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El PAMI, creado en 1971, hoy es la obra social más grande de Latinoamérica. Atiende a 5 millones de jubilados y familiares a cargo, pensionados y Veteranos de Malvinas. Su presupuesto en el año 2021 era de $ 456.000 millones un 119% mayor que en el 2019 ($212.000 millones).
Según informes de la dirección Nacional de Publicidad Oficial dependiente de la Jefatura de Gabinete de la Nación entre el año 2020/2021 aumentaron un 799,59% los fondos de publicidad del organismo dirigido por Luana Volnovich (con un salario de U$S 2.700 dólares mensuales). Ninguno de estos recursos fue destinado ni a las prestaciones ni a los salarios de los trabajadores de la salud.
Hoy el PAMI se encuentra en estado terminal.
Si seguimos a un jubilado en sus trámites de salud, primero vemos que visita al médico clínico, segundo es derivado a un especialista, tercero debe realizar todos los análisis y estudios, cuarto debe realizar una intervención quirúrgica donde se necesitan insumos y prótesis cuya adquisición se demora interminablemente, todo este trámite puede durar como mínimo hasta 9 meses (un parto), mientras su enfermedad se agrava día a día. Y como una burla el slogan del gobierno es “Primero la gente”. Y así la gente se muere.
Se restringe el otorgamiento de las internaciones domiciliarias. La atención de la salud mental es deficitaria cuando los dos últimos años la pandemia hizo estragos en la psiquis de los adultos mayores.
La decisión de marzo del 2022 de que ahora son los prestadores (las clínicas) los que deben comprar los insumos y después cobrar al PAMI retrasa la obtención de los mismos por la falta de presupuesto de dichos prestadores.
Agregado a esto las compras de insumos directas del PAMI como por ejemplo las sillas de ruedas tienen una demora de entrega de hasta 3 y 4 meses lo cual repercute directamente en la salud del paciente.
Todo este panorama aún es más grave por la cantidad de jubilados y adultos mayores sin conectividad, sin internet, que viven en parajes lejanos que no tienen acceso a la mínima atención.
El PAMI y el gobierno aducen los déficits a la pandemia, cuando en realidad el virus del covid-19 desnudó la crisis mundial de la destrucción de la salud pública en beneficio de los pulpos capitalistas que se beneficiaron durante años con su privatización.
Con la gestión capitalista de la pandemia millones de dólares llenaron las arcas de los laboratorios, con el miserable negociado que hicieron con las vacunas. Mientras tanto miles de trabajadores de la salud dieron su vida poniendo el cuerpo contra el covid. Cientos abandonaron sus trabajos en clínicas y hospitales por los míseros salarios y condiciones de trabajo. Esto agravo aún más la atención de los pacientes.
Durante la pandemia las enfermedades preexistentes no fueron atendidas como ahora tampoco todos aquellos con el “long covid” que no tienen ningún tipo de seguimiento.
Hoy el 30% del presupuesto del PAMI está destinado a la compra de medicamentos, cuyos proveedores son los grandes pulpos farmacéuticos, donde los afiliados y trabajadores no tenemos ningún tipo de control.
El Vademécum de medicamentos gratuitos tan difundido por el gobierno es absolutamente insuficiente. Los medicamentos de última generación están por las nubes inaccesibles para los jubilados con un haber mínimo de indigencia de $ 43.000.
Desde su creación la historia de PAMI está plagada de intervenciones, normalizaciones y cientos de denuncias de corrupción.
La suculenta “Caja PAMI” de millones de pesos fue manejada discrecionalmente por los distintos gobiernos de turno, para los grandes negociados con sectores capitalistas especialmente los farmacéuticos y para el sostenimiento de campañas electorales.
Hoy enfrentamos esta barbarie. Un PAMI en terapia intensiva con una enfermedad terminal que es responsable de la salud y de la vida de millones de jubilados y adultos mayores.
El desafío es organizarse y luchar por un PAMI dirigido por sus afiliados y trabajadores con cargos revocables.