Escribe UJS Secundarios CABA - Tendencia
Declaración de la UJS Secundarios CABA - Tendencia
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La pandemia de Coronavirus expresó de manera extrema la profundidad de la crisis que atraviesa la educación pública desde hace tiempo. La cuarentena decretada por el gobierno nacional demostró claramente hasta qué punto la política de vaciamiento y de constantes reformas que venimos sufriendo los estudiantes secundarios ha golpeado al sistema educativo.
Los primeros casos positivos de Covid-19 en Argentina se dieron poco antes de la semana del 9 de marzo, en la que comenzó, para la mayoría de los colegios secundarios, el ciclo lectivo 2020. Si bien en ese momento no se puso en duda el inicio de clases, cuando los estudiantes llegamos a nuestros colegios nos encontramos con que los docentes ya habían sido informados de una posible suspensión de la cursada presencial.
El anteúltimo día escolar previo a la cuarentena varios colegios se vieron provistos de alcohol en gel y jabón líquido -fue necesaria una pandemia para que podamos contar con los insumos de higiene básicos en, al menos, algunas casas de estudio-, sin embargo, hubo casos en los que sólo nos encontramos con dispensers vacíos o con cantidades que no contemplaban a todo el estudiantado.
El domingo 15 Alberto Fernández declaró la cuarentena preventiva y la suspensión de clases; con eso se abrió un nuevo problema para los estudiantes secundarios: las clases online.
El plan del gobierno profundiza la deserción escolar
Organizada de manera improvisada -incluso cuando docentes ya habían sido anticipados de esto tiempo antes-, la cursada virtual chocó con la realidad de cientos de estudiantes sin acceso a internet o a computadores y de docentes que nunca recibieron una capacitación real y paga para el uso de las nuevas tecnologías, lo cual los obligó a una formación acelerada por cuenta propia. La ausencia de capacitación es una expresión clara del vaciamiento presupuestario que sufrimos, el cual se expresa, entre otras cosas, en la precarización laboral de nuestros docentes, algo que repercute directamente en nuestra calidad educativa. El Gobierno de la Ciudad dejó a su suerte a miles de docentes y estudiantes al no darles ninguna solución concreta para afrontar la cuarentena.
Cada escuela, -y más aún- cada curso, tuvo que elegir el método con el cual pudiera lograr garantizar medianamente las clases: los secundarios nos vimos obligados a recibir trabajos domiciliarios mediante varias aplicaciones, tales como Classroom y Edmodo, o en algunos casos páginas web pertenecientes a nuestros colegios que no estaban preparadas para recibir tantas visitas y se veían a menudo colapsadas. Lo mismo pasó con la falta de materiales de lectura (algo básico para poder cursar) que rebajó nuestra educación a las respuestas que encontráramos por nuestra propia cuenta en internet.
La política de Trotta y el gobierno para “solucionar” esto fue hacer que los colegios les asignen mails institucionales a los docentes. Al no dar una respuesta a los problemas de fondo, la medida es solo un parche a la crisis educativa que se está profundizando cada día más.
En el área metropolitana de Buenos Aires, la metodología ha sido, en el fondo, la misma. En algunos casos se llegó a proponer, como forma de resolver el problema de que muchos estudiantes no podían acceder a una computadora, que aquellos que tenían más de una "la prestaran" a un compañero para que la utilice. Apelan a la "solidaridad" entre estudiantes como forma de no atender al problema de la agudísima crisis económica que viven las familias trabajadoras; por otro lado, este método no resuelve el problema de que el estado no garantiza acceso a internet.
En plena cuarentena, el Ministerio de Educación de Acuña profundiza el vaciamiento de nuestra educación y nos hace responsables a nosotros de garantizarnos los medios para poder seguir estudiando. El resultado de esto es esperable: no existe una relación real entre el docente y el alumno, el cual queda a la deriva y a la suerte de los elementos que posea en su casa para aprender. Más temprano que tarde este cuadro va a ser un caldo de cultivo para la deserción escolar y el abandono de la cursada. Intentar resolver este problema con “videos explicativos” de determinados temas no aporta lo más mínimo a resolver el problema, en tanto no establece ningún diálogo entre el alumno y el docente.
La educación privada mantiene sus altísimas cuotas, a pesar de que los establecimientos están cerrados y que muchas familias no están teniendo ingresos. En lugar de bajarlas, las autoridades presentan “planes de pagos” para que, en medio de la crisis económica, las familias tengan que pagar hasta el último peso. Esto, a pesar de que las congregaciones religiosas -las cuales manejan gran parte del aparato educativo privado- siguen cobrando millones en calidad de subsidios.
La secundaria del futuro naufraga antes de zarpar
Las clases online no sólo expusieron la falta de presupuesto y capacitación en los colegios públicos, sino que también demostraron que -como veníamos diciendo los estudiantes secundarios desde hace años- la Secundaria del Futuro, que consiste en el aprendizaje con métodos muy similares a los que se están utilizando ahora y la reducción del personal docente, no traerá más que destrozos a nuestro plan de estudios. Relegando nuestra educación a la tecnología y poniendo a los profesores a enseñar a través de pantallas no se consigue nada más que atrasar y degradar la calidad de nuestro aprendizaje. Las clases virtuales deben complementar nuestra educación: nunca pueden ser el eje principal. Esto, sumado al reemplazo del docente por un “facilitador”, es la muestra clara de una reforma vaciadora puesta al servicio de los negociados con los dueños de la educación privada.
Organicémonos contra el hambre y las reformas educativas
El desarrollo de la crisis económica empuja cada vez a más familias a conseguir su alimento en comedores escolares. La situación en ellos es desesperante: las condiciones de seguridad son nulas. Se manda a los docentes a armar viandas para todos los estudiantes, los cuales en muchos casos tienen que ir a buscarlas al mismo colegio. Todo este escenario constituye un enorme foco de contagio del virus, y expone a compañeros que, en caso de contagiarse, irían a parar a un sistema de salud público totalmente vaciado y colapsado.
La crisis del coronavirus puso de relieve, más que nunca, los límites insalvables de la reforma educativa que el gobierno intenta imponer. Las respuestas dadas tanto por el ministerio de Educación nacional como por el de la Ciudad, han estado fuertemente marcadas por una absoluta indiferencia hacia nuestras necesidades y reclamos. Son propias de gobiernos que, de maneras diferentes, han intervenido en esta crisis poniéndose al servicio del salvataje de la clase capitalista que gobierna el país. La pandemia, lejos de ser ocasión para la “unidad nacional” que predica el gobierno, es un campo de lucha en el cual tanto él como la burguesía buscan imponernos una profundización del vaciamiento educativo. Frente a esto, los estudiantes secundarios debemos organizarnos, apoyándonos en la unidad con los docentes y demás trabajadores de la educación, y elaborar un programa para esta etapa que unifique nuestras demandas. Como lo viene haciendo el movimiento obrero a nivel nacional, vamos a la lucha para lograr que se cumplan.
Los secundarios de CABA organizados en la UJS - Tendencia proponemos:
Aumento presupuestario de emergencia para el sistema educativo que contemple las dificultades materiales de todos los estudiantes. Este aumento es incompatible, a nivel nacional, con el pago de la deuda. Por un plan de becas y acceso a los materiales necesarios para la cursada.
Por asambleas virtuales de toda la comunidad educativa, que las coordinadoras de estudiantes unifiquen los reclamos que surjan en cada lugar de estudio.
No a la Secundaria del Futuro. Por una reforma que no atente contra nuestras condiciones de cursada y el trabajo de los docentes.
Capacitaciones pagas a todo el personal docente sobre el acompañamiento de la tecnología en nuestra educación. Salario mínimo docente igual a la canasta básica familiar.
Control por parte de estudiantes, docentes y personal no docente de las condiciones de seguridad e higiene de los comedores.