Escribe Patricia Urones
Qué implicancias tiene el acuerdo con el gobierno nacional.
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En los últimos días ha retomado impulso la denuncia de los acuerdos del gobierno nacional, por intermedio del ministro de Interior Eduardo Wado de Pedro, con la empresa estatal de agua de Israel, Mekorot.
La empresa está acusada por múltiples organismos de derechos humanos y, llamativamente, por la ONU, de ejercer un apartheid del agua para con la población palestina. Hoy mismo, dos millones de palestinos de la franja de Gaza, incluidos los hospitales, en medio de un bombardeo genocida, están impedidos de acceder al agua porque Mekorot, por orden del Estado sionista, ha “cerrado las válvulas”. Mirado desde este ángulo, la entrada de Mekorot a la Argentina, significa la adopción por parte del capital de una salida a la crisis hídrica que va a profundizar los enfrentamientos políticos. En otro orden de problemas, aunque relacionado, un nuevo paso del gobierno en el alineamiento con la OTAN. Pero antes de llegar a esto vamos a dar un rodeo para explicar de dónde nace la particular “visión” de la estatal israelí del agua.
Desde el punto de vista de los recursos hídricos, el territorio palestino ocupado por el Estado sionista de Israel podría dividirse estableciendo dos cortes, uno norte-sur y otro este-oeste. Una zona al norte, que va desde el extremo norte del territorio ocupado de Cisjordania hasta la frontera con el Líbano, caracterizada por la presencia de acuíferos subterráneos con buena calidad de agua; precipitaciones abundantes y el Río Jordán. Este río surca el territorio palestino ocupado a lo largo de toda la frontera este y, por tanto, es un recurso compartido con los estados de Siria, Jordania y el Líbano. Posee en su extremo norte la mayor parte de su riqueza, en el valle de Jule, donde se juntan los ríos que provienen de las nacientes, entre ellos, el más importante es el río Banias, que nace en el monte Hermon, territorio perteneciente a Siria. Hacia el centro hay, sobre todo, acuíferos y manantiales y, finalmente, en la zona sur, desde el extremo sur de la Cisjordania ocupada hasta las fronteras con Egipto y Jordania, comienza el desierto tan típico del Medio Oriente. Otro corte es de este a oeste, hecho por montes, y que divide los valles del Jordan de la línea costera. En la zona oeste, el único recurso disponible es el acuífero costero, que limita con el mar Mediterráneo. El 95% del agua de este acuífero está contaminada por la filtración de aguas salinas y por efluentes cloacales debido a la insuficiente infraestructura de saneamiento.
La crisis hídrica crónica de la zona del Medio Oriente, principalmente una zona desértica, planteó desde el comienzo el problema del abastecimiento de agua en el sur desértico. Para viabilizar el acueducto nacional construido por Mekorot, que iba desde el Mar de Galilea, o lago Tiberíades, hasta el extremo suroeste, el Estado israelí debió profundizar la ocupación, extendiendo el control del ejército sionista hacia la zona conocida como los Altos del Golán, en la Guerra de los Seis Días, en 1967. Este territorio, perteneciente al Estado de Siria posee las nacientes del Río Jordán, el Monte Hermón, y es un territorio con todas las virtudes de un humedal, rico en biodiversidad. En simultáneo dictó, en todo el territorio ocupado de Palestina, la Orden Militar 158, que dictamina que los palestinos no pueden construir ninguna nueva infraestructura de agua sin el permiso de las fuerzas armadas israelíes, el cual es prácticamente imposible de conseguir. El 65% del agua distribuida por este acueducto es utilizada para regadío. La provisión a los colonos israelíes del valle del Jordán, para regadío de plantaciones de alimentos, es subsidiada por el Estado mientras que los productores palestinos y sirios deben abastecerse por medio de cisternas, a precios que se estiman entre tres y cuatro veces la tarifa común. Aún pagando, sin embargo, la empresa estatal regula el volumen de agua entregado a palestinos de acuerdo a la temporada, reduciendo el caudal en épocas de bajas lluvias.
Golan Sirio Ocupado por el Estado de Israel. En el recuadro de la imagen derecha se puede observar el Monte Hermón, la naciente más importante del Río Jordán.
Además del acaparamiento de las aguas del Jordán, el Estado, por intermedio de la empresa, se dio la política de construir pozos de extracción de agua en la zona más rica del acuífero de la Montaña, en la zona oeste de Cisjordania. Estos compiten con los pozos y manantiales de los que se proveen los habitantes palestinos, que denuncian que desde la década del ´90 sus perforaciones se vienen secando sistemáticamente. Como las nuevas infraestructuras están prohibidas, no pueden proceder a hacer más profundos sus pozos y, cuando lo hacen, el ejército procede a taparlos. Este boicot sistemático a las infraestructuras de habitantes trabajadores y pequeños productores provocó la absoluta dependencia de estos de la provisión de agua por parte de la empresa. En Cisjordania, Mekorot es la propietaria de todas las redes de abastecimiento de agua disponibles. El 50% de los hogares palestinos allí, es provisto por la empresa, que subsidia las tarifas de los colonos y la cobra plena a los palestinos. Aquellos que no son provistos por medio de las redes, deben acudir a la carga de sus remolques cisterna por medio de empresas palestinas, las cuales cobran valores muy superiores a la tarifa común. Los cortes de agua discrecionales por parte de la empresa, han echado a perder varias plantaciones, obligando a los productores palestinos a irse o reconvertir sus plantaciones a alimentos con menos necesidad de agua. En la zona del oeste del territorio palestino ocupado, en la franja de Gaza, entre el 90 y el 95% del agua suministrada, proveniente del acuífero costero no es apta para consumo humano porque se encuentra contaminada. Para consumo, los palestinos gazatíes tienen que repetir la misma mecánica que los cisjordanos: proveerse de los camiones cisterna. La ONU ha llegado a calcular, que, para la población palestina más pobre, el agua implica un gasto del 50% de sus ingresos. Nuevamente, como la provisión depende, en última instancia, de Mekorot, los volúmenes son regulados por el Estado de acuerdo a la temporada, produciéndose cortes de agua que duran días.
Acaparamiento de la infraestructura de pozos de extracción de agua por parte de la empresa estatal israelí Mekorot.
Lo que la Estatal israelí presenta como un éxito de gestión del agua, no es más que un fracaso rotundo. La política de acaparamiento respecto de los Estados vecinos y, hacia adentro, respecto de la población palestino-siria refleja que la profundización de la ocupación del Estado sionista a lo largo de estos 70 años, no ha hecho más que agravar la crisis hídrica. Como salida a esto, la empresa se vio obligada a desarrollar ductos de agua de segundo uso y tecnología de desalinización. El desarrollo de la tecnología para el manejo del agua, ha sido simultáneo con un proceso acaparamiento del recurso y privación de su uso a más de un tercio de la población que vive en el territorio palestino ocupado -la población propiamente palestina. Se estima que el consumo promedio del habitante israelí es de 300 lts. de agua, mientras el palestino debe vivir con 70 lts. por día, por debajo de los 100 lts. que, como mínimo, necesita un ser humano para vivir en condiciones sanitarias acordes según la OMS. El “éxito” de Mekorot no puede leerse en forma aislada del terrorismo aplicado por el Estado sionista, que ha destruido sistemáticamente la infraestructura de agua palestina y le ha vedado el acceso a manantiales y destruido cisternas y pozos por medio de las bandas de colonos facistas. De otro lado, la gestión “exitosa” consiste en el derroche de agua para los sectores agrícolas y turísticos israelíes, que producen de cara al mercado externo, sobre la base de tarifas de agua subsidiadas.
Esta forma de abordar el problema del agua, propia de un régimen social en decadencia, parece abrirse paso en un contexto mundial, que la ONU ha caracterizado como de transición hacia una “crisis hídrica crónica”. Es por eso que la estatal israelí ya ha incursionado en el asesoramiento a países como Brasil, México, Azerbaiyán, India, Corea del Sur, Canadá, Australia, Reino Unido y Estados Unidos, entre otros. Argentina, a pesar de sus importantes recursos hídricos, viene de una sequía histórica de tres años que ha afectado la mitad de la cosecha en el verano pasado y ha creado muchos problemas de provisión de agua en los barrios. Asiste también a una crisis en la zona de Cuyo, donde según los informes del Servicio Meteorológico Nacional, el Cambio Climático se ha traducido en una reducción de las lluvias que recibe la región. El Delta del Paraná y del Plata han tenido bajantes históricas, lo mismo esta sucediendo con el Amazonas en estos días. La crisis hídrica alarmó al gobierno nacional y a los provinciales, pero no por los problemas causados a los trabajadores, sino a la industria: la patronal ligada al negocio agroganadero no solo se vio afectada en la producción sino, en el caso del Litoral, en el transporte de la materia prima; lo mismo sucede en las provincias mineras, constantemente en conflicto por el uso del agua. La llegada de la empresa ha sido promovida por los gobernadores de Mendoza y San Juan, el cambiemita Suarez y el peronista Jalil. Inmediatamente, el lobby sionista organizó un viaje al territorio ocupado palestino, que fue realizado en abril del año pasado por una gigantesca comitiva de “alto nivel” integrada por ministros, gobernadores y técnicos y encabezada por Eduardo Wado de Pedro. El viaje “inaugural” abrió una agenda, ciertamente acelerada, de trabajo respecto del tema, que se tradujo un mes después en un convenio científico-tecnológico promovido por el ministro de Interior Eduardo Wado de Pedro “entre la empresa Mekorot y las distintas áreas del Gobierno nacional que tienen a cargo los recursos hídricos, para poner en marcha un masterplan con el foco puesto en la gestión inteligente del agua en Argentina” (argentina.gob, 16/05/2022). En aquella reunión, al igual que en el viaje de “reconocimiento”, estaba presente la presidenta de AySA, Malena Galmarini. A fines del año pasado, Mekorot firmó convenio con Mendoza y San Juan y este año lo hizo, en febrero, con cinco provincias más: Catamarca, Formosa, La Rioja, Río Negro y Santa Cruz. En un lapso de nueve meses Mekorot ingreso a la planificación hidráulica de siete provincias. Es notable que la provincia de Santa Cruz, donde se encuentran en construcción las represas chinas, solo haya contratado “servicios de consultoría”.
El objetivo de estos acuerdos, cuyas cláusulas no se conocen, sería establecer planes maestros de provisión de agua, teniendo en cuenta las reservas disponibles, el consumo y las proyecciones climáticas. La idea era discutir un plan maestro nacional teniendo en cuenta la “variedad geográfica”. Esto significa llevar el agua desde las regiones con “abundancia” a otras en donde falta. Pero, fundamentalmente, llevar el agua a la industria a la que le hace falta, de esto hablaba Wado de Pedro cuando conminó a discutir “cómo usar el recurso estratégico del agua, así como la coexistencia tanto de su uso humano como para la producción” (argentina.gob, 16/05). Aunque este plan inicial sigue en gateras, los gobernadores han rechazado los intentos del gobierno nacional de tomar el control del recurso. Es lo que se puso al rojo vivo con la reciente crisis entre Massa y los gobernadores de Neuquén y Río Negro, respecto del vencimiento de las licitaciones de las represas de la Patagonia. En principio, solo en principio, los planes se han “provincializado”. El secretismo de los acuerdos de Mekorot con las provincias responde a que el problema de la falta de una provisión acorde de agua se debe al consumo a gran escala de la actividad minera. La instalación de la minería del Litio en el NOA, debe resolver este problema fundamental. Un efecto de esta actividad también ha sido la contaminación de los ríos cuyanos y, por intermedio de ellos, de las poblaciones aledañas, pero lo que importa aquí no es un relevamiento de la calidad del agua para el consumo humano (lo que debería ser planteado más bien desde un ángulo sanitario) sino la provisión del agua… para la industria. El desafío de Mekorot sería el que planteó, sin ambages, el coordinador de proyectos especiales internacionales de la empresa Diego Berger, aquí también como en el territorio ocupado de Israel, proveer a la industria capitalista del agua suficiente para su normal funcionamiento, en medio de un desierto en potencia. Un desembarco masivo de la industria minera en la región oeste del país debería contar con esta infraestructura básica, para cuya construcción, el Estado debería aumentar su deuda.
Diego Berger ha dicho que “Israel nació y creció bajo la cultura de la escasez, mientras que América Latina lo hizo en el marco de la cultura de la abundancia” para sumar luego que la región latina debe “adaptarse” a la cultura de la escasez. Ocultó que quiénes nacieron y crecieron en el marco de esta cultura han sido los palestinos, y no sobre la base de la conciencia de la crisis hídrica sino sobre la base de la bota militar, el corte de agua por Mekorot y el terror ejercido por las bandas de colonos facistas, a quienes el Estado entrega armas. Mientras unos sufrieron la escasez, otros vivieron la abundancia: el mediano capital israelí ligado a la agricultura para la exportación (a Europa), que Wado de Pedro tanto reivindicó porque “cuadruplicó su superficie productiva en 50 años y multiplicó por 20 su producción” ha crecido sobre la base de la expulsión y expropiación de tierras palestinas. Las Startup israelíes de tecnología del agua, como la empresa Prospera, junto a Mekorot, con las cuales el gobierno se alía para desarrollar el Agro 4.0, y los planes maestros, desarrollan sistemas de regadíos sobre la base del acaparamiento anterior del recurso hídrico que el Estado sionista ocupante de Israel ha llevado adelante por medio de la guerra con los Estados vecinos. Por sus particularidades sociohistórica propias, ser un gendarme del capital imperialista en una zona desértica, el Estado israelí concentra en forma contundente lo que representa la salida reaccionaria del capital al problema del agua, y lo ha traído el kirchnerismo.
La titular de AySA aclaró dudas, por si alguna caBe, del horizonte con el cual la burguesía nacional está mirando la “Argentina del futuro” cuando planteó que al agua “hay que reconocerla como un subproducto primario, y empieza a valorizarse como una commódity. Tenemos la responsabilidad de transportar este recurso de una franja a otra de la Argentina para que todos y todas tengan acceso al agua, y también poder llevarla a otros países del Cono Sur”. Para transformar el agua en un “commodity” primero tendría que asegurar la propiedad del recurso, lo que llevará a crisis con las provincias en primera instancia y, en un plano estratégico, con los países que poseen las nacientes de los ríos que pasan por el territorio argentino. En el mientras tanto, quedó planteada la intención de reprivatizar el servicio en todas las provincias, algo en lo que AySA -que viene ordenando los “asientos contables”- es una adelantada. La reprivatización del servicio, que seguramente será subsidiado para la industria, implica un golpe a las condiciones de vida de los trabajadores que deberán pagar facturas atadas al consumo. La profundización de la mercantilización del agua significa una nueva confiscación a las grandes masas laboriosas, una guerra a la clase obrera.
En los círculos de la gran burguesía ya hace rato se discute que el agua debe ser entendida como un “recurso estratégico”. Así ha sido tratado, consecuentemente, por el Estado sionista de Israel, que, para sobrevivir en el desierto, como gendarme del capital imperialista en Medio Oriente, se apropió del Río Jordán y los acuíferos palestinos expropiando en el mismo acto al pueblo palestino en primer lugar, pero también a los pueblos colindantes. Un período de privatización y acaparamiento del agua, sea de manos del Estado provincial o nacional en conjunto con el capital privado, solo tendrá el fin de asegurar la producción y valorización del capital, nacional y extranjero, agravando la crisis hídrica. En el marco de la guerra imperialista actual, este recurso sería de beneficio exclusivo para el capital agrupado en la OTAN, que reclama insistentemente el alineamiento de Argentina: es el motivo por el cual, en el último debate presidencial, los tres candidatos se han declarado, sin fisuras, solidarios con el Estado Sionista ocupante de Israel y contra los derechos nacionales del pueblo palestino.
La tendencia internacional de agravamiento de la competencia entre Estados, se verifica en todos los problemas que enfrenta la humanidad, en este caso, el de la crisis hídrica. El capital, que no conoce otra frontera que el aumento incesante de la ganancia, amenaza con arrastrar a la humanidad a guerras mucho más destructivas que las conocidas. A este régimen social y mundial de competencia, guerra y muerte, debemos oponer uno que organice a la sociedad sobre la base de la prioridad de la salud y la vida, la única piedra basal que puede dar lugar a una verdadera cooperación internacional.