Entrevista al precandidato a presidente de Política Obrera. Publicado en Pagina/12, 8/8.
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"El rap es la música de nuestra crisis, de la dureza de la vida de mierda del pibe que reparte comida en una bicicleta, y aunque me gusta otro tipo de música, cuando escucho un rap siento que está entrando la realidad por el parlante, por eso hablé de los compañeros rotos", dice a Página/12 Marcelo Ramal, precandidato a presidente de Política Obrera, al referirse a la letra que escribió para uno de los spots de su campaña. Ramal -68 años, casado con tres hijos varones, docente universitario de Historia del Pensamiento Económico en la UNQ y en la UBA- toca la guitarra y se define como un apasionado de la música popular. Fue legislador de la Ciudad en 2013 por el FIT-PO, reelecto en 2015. "Formé parte en 2019 de la crisis que vivió el Partido Obrero con la exclusión de Jorge Altamira, de más de mil militantes en todo el país, entre ellos yo. Con mucho esfuerzo armamos Política Obrera y ganamos el derecho a ser partido nacional, intervenir con nuestra boleta en todo el país. Tengo una militancia trotskista desde los 18, son 50 años", evoca luego de coincidir en charlas de campaña en Parque Centenario con Altamira, precandidato a diputado nacional por este nuevo partido político. En realidad, Política Obrera se fundó en 1964, fue ilegalizado en la dictadura y en 1983 se legalizó como Partido Obrero (PO). "Recogimos ese hilo histórico", apunta Ramal.
Entendimos que la crisis continental y nacional obligaba a la izquierda a asumir el problema del poder político, la clase social que debía gobernar. La actual conducción del PO rechazó esta caracterización y concentró su estrategia en la mera preparación de la campaña electoral de 2019, en lugar de llamar a una enérgica movilización para poner fin al gobierno macrista. Desde el punto de vista metodológico reclamamos el derecho de tendencia o fracción pública, a expresar públicamente nuestras posiciones. En la historia del socialismo internacional los debates entre diferentes fracciones, por ejemplo de la socialdemocracia alemana o del partido bolchevique, fueron públicos. Se nos planteó que las divergencias se discuten adentro, lo cual convierte al partido en una camarilla a espaldas de los trabajadores. Plantearon una salida burocrática de aparato, signada por nuestra expulsión. Altamira fue censurado en la página web del partido. Llegaron a cambiar las cerraduras de los locales, una especie de "golpe de mano".
Hay que hacerlo para darle una perspectiva genuinamente socialista a una crisis nacional e internacional del capitalismo de alcance inédito, cuya característica es una agresión monumental a la clase obrera en todos los aspectos. Ese ataque consiste en el intento de poner en marcha una contrarrevolución laboral que generalice el actual escenario de precarización que afecta a la clase obrera, que está presente en los cuatro candidatos del FMI. El joven precarizado deja la facultad, el sistema de salud está desquiciado, la vida familiar fracturada por los turnos rotativos y ni qué decir sobre la posibilidad de jubilarse. También entendemos que la crisis ambiental ha alterado por completo los equilibrios precarios entre la sociedad humana y la naturaleza, interpelan sobre la propia supervivencia humana sobre el planeta. Son expresiones de la decadencia del capitalismo. Por último, la mayor agresión es la guerra imperialista entre la OTAN y la oligarquía rusa de Putin porque contempla posibilidades nucleares. El hilo conductor es la necesidad histórica del socialismo y del gobierno de los trabajadores.
Una victoria electoral plantearía de nuestra parte la convocatoria a una Asamblea Constituyente para debatir el régimen social y político, laboral y salarial, la cuestión de la deuda externa y los recursos naturales.
Una izquierda que no presenta una alternativa de poder político y una salida le abre la puerta a los demagogos derechistas. La derecha como fenómeno mundial es volátil y efímero, con una característica: quienes la votan a los dos meses protagonizan rebeliones populares contra ella, por caso Jujuy con Morales, o Macron en Francia. Es un voto contradictorio detrás de expectativas que no tienen nada que ver con lo que plantean los derechistas. Sin embargo, no hay una convocatoria de masas desesperadas detrás de ellos, como en los fascismos de los años 30 del siglo pasado. Lo de Milei en el interior es patético, es un administrador de franquicias.
Patricia Urones es profesora de Historia y militante de Política Obrera en Merlo, escribe y milita en el tema ambiental.