El seguidismo a la CGT del acuerdo con el FMI

Escribe Juan Ferro

Lo que hicimos cuando nos invitó Ubaldini.

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El 25 de mayo se cumplieron tres años del último paro nacional de la CGT en la etapa final del gobierno de Macri. El corazón de la actuación de la central bajo el gobierno de Alberto Fernández durante la pandemia consistió en brindarle un amplio apoyo a su política de darle inmensos subsidios a las patronales.

Pasada la pandemia, los lineamientos generales de la central consistieron en apoyar el establecimiento de los salarios mínimos (hoy en 35.000 pesos) y la aceptación anticipada de los techos salariales sugeridos por el gobierno. La aceptación de estos techos salariales (muy) por debajo de la inflación no le ahorraron crisis políticas internas importantes, pues el fusible visible de esos apoyos desvergonzados al gobierno le costaron el cargo a Caló dentro de la UOM, que hoy reclama “reconsiderar” esos techos de hambre.

La política de la CGT se ha ubicado en este último periodo del gobierno Fernández como el ala más derechista del país. No hay que olvidar que fueron fuertes impulsores del acuerdo con el FMI, como se ha expresado en comunicados acordados por todo su secretariado nacional. Hoy la estrategia política de la central se debate en torno a cuál es la mejor forma de apoyar a un gobierno en crisis, que perdió 6 millones de votos y debe lidiar con una inflación que bate récords todos los meses. El debate central de la burocracia es cómo “zafar” de su inmovilismo.

Hay que señalarlo con toda claridad: no hay en el horizonte de ninguno de los integrantes de la CGT ningún paro nacional. Deslizarlo como una posibilidad, incluso lejana, es simplemente una capitulación política.

La posibilidad de hacer una "movilización" viene siendo discutida desde hace unos meses. La primera vez fue en una comida que se hizo en la sede de UPCN, con las presencias de Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (Uocra), Abel Furlán (UOM), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Pablo Moyano (Camioneros), Omar Plaini (canillitas), Mario Manrique (SMATA), Juan Pablo Brey (aeronavegantes) y Cristian Jerónimo (empleados del vidrio). Días después, el tema se discutió en un encuentro a puertas cerradas con un economista que tuvo lugar en la UOCRA, y, finalmente se instaló en una reunión que se hizo en Camioneros con integrantes del Frente Sindical para el Modelo Nacional (Fresimona), que pilotea el moyanismo.

Con este calentamiento previo, estaba previsto que esta semana llegara a debatirse en la CGT, pero el consenso tardará bastante en llegar. La cuestión en discusión gira en torno a cómo apoyar al gobierno y, al mismo tiempo, "descomprimir" el malestar social. La burocracia tiene un menú de propuestas reaccionarias: Manrique, del SMATA, quiere “protestar” frente a la sede de la UIA -los "formadores de precios"- deslindando responsabilidades del gobierno. Los kirchneristas, en el mismo sentido de apoyo al gobierno, quieren realizar algunos “escraches” a empresas “responsables de la inflación”, pero dirigentes sindicales de esos gremios señalan que estas propuestas vienen de un debate ideológico de “La Cámpora”, y no del movimiento obrero “organizado”. Los “Gordos” señalan que movilizar ahora es muy riesgoso. Le recomiendan a los otros miembros de la central que no se olviden de la experiencia de la pérdida del atril.

Hay un arco aún más derechista que el de los "Gordos" en la CGT. Es el que capitanea Gerardo Martínez de la UOCRA, el siniestro personaje que oficia de secretario de relaciones internacionales de la central y que armó un acto en Esteban Echeverría en respaldo de Alberto Fernández. Martínez dice que los problemas que genera la inflación “se tendrían que resolver a puertas cerradas y no viralizándolos”.

Como se ve, los intentos desesperados orientados por el aparato del Partido Obrero a través la llamada Unidad Piquetera para reunirse con la CGT llegan tarde a la discusión en la central. La intervención mediática sobre las posibles “reacciones” movilizadoras de la CGT terminan en un embellecimiento de una burocracia absolutamente desprestigiada. En este cuadro de situación, una movilización de la CGT cumpliría el carácter reaccionario de defender a un gobierno en crisis.

La única vez que el Partido Obrero concurrió a la CGT fue invitado por el secretario general de aquel entonces, Saul Ubaldini, en el marco de una serie de reuniones con cada partido político. Una delegación del Partido Obrero concurrió para rechazar una propuesta de apoyo a un programa policlasista elaborado por la central –conocido como “los 26 puntos de la CGT". Miente el periódico del Partido oficial, cuando inscribe su tardío franeleo con la CGT oficialista en aquella reunión, que fue expresamente lo contrario.

La realización de un congreso obrero en el que participen las organizaciones de desocupados es una tarea que servirá para reagrupar el numeroso y poderoso activismo que está peleando en sus lugares de trabajo, en el marco de una crisis cada vez más explosiva.

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