Tiempo de lectura: 7 minutos
Como si la campaña electoral no estuviera ya bastante picante, los gobiernos que integran el Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) se han puesto de acuerdo en ampliar el bloque a Kenya, Egipto, Irán, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes y Argentina. Los nuevos socios, por supuesto, habían dado una respuesta afirmativa con la debida antelación. La invitación fue formulada en Johanesburgo, Sudáfrica, en una reunión a la que asistieron decenas de países de lo que ahora se ha dado en llamar “El Sur Global”. De acuerdo a algunos medios de comunicación, el convite a Argentina fue alcanzado a último momento por la presión del presidente Lula de Brasil. A la ‘grieta’ que separa a los candidatos para las elecciones generales de Octubre (dolarización o bimonetarismo, los derechos sociales y la política exterior) se ha agregado la aceptación o el rechazo al ingreso al Brics. Es probable que la insistencia de Lula hubiera obedecido a la necesidad de suministrar al gobierno K de un semblante progresista, mientras Massa busca salvar el programa acordado con el FMI. Javier Milei no perdió un segundo en repudiar la pertenencia de Argentina al Brics, con el planteo de que sólo obedece a Estados Unidos e Israel. Menos estridente, Patricia Bullrich hizo lo mismo, pero con otro pretexto –la presencia de Irán y su papel, no demostrado, en el ataque terrorista a la Amia, la sede más que centenaria de la comunidad judía en Argentina.
La ‘movida’ en Johanesburgo tiene aspectos “geopolíticos” relevantes, como el ingreso simultáneo al bloque de Irán y Arabia Saudita, dos países que han estado en situación de guerra hasta una fecha muy reciente. Forman parte de los bandos antagónicos en la cruenta guerra civil en Yemen e incluso Irán atacó con misiles yacimientos de petróleo del reino Saudí. Entre Arabia Saudita e Israel hay negociaciones para establecer un reconocimiento diplomático, bajo el patrocinio de Estados Unidos y la Unión Europea y un pivot saudita-sionista en el Medio Oriente. Ese reconocimiento se encuentra bloqueado, sin embargo, por la negativa norteamericana a vender armamento nuclear y de última generación al Reino, y por la competencia desatada entre ambos países en el mercado petrolero, con el crecimiento de la producción de petróleo y gas no convencional de Estados Unidos. La presencia de Irán, Rusia y Arabia Saudita en el Brics duplica políticamente el cartel petrolero de la OPEP y Rusia. El cartel podría convertirse en funcional para China, gran importadora de energía, sin necesidad, hipotéticamente, de recurrir a la mediación del dólar.
El nacimiento del Brics se produjo en una fecha significativa, en 2009, como respuesta a la catástrofe financiera mundial de los dos años precedentes seguidos de una “gran recesión”. A través de un gasto público descomunal -un 25% del PBI, casi cuatro billones de dólares- China salió al rescate de una economía mundial en explosión. Era la segunda gran intervención de China en una operación de rescate –la anterior ocurrió en ocasión de la crisis del sudeste asiático, a mediados de la década del 90. Estos rescates catapultaron a China al escenario capitalista mundial, aunque se convirtieron con el tiempo en un factor eficiente de la enorme crisis que atraviesa en la actualidad, al suscitar un endeudamiento descomunal del conjunto de su economía. Rusia, por esa fecha, no había anexado Crimea ni se había producido el golpe que derribó al gobierno prorruso de Ucrania, mientras desplegaba sus mejores esfuerzos por integrarse al mercado del gas de la Unión Europea.
El Brics es un bloque político que procura alcanzar acuerdos financieros y económicos. Ha sido instrumental para el desarrollo de la Ruta de la Seda –el cantero de obras de infraestructura para unir a China con los mercados europeos y asiáticos. Constituye una réplica de una tentativa similar anterior por parte de la Unión Europea –los llamados “corredores”, que debían desplegar el comercio terrestre hacia Asia. Un proyecto que intentó Alemania antes de la primera guerra mundial. La tentativa no prosperó por las contradicciones entre las potencias de lo que todavía no era la UE, y que fue sustituida por la colonización financiera de Europa oriental en forma paralela a la desintegración de la Unión Soviética. Para muchos analistas, la Ruta ha sido un fracaso, como lo probaría la situación de default en la que han entrado los países beneficiados por inversiones en infraestructura, como pasa con Sri Lanka, Pakistán, varios países africanos y otros en los Balcanes. El Brics tiene el atractivo de su Nuevo Banco de Desarrollo para financiar proyectos acordados por sus integrantes, pero está acotado por varias disposiciones, como la que veda el apoyo a los países en conflicto con el FMI. Hay otro banco sponsoreado por China, del que se habla menos: el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura, que cuenta como socios con una mayoría de países occidentales –aunque no de Estados Unidos. China y el Brics no pretenden subvertir la economía capitalista ni tampoco sus instituciones –sólo, y solamente en algunos casos, disputan una participación mayor en ellas. Uruguay, por caso, no pertenece al Brics, pero el gobierno de Lacalle Pou se encuentra avanzado en la tratativa por un acuerdo de libre comercio con China. Irónicamente, los gobiernos del Frente Amplio, con el fallecido Tabaré Vázquez a la cabeza, intentaron lo mismo con Estados Unidos.
No es la primera vez que los países que hoy son llamados “emergentes” buscan insertarse en la economía mundial desde una posición de relativa autonomía. Como tentativa, no se pueden igualar al Movimiento de Países No Alineados, que se gestó a finales de los años cincuenta del siglo pasado. Se creó en un período de ascenso de luchas sociales y nacionales y, al mismo tiempo, de ascendiente norteamericano, que aun gozaba del poderoso status imperialista que le dio la victoria en la Segunda Guerra. En la actualidad, el “Sur Global” es la expresión de las contradicciones creadas por una mayor extensión del capitalismo a la periferia bajo el impulso ofrecido por la disolución de la Unión Soviética y el desarrollo del capitalismo en China, espoleado por el capital mundial en forma decisiva. El “Sur Global”, según un columnista, practica una diplomacia “a la carta”. La India, por ejemplo, integra con pleno protagonismo el Brics y no acompaña las sanciones de la OTAN a Rusia –con la que negocia en sus respectivas monedas nacionales. Al mismo tiempo es parte del Aukus, la alianza militar entre Estados Unidos, Australia y Japón … contra la República Popular China. Egipto, un socio nuevo del Brics, es una colonia yanqui-europea, golpeado por la inflación y una crisis alimentaria causada por la guerra de la OTAN contra Rusia.
Caracterizar a este escenario “a la carta” como manifestación de la emergencia de un mundo “multipolar” es un tropiezo lingüístico. Los países ‘emergentes’ deben a los ‘mercados internacionales’ unos 200 billones de dólares, aproximadamente. Ningún banco del Brics asistirá al rescate de este enorme número de naciones ‘submergentes’. La suba de las tasas de interés norteamericana ha incrementado los pagos de intereses de los países endeudados; Argentina, por caso, paga el 8,3% de interés por el préstamo del FMI. Si, a la inversa, se produjera una baja profunda de esas tasas, con el objetivo que la inflación ‘licúe’ las deudas internacionales y nacionales, el alza de los precios terminará por llevar al hambre a grandes contingentes de las masas. Se asiste a una multiplicación de contradicciones y antagonismos, y a una tendencia a la disgregación de la unidad económica y política internacional, que es la madre de todas las guerras mundiales.
La reunión del Brics en Johanesburgo tuvo lugar bajo un escenario de dislocación del mercado mundial, como consecuencia del régimen unilateral de sanciones impuesta por la OTAN a Rusia, incluidas confiscaciones como la retención de 350 mil millones de dólares de las reservas internacionales de Moscú. Una consecuencia de esto es el retiro de reservas extranjeras de los países beligerantes y la compra de oro por los Bancos Centrales. China e India, que se disputan territorios de frontera, han montado un sistema de compensación de pagos independiente, sin abandonar el que dirigen los bancos de inversión de Estados Unidos.
Estas medidas excepcionales han servido, deformadamente, para mantener el comercio mundial. La utilización de monedas propias en el intercambio entre países, permite impedir el colapso de mercados, mientras son presentadas en los medios como manifestaciones de autonomía. Como resultado del derrumbe inmobiliario, con sus secuelas de bancarrotas, en China se desarrolla una tendencia a la salida (prohibida) de capitales. China, en consecuencia, depende más del dólar que en el pasado; hay compañías chinas que se han acogido al procedimiento de quiebras de Nueva York.
El caso del “swap” de monedas entre Argentina y China es instructivo, desde el momento en que se usaron yuanes como una operación ’puente’ para evitar el default de Argentina hasta la llegada de un préstamo demorado del FMI. La sustitución de un patrón monetario internacional por parte de monedas nacionales, como augura el progresismo de la ignorancia, constituye, en última instancia, una regresión económica. Diversos episodios, desde la crisis mundial de 2007/8, demostraron la enorme dependencia del euro respecto del dólar norteamericano. No existe una salida capitalista a la decadencia de la dominación de Estados Unidos que no sea una guerra mundial.
Para evitar un colapso de la industria automotriz en el Mercosur, Brasil está tramitando un préstamo o garantías para financiar la compra de autopartes en Argentina, que serviría ulteriormente para vender a Brasil el vehículo terminado. La mediadora no será el banco del Brics ni el Banco Popular de China sino la Corporación Andina de Fomento, una institución que se fondea en Estados Unidos. China se ha convertido hace tiempo en el mercado principal para la mayoría de los países latinoamericanos -con la excepción parcial de México- y en su mayor inversor. El resultado es un considerable déficit comercial de la región con China. Pero la deuda pública de América Latina, que orilla, en promedio, el ciento por ciento del PBI es con capitales y fondos de Londres y Nueva York. Reforzar las exportaciones a China, con el petróleo de Vaca Muerta, el litio del Norte y una potenciación del agronegocio, es funcional al pago de esa deuda pública en poder del principal rival de China: Estados Unidos. La preponderancia de China en el comercio y las inversiones en América Latina, refuerza la dependencia financiera de Estados Unidos.
La visión pacifista que ofrece el mundo “multipolar” es simplemente un engaño. China ha ingresado a una crisis de grandes dimensiones, mientras el gobierno de Xi busca una alternativa al rescate (costosísimo) o la quiebra –un verdadero laberinto político. Rusia es carcomida por una guerra para la cual no tiene salida. Este es el estado del Brics. Es indudable que la decadencia norteamericana ha iniciado una transición histórica, pero no a un retorno a la competencia ‘pacífica’, sino a la guerra imperialista o a la revolución socialista internacional.