se buscaba limitar las horas extras a 80 horas anuales y se defendía la creación de nuevos puestos de trabajo. La burocracia sindical no luchó nunca para obstaculizar las extras indiscriminadas, ni para abolir los premios al presentismo y a la producción. Siempre se limitó a reclamar más dinero a costa de la salud de los propios trabajadores.
La dirección burocrática de Wasiejko había encuadrado al Sutna en la CTA, como parte de una gran sanata renovadora, que luego de apoyar a Menem y decepcionarse del menemismo, se fue al Frepaso con De la Rua-Cavallo y al macrismo, y ahora naufraga con los Fernández y la burocracia de la CGT.
La lista Negra del Sutna y la dirección del sindicato han obtenido, en la asamblea extraordinaria, el apoyo para avanzar con su propuesta de iniciar los procedimientos para ingresar en la CGT. La Directiva ha dejado muy en claro que mantiene firme su línea combativa y antiburocrática, o sea que no se trata de un cambio de programa sino de espacio sindical.
La reafirmación de los principios del sindicalismo combativo no explica, sin embargo, las razones de este ingreso, más allá de considerar inútil seguir inscripta en una central sindical inexistente, en la cual, por otra parte, no ha participado en ningún momento, en seis años. De acuerdo a un entendimiento generalizado, el Sutna participa en el Plenario Sindical Combativo, donde no ha debatido ni ha sido debatido este asunto, a pesar de que acaba de realizar un plenario nacional hace muy pocas semanas. Una decisión como esta, más allá de lo formal, o sea que la CGT es de hecho la única central existente, debe haber partido de una caracterización política de conjunto del grave momento actual y de la política de la burocracia cegetista y todas sus corrientes. La prensa del FIT-U no ha dado a conocer ninguna explicación acerca de esta decisión, cuya importancia se manifiesta en que fue discutida en una concurrrida asamblea general, aunque no en instancias previas o preparatorias de ella.
¿Se ha convertido la CGT en el canal efectivo o esperado de una gran lucha general contra la política del gobierno actual y contra el FMI? Todo parece indicar lo contrario: que es más que nunca un freno, y que tampoco hay una tendencia de masas hacia ella. El adelantamiento de las paritarias fue firmado por la CGT con la UIA sin el menor roce ni fricción. La desafección con la CGT no se limita a las masas, como lo demuestran las divisiones que se han generado en la cúpula a partir de la renuncia de Máximo Kirchner en el FdT y de los encontronazos de la Vicepresidenta con su compañero de fórmula.
El trabajo clasista en los sindicatos burocratizados tiene lugar en una perspectiva de largo plazo; por eso viene de lejos la labor clasista en ellos. Argentina atraviesa ahora, en cambio, una crisis mayor, con perspectiva de choques cada vez más acentuados a un plazo no tan largo, entre la crisis de dirección del gobierno y la lucha desesperada de las masas. El ingreso a un foro vacío en semejantes circunstancias produce desorientación y confusión. Todo indica que, por el contrario, estamos en un momento en que es necesario ofrecer una perspectiva política independiente desde el movimiento sindical. El surgimiento del bloque metalúrgico Furlán-Brunelli de la UOM es también un factor potencial de confusión, incluso más que las gastadas figuras de Rodríguez, Cavalieri o los Daer. En Camioneros hay una guerra civil familiar. La experiencia de Aceiteros y hasta el Frente Sindical y la Corriente Federal, todas de cuño cristinista, demuestra que quienes se diferencian de la burocracia oficial y fondomonetarista están más ocupados en salvar al gobierno de una ruptura, que de abrir una perspectiva alternativa.
En la perspectiva que se desprende de la crisis -y ahora de una guerra de alcance mundial- , lo más apropiado sería un fuerte trabajo de bases, activistas, delegados, de carácter político franco, para desarrollar organizaciones independientes de la burocracia y los partidos patronales, y para preparar una huelga general que sólo está esperando un detonante. Sin discusión de por medio, ¿cómo ha quedado el Plenario Sindical Combativo, que es en realidad un conjunto de sellos, porque los obreros desconocen su existencia, a pesar de lo cual se considera la personificación de la “independencia de clase”? De nuevo, la prensa del FITU no ofrece mayores explicaciones, lo cual la compromete con este giro. La burocracia sindical, que ha entronizado su dominio de aparato con la ficción ideológica del peronismo, pondrá toda clase de obstáculos -el veto mismo- al ingreso del Sutna a la CGT, salvo que alguna de sus fracciones lo reivindique como un factor de autoridad que la burocracia cegetista pierde a la velocidad del rayo.