El 77° aniversario del levantamiento del gueto de Varsovia

Escribe Ana Belinco

Tiempo de lectura: 4 minutos

El 19 de abril de 1943 poco menos de 500 combatientes judíos de entre 15 y 24 años, mal armados, del gueto de Varsovia, inició un levantamiento en defensa de la dignidad y la vida que puso en jaque a la maquinaria bélica de los nazis durante 27 días. El ZOB (Organización Judía de Combate) fue un frente único político y militar conformado por todas las corrientes políticas del gueto, encabezado por el Bund (Partido Obrero Judío), los comunistas del PSP, un núcleo de militantes trotskistas y dos grupos sionistas reducidos del Hashomer Hatzair y Dror. Si bien fueron derrotados y el gueto destruido, el levantamiento constituye una gesta heroica.

Para entender los motores que movieron a estos centenares de hombres a luchar pese a saberse en total desigualdad de condiciones frente al ejército nazi, intentaremos pensar el gueto como parte de un dispositivo concentracionario diseñado y aceitado para ser la antesala de los campos de exterminio.

La vida en el gueto

El asentamiento se levantó poco tiempo después de la ocupación alemana de Polonia, entre octubre y noviembre de 1940, en el centro de la ciudad. Cientos de miles de judíos provenientes de distintos puntos fueron encerrados en ocho manzanas rodeadas de muros de cerca de tres metros de altura.

Se calcula que llegaron a vivir en este gueto aproximadamente medio millón de personas. Las condiciones de existencia eran miserables. El hacinamiento, el hambre y la violencia represiva se unían a las epidemias del tifus y la tuberculosis generando hospitales desbordados, falta de medicamentos, miles de muertos y cadáveres apilados en las aceras. Mientras los soldados nazis consumían dietas de alrededor de 2.200 calorías diarias, las raciones de comida de la población judía del gueto no llegaban a las 200 calorías. Contracara de esta situación fue la proliferación de mecanismos para obtener alimentos que la población desplegó para burlar los controles nazis, generándose, en un primer momento, un mercado negro que luego fue bloqueado.

Miles de niños huérfanos deambulaban por las calles mientras eran perseguidos por el Judenrat, el Consejo sostenido sobre la policía judía al servicio del hitlerismo, cuando intentaban pasar las alambradas del gueto, entrando a la “zona aria”, para robar alimentos. Estos sectores colaboracionistas se encargaban de separar, por medio de engaños, a las personas más jóvenes para enviarlos a los campos de concentración de Treblinka, Auschwitz, etc para su uso como fuerza de trabajo y posterior eliminación.

Un mecanismo concentracionario diseñado milimétricamente para liquidar a la mayor cantidad de gente con el menor costo posible inclusive antes de llegar a los campos.

Frente a esta situación aberrante, como intento de sobrevivencia se formaron instituciones diversas para la contención social, como centros juveniles, escuelas para la enseñanza hasta tercer grado, orfanatos, grupos de teatro y canto. También se desarrollaron movidas editoriales. El trotskismo difundía el periódico Czorwony Sztandard, que salió hasta los últimos días del gueto. Por su parte, el Bund publicaba dos semanarios (Ser Veker y Yigent Shtime) más cuatro revistas mensuales. Frente a esto los nazis persiguieron y asesinaron a los editores, secuestraron las imprentas.

Política concentracionaria

Shoah, de Claude Lanzmann, es un documental de historia oral estrenado en 1985 que dura aproximadamente diez horas. El film se conforma por un relevamiento de testimonios, en primera persona, de víctimas, testigos y victimarios del genocidio judío perpetrado por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial.

Es muy interesante para pensar el carácter de la política concentracionaria nazi que unió, intrínsecamente, los guetos a los campos de exterminio. Hay diferentes entrevistas que relatan el recorrido desde el gueto de Varsovia al campo de Treblinka, que era el principal destino de sus residentes.

Se entrevista a un sobreviviente de la resistencia mientras se muestra cómo mientras la vida en el gueto de Varsovia era de una precariedad absoluta y de terror constante, en el resto de la ciudad continuaba con su ritmo y rutina habitual. Se evidencia así un dispositivo concentracionario desaparecedor en medio de una "sociedad desaparecida" en su anonadamiento.

La estremecedora escena en la que el jerarca nazi relata inmutable los detalles del recorrido de los prisioneros hacia el sector de fusilamiento en Treblinka permite apreciar, en primera persona, el nivel de desdoblamiento que se daba en los genocidas. La tarea represiva de exterminio es auto-percibida como una tarea burocrática que encuentra diversos argumentos justificadores que van desde la eficiencia hasta la idea de morigerar el sufrimiento presentado como inevitable. Esto se ve también en la entrevista a Franz Grassler, administrador alemán del gueto de Varsovia, quien expone los objetivos de la creación del Gueto y los contactos que tuvo con los representantes de la comunidad judía para administrar la masacre. Un hombre-dios que se erige en gestor de la vida y la muerte.

El emotivo relato del peluquero sobreviviente de Treblinka expone cómo se hacía partícipes de la maquinaria de exterminio a las propias víctimas utilizándolas como un engranaje necesario en su funcionamiento. Se evidencia la necesidad del poder desaparecedor de hacer difusas las responsabilidades al fragmentar el proceso total y al mismo tiempo permite “quebrar” a la víctima en su capacidad de resistencia.

Banalización del mal

Al calor de la pandemia Covid-19 muchos filósofos e izquierdistas plantean que las cuarentenas son un manto para la creación de "estados de excepción" y los señalan como anticipos de regímenes “concentracionarios”. Banalizan, no sólo el fenómeno sanitario actual, sino también los procesos como el Holocausto o el genocidio perpetrado por la última dictadura cívico-clerical-militar argentina. No hay que olvidar que si la ideología del fascismo hitleriano fue la “comunidad de sangre”, el mismo fenómeno se ampara en Estados Unidos, como lo advirtió en su momento Trotsky, en una ideología liberal. Lo que importa no es su disfraz sino su lugar histórico: la guerra civil contra el proletariado que se recluta en la escoria de la sociedad burguesa en la época de la decadencia capitalista.

Lo más próximo a los guetos judíos de los nazis es hoy la prisión a cielo abierto establecida en Gaza.

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