Acerca de la grave situación en las cárceles

Escribe Hernán Moreno (Sociólogo UBA)

Tiempo de lectura: 2 minutos

Hoy viernes 24 de abril, el penal de Devoto y la represión a los internos, vuelve a mostrar el constante proceso de hostigamiento y segregación que viven quienes están detenidos.

Ante el agravamiento de las condiciones de vida de los reclusos en los distintos penales del país, que la peste del covid 19 vino a exponer sin tapujos, condiciones que producen necesariamente una reacción de los internos, en mi rol de Sociólogo, docente de la UBA, y el Programa UBA XXII, sumo una reflexión sobre la cuestión.

Es indispensable y urgente expresar el más enérgico repudio a la represión como única vía de respuesta de las autoridades tanto del SPB, como SPF, y de todas las jurisdicciones, a los justos reclamos de los detenidos para que se respeten sus derechos, y especialmente en este contexto sanitario, donde ya está circulando el virus, lo cual generará un aumento sustancial de muertes, debido a las pésimas condiciones de salud (muchas enfermedades pulmonares, cardíacas), de muchos de quienes conviven en las cárceles.

Quienes transitamos hace años los pasillos y espacios de las cárceles, conocemos de primera mano la manera en que se construye una otredad negativa, inferior, y estigmatizante desde las autoridades para con los detenidos, y su manifestación cotidiana en los modos en que los cuerpos se distribuyen, se relacionan en un espacio social controlado, y como consecuencia, ensayan acciones sea individuales, o colectivas, de resistencia, y reestructuración de sus identidades.

Los fenómenos de copresencia, de conciencia práctica, de tensar y habilitar los procesos de cambios en la estructura normativa y corporal, son parte de las estrategias de supervivencia en un entorno hostil.

Hoy como hace semanas la “normalidad” dentro de las cárceles, dejó de serlo. La disputa por el sentido del quehacer cotidiano, de la obediencia a las reglas muchas veces absurdas y con el objetivo de degradar los cuerpos, se quebró.

El campo fértil de contagio en las unidades reavivó la llama de los que, nos enseñan las más de las veces a nosotros, los “profes”, sobre el leit motiv de la sociología que enseñamos: desafiar lo dado, incomodar, desnaturalizar lo evidente, mostrar que está oculto detrás de las instituciones, de las reglas, de la autoridad.

Más que nunca es urgente traslado de los detenidos a espacios donde se reúnan un mínimo de condiciones sanitarias que les aseguren un trato igualitario con el resto de la sociedad, y no ser tratados como ciudadanos de segunda.

Así mismo es indispensable, el cese de las prácticas de hostigamiento y persecución, para con la población carcelaria toda, y el urgente respeto por el resto de los derechos humanos que gozan todos ellos, y que, como queda más que evidente, el hacinamiento, la falta de recursos sanitarios, edilicios, una deficiente alimentación, atentan fuertemente contra la salud de los detenidos, ubicándolos como población de riesgo frente a la pandemia.

La defensa irrestricta de los derechos humanos de todos por igual es tarea necesaria en estas épocas de crisis y reconfiguración de los lazos sociales, para evitar que se perpetúe la desigualdad y la representación propia del sentido común, que construye en los reclusos una identidad amenazante y que se monta al aparato discursivo con tintes fascistas, que hace eco en sectores de nuestra sociedad.

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