Impresionismo y esoterismo

Escribe Mateo Zubeldía

Tiempo de lectura: 3 minutos

Altamira ha dicho que Milei es un fascista, pero que no hay una corriente fascista en Argentina. Caracterizó como “impresionismo” “(…) cuando se actúa sobre la presión de los hechos”.

Quien vio la ausencia no de una corriente fascista, sino de una reacción política antes que nadie fue Macri. Durante su gobierno acusó a la burguesía nacional de no comprometerse activamente con ‘el cambio’. La respuesta patronal fue la creación de un grupo de WhatsApp: “Nuestra voz”, ahora subdividido en “Nuestra voz dolarización”. Benegas Lynch (h), moderador en 2022 de los primeros encuentros entre ambos 'administradores', dijo que Milei “ya había ganado antes de las elecciones por los temas extraordinariamente profundos que instaló en el nivel político”. De tratarse de algo orgánico, la “Internacional Reaccionaria” extendería sendos carnets de afiliación.

Las movilizaciones contra la restricción a la circulación durante el ASPO y las que se oponían a la estatización de Vicentín fueron denominadas por un articulista como un “movimiento popular republicano”. Este movimiento tendría partida de nacimiento incluso antes, en los "banderazos" del ‘40% que votó contra el populismo’ en 2019. Sin solución de continuidad, numerosos analistas sostienen que sobre esas movilizaciones se habría montado el triunfo electoral del ‘populista’ Milei. O el movimiento ‘atemperó’ a su nuevo líder, o este ‘radicalizó’ aquel. “Los republicanos calentaron la pava y los libertarios se toman el mate", se excusa ahora el articulista.

La impericia es evidente: la aparición de movimientos de masas en la escena pública es potencialmente revolucionaria o potencialmente reaccionaria; el rol de las instituciones de la República es el de suprimir el ‘movimientismo’. No puede decirse lo mismo, sin embargo, de la dirección política de esas instituciones.

Hechos y derechos: de la precarización a la deshumanización

La caída del salario real durante los últimos ocho años -y con ello del consumo- es utilizada en algunas industrias y en el comercio para justificar el recorte de trabajadores en las plantillas, porque “se venden menos unidades”. Esto presiona sobre los derechos conquistados y acicatea la polifuncionalidad y la extensión de la jornada, configurando un Estado de excepción al interior de las empresas. La llamada “industria del juicio” no existe, porque una ínfima proporción de los trabajadores afectados recurre a medidas judiciales. La movida apunta a consagrar un régimen legal de trabajadores descartables. La libertad avanza.

El ocio, en un sentido amplio, aparece impugnado por la necesidad. La importada alquimia justicialista ha mostrado su límite insalvable: en el capitalismo en descomposición, más que nacer un derecho donde hay una necesidad, son las necesidades las que sepultan los derechos. El ser humano no tiene una vida social ‘por derecho’, sino -al igual que su vida material- 'por necesidad'. Ahora aparece Milei diciendo que “la justicia social es una aberración”, porque “alguien tiene que pagarla”; es decir, que la crisis capitalista debe ser saldada con la vida social de los trabajadores. La superexplotación es también un “mal menor” frente a la desocupación.

Seguro y reaseguro, dijo El General

Gerardo Martínez, líder de la UOCRA, unos días antes de reunirse a solas con Milei dijo estar preocupado por “cómo garantizamos (sic) las tres “g”: gobierno, gobernanza y gobernabilidad. Me parece que es muy endeble, débil, la estructura de este candidato” (La Nación, 25/8). Luego de la reunión privada, dijo que Milei “no quiere hacer una reforma laboral” y que había pedido reunirse con él para saber cómo funciona el Fondo de Desempleo en su gremio. Es decir que tenía ganas de escuchar una disertación sobre cómo "comer y descomer" asalariados, casualmente justo después de que el representante de la CGT ante la OIT se ‘preocupara’ públicamente por la suerte ulterior de él. Según Martínez, “Se supone (sic) que dentro del cronograma de temas más preocupantes que tiene hoy la Argentina en forma estructural, el capítulo laboral está en décimo lugar” (Infobae, 2/9). Si omitimos la flagrante contradicción, la consumación de una reforma laboral sería en el mejor de los casos una cuestión de ‘timing’.

Como cuando de brujas se trata, podemos afirmar que no creemos en una corriente fascista intramuros… pero que la hay, la hay. Contra el impresionismo y el esoterismo por igual, digamos al menos que en la reacción política está el sustrato de ella.

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