La masacre de Gaza y la guerra mundial de la OTAN

Escribe Olga Cristóbal

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Se cumplen 30 días del bloqueo y la ofensiva sionista por tierra, mar y aire, bajo el más absoluto apoyo del gobierno norteamericano y la Unión Europea. La intervención israelí ha desatado una masacre de proporciones espeluznantes; la inmensa mayoría de los 9.770 muertos son mujeres y niños.

La noche del domingo al lunes fue calificada como la más atroz por los gazatíes, con un tercer apagón total de las comunicaciones que los aisló del mundo. La BBC dijo que fueron “los ataques aéreos más intensos desde el comienzo de la guerra”, centrados en gran medida en el noroeste de Gaza. Y Wafa, la agencia oficial de noticias palestina, informó sobre “explosiones violentas y un bombardeo sin precedentes por parte de aviones y buques de guerra israelíes”, que tuvieron como objetivo las proximidades de varios hospitales.

El cerco a Gaza “parecía tener como objetivo aislarla del resto de la franja”, opina el New York Times, lo que fue confirmado por Daniel Hagari, el vocero del Ejército, que dijo: “Esencialmente hoy hay un norte de Gaza y un sur de Gaza”, dijo (NYT 6/11). Voceros militares informaron que en las próximas 48 horas el ejército sionista entrará en la ciudad.

El New York Times cita a fuentes del gobierno norteamericano que afirman que la Casa Blanca también ha enviado mensajes a Irán y Hizbulah en el sentido de que Estados Unidos estaría dispuesto a intervenir militarmente si se lanzan ataques contra Israel. El domingo, el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, reiteró la postura de Estados Unidos de disuadir a “cualquier Estado o actor no estatal que intente intensificar este conflicto”. Las tensiones con El Líbano aumentaron el domingo después de que un ataque israelí contra un coche en el sur del país mató a tres niños y a su abuela.

Benjamin Netanyahu dijo el viernes que continuaría su campaña militar con “todo su poder”. También que no permitiría el ingreso del combustible con el que funcionan generadores para hospitales e instalaciones de agua. Y que solo habrá un alto el fuego temporario si se liberan incondicionalmente todos los rehenes, a cambio de nada.

El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, repite que el objetivo es destruir a Hamás, pero que no tienen ningún interés en volver a ocupar Gaza permanentemente (después de que Israel abandonó la ocupación militar y levantó las colonias en 2004-2005, Hamás ganó las elecciones y desplazó a Fatah del gobierno de la Franja).

El secretario de Estado Anthony Blinken fue muy claro en cuál es la línea roja: “Todo el mundo está de acuerdo en que no se puede volver al statu quo” en el que “Hamás siga teniendo responsabilidades de Gobierno y seguridad. Pero también sabemos que Israel no puede reasumir”, ni “tiene la intención”, de reasentarse permanentemente en Gaza, aseguró.

El régimen de El Sisi ha rechazado la posibilidad de una reubicación forzosa de forma categórica de la población de Gaza en el desierto de Sinaí. No solo debería “lidiar con protestas internas y con la ira popular extendida por su territorio en plena crisis económica”, sino que se añadiría un factor constante de desestabilización política. A pesar de que la dictadura de Al Sisi ha prohibido las movilizaciones, cientos de miles de egipcios se han manifestado en sus propias barbas en solidaridad con los palestinos. “El desplazamiento forzoso, en sumisión a la voluntad de un Estado ocupante que quiere liquidar el tema en connivencia con gobiernos occidentales e internacionales, es un asunto que Egipto rechaza, y trabajará para frustrar estos planes”, afirma el diplomático Mohamed Hegazy, asesor del Ministerio de Exteriores de Egipto.

Tanto Biden como los jerarcas de la Unión Europea están resucitando una farsesca “solución de dos Estados”, bajo la Autoridad Palestina, luego de la guerra, que se anuncia larga. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, propone, también para después de consumada la masacre, “desarrollar una economía viable en la Franja para evitar que crezca la radicalización, con la perspectiva a largo plazo de una solución de 'dos Estados'.".

“Gaza debe ser más pequeña al final de la guerra [...]. El que empieza una guerra con Israel debe perder territorio”, opinó Gideon Saar, ministro sin cartera en el nuevo Gobierno de emergencia. El ejército sionista, explicó, se retiraría lentamente para delegar el control a “una fuerza multinacional, previsiblemente con un rol importante de la parte del mundo árabe-musulmán que reconoce a Israel, como Egipto, Jordania, Turquía o Marruecos. Gaza se convertiría en un Protectorado (“trusteeship”).

Siempre servicial al imperialismo, el infame presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbas (87), se entusiasmó y le dijo al secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, que “no descarta implicarse de nuevo en el gobierno de Gaza” - (El País 4-11).

Abbas condicionó su aceptación a que la solución “englobe” a la Cisjordania y a Jerusalén Este. No explicó cómo piensa que la ANP podría mantenerse en el poder. Si antes del 7 de octubre la ANP, que actúa como un gendarme al servicio de Israel en Cisjordania, ya estaba cuestionada, todos los observadores coinciden en que después de la incursión de las milicias en el Estado de Israel las simpatías de los palestinos por Hamás donde sea que vivan han crecido exponencialmente.

Respecto de la hipotética fuerza árabe internacional que le saque las papas del fuego a Israel en una Gaza devastada, por ahora no parece viable, mientras millones de trabajadores árabes denuncian en la calle la pasividad de sus respectivos gobiernos bajo en genocidio.

Biden y Netanhayu

Un mes después del 7 de Octubre, “la ira de las familias de las víctimas recarga las protestas contra Netanyahu (…) “Netanyahu no ha participado en ningún funeral, no ha visitado ninguna shivá (ceremonia del duelo), no ha llamado a ninguna familia. Así que acudiremos a él”, se lee en una publicación de Ya'akov Godo y Maoz Inon, quienes perdieron a familiares en la masacre de Hamás el 7 de octubre”. (Haaretz 5/11)

El primer ministro, que se ganó la reputación de ser un halcón en materia de seguridad, dijo que cualquier investigación tendría que esperar hasta que termine el conflicto y que "al único que pretendo hacer dimitir es a Hamás". Toby Greene, investigador de la London School of Economics, asegura que "si se celebraran elecciones ahora, perdería estrepitosamente" (LN 6/11).

Las bombas de Israel sobre Gaza tienen el poder de impactar muy lejos. La juventud de Estados Unidos, que fue uno de los pilares de Biden para desplazar a Donald Trump, “se está alejando rápidamente por el apoyo político y militar norteamericano a la invasión de Israel en Gaza”. Sólo el 32 % de los encuestados entre 18 y 34 años aprueban el ataque israelí a Gaza (en comparación con alrededor del 58 % de los mayores de 50 años). El respaldo a Biden cayó al 37 % en octubre, el piso de su presidencia, según Gallup.

Las multitudinarias movilizaciones en favor de Palestina en Whashington, Nueva York, Los Angeles, Seattle y otras grandes ciudades norteamericanas se han radicalizado. No solo exigen un alto el fuego, acusan al presidente Biden de complicidad con la masacre -“Hay sangre en tus manos, Biden”- y, lejos de las cavilaciones metodológicas, en Washington predominó la consigna ”¡Intifada, Intifada, viva la Intifada”, en un apoyo nítido a la rebelión palestina más allá de consideraciones derechohumanistas.

El viernes un millar de árabes norteamericanos bloqueó la salida de un barco cargado de armas en el puerto de Oakland, California. Ya en Gran Bretaña obreros de fábricas de armas habían hecho lo propio.

En un acto de campaña, Biden fue interrumpido por una mujer que le gritó: “Como rabina necesito que pidas un alto el fuego ahora mismo”. Biden, que desde que ingresó al Congreso en 1973 es considerado “Un hombre de Israel” (Counterpunch, 4/5) respondió: "Creo que necesitamos una pausa”.

El secretario de Estado Antony Blinken, que pasa más tiempo en Tel Aviv que en Washington y llegó a decir que viaja a Medio Oriente “como judío” (sic), también tuvo que escuchar en el Senado que le gritaran genocida.

Las universidades -incluida Harvard- hierven de protestas y proclamas, manifiestos y acusaciones. “Ante esta imprevista conflagración —inédita desde la movilización de estudiantes contra las guerras de Vietnam o Irak—, las juntas de patronos y donantes amenazan con cortar la financiación en los campus si se contrarían sus intereses” (El País, 27/10).

Los donantes, miembros de la burguesía norteamericana y sus empresas, apoyan al Estado de Israel y pretenden destituir a las autoridades académicas que no logran frenar las protestas propalestinas. O desfinanciarlas.

Las luchas internas se han extendido a todos los niveles del Partido Demócrata. “Ningún tema amenaza con romper la frágil coalición demócrata del presidente Biden tanto como la respuesta de Israel al ataque terrorista de Hamás”, informa el editorialista Mike Allen (Axios).

Sin embargo, la Cámara de Representantes votó 412-10 a favor de una resolución de “apoyo a la defensa de Israel” y el Senado aprobó, por unanimidad, una resolución propuesta por el senador republicano fascista Josh Hawley que cataloga el apoyo a Palestina como “solidaridad con los terroristas” y promover el “antisemitismo”.

Millones de personas en todo el planeta han ganado la calle en defensa de Palestina y en contra de la complicidad de sus respectivos gobiernos. Solo en Yakarta fueron 2 millones y 500.000 en Washington. Unir la lucha contra el imperialismo y contra el genocidio en Gaza con la lucha por las reivindicaciones de los trabajadores y la juventud en cada lugar es el camino para combatir al imperialismo y abrir paso a otro régimen social.

The Wall Street, sin embargo, ofrece otro: “Los intereses de Estados Unidos e Israel en el actual conflicto de Oriente Medio están divergiendo tanto a corto como a largo plazo, enturbiando el camino para poner fin a la guerra de Israel contra el grupo militante Hamás en la Franja de Gaza.”

Es que el capital financiero advierte del peligro de perder la guerra contra Rusia en Ucrania, si las fuerzas imperiales también acaban empantanadas en Medio Oriente. Lo mismo puede ocurrir en la guerra que se prepara contra China. Por eso Biden presentó al Congreso un programa de asistencia de alrededor de 50.000 millones de dólares, para Israel y Ucrania, conjuntamente. En Ucrania hay manifestaciones de deserción militar pues las tropas permanecen un tiempo excesivo en el frente por carencia de reemplazo. La masacre desatada por el Estado sionista tiene además un objetivo subalterno: instalar su soberanía en las costas del Mediterráneo de Gaza, donde existen fabulosos yacimientos de gas y una lista de monopolios para empezar a desarrollarlos.

Si algún cálculo se puede atribuir a Hamás acerca de la oportunidad de su acción contra el sur de Israel, no es por ciento la intención de evitar un reconocimiento diplomático entre Arabia Saudita e Israel, sino aprovechar el fracaso de la contraofensiva de Ucrania contra Rusia y el empantanamiento de la guerra de la OTAN, para abrir un frente internacional a lo largo y ancho del Medio Oriente.

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