La rebelión palestina y la reconfiguración de Medio Oriente

Escribe Norberto Malaj

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La situación abierta en Medio Oriente con la guerra que desató Israel para aplastar la resistencia palestina e imponer un cambio de régimen en Gaza ha impuesto un giro en la región de alcances internacionales. Poco antes, el acercamiento diplomático de Irán con Arabia Saudita había dejado al imperialismo y los sionistas en la banquina, pero la crisis desatada a partir del 7 de octubre ha impuesto un viraje mucho más profundo.

“La estrategia regional de Estados Unidos está en ruinas, ya que sus aliados enfrentan presiones y sus enemigos buscan aprovecharse. Ha dejado en ruinas la estrategia estadounidense de distensión en la región, ha puesto a los gobiernos árabes y a Irán en una posición difícil y ha abierto la puerta a una mayor participación de China y Rusia”, dice Marwan Kabalan, director de Análisis de Políticas del Centro Árabe de Investigación y Estudios Políticos (Al Jazeera, 28/10).

Mientras las burguesías árabes y musulmanas se ven obligadas a ´solidarizarse´ -de palabra- para enfrentar las enormes movilizaciones de masas en defensa de la resistencia palestina en sus países, “poco después de que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, arremetiera contra Israel, la bolsa de valores de Turquía cayó un siete por ciento. Ese día, la bolsa suspendió su actividad dos veces (…) los inversores locales y extranjeros que acababan de empezar a regresar a los mercados de capitales de Turquía votaron con los pies en contra de la ´posición firme´ de Erdogan que no es buena para los negocios” (Zvi Barel, Haaretz, 27/10).

Erdogan estaba en vísperas de un viaje a Israel antes del 7 de octubre, en vías de recomponer sus relaciones con Israel – Turquía es el único país musulmán que siempre, desde 1948, mantuvo aceitadas relaciones diplomáticas con los sionistas. Miembro de la OTAN, Turquía no solo choca con los yanquis. Ahora por enésima vez los yanquis pusieron en discusión la venta de aviones de combate F16: “La cancelación de la visita de Erdogan a Israel y la congelación de las discusiones sobre acuerdos económicos, principalmente relacionados con la energía y el gas del Mediterráneo, son sólo parte del precio que Turquía deberá pagar” (ídem). Ni hablar de la ruptura -por formal y transitoria que sea- de los acuerdos de sionistas y sauditas.

Lo de Erdogan fue un giro improvisado. Los primeros gestos del turco no fueron de solidaridad con Hamas sino con Israel. “Según el sitio web Al-Monitor, Erdogan pidió a Ismail Haniyeh, el jefe del ala política de Hamás que estaba en Turquía el día que comenzó la guerra, que abandonara Estambul. Fue la inmensa reacción del pueblo turco lo que sacudió el tablero. Con todo Turquía junto a Egipto y Qatar, todos estrechos aliados de EE.UU. (pero con vínculos con Hamas) se transformaron en los principales gestores para la liberación de los rehenes de esa organización –por interposición claro de los yanquis y de los sionistas-.

En este cuadro hay que destacar la conducta de Hamas y de Hezbollah. Ambas organizaciones ´terroristas´ acusadas de ser un brazo de Irán, se mostraron, la primera buscando el apoyo de la oligarquía de los jeques de Qatar mucho más que la de los ayotallas; Hezbollah expresando una relativa moderación en El Líbano frente a Israel.

Según Zvi Barel “Qatar es el país que encabeza las negociaciones (por los rehenes) … este país proporcionó enormes sumas de dinero a la Franja de Gaza durante la última década, algunas de ellas con el respaldo de Israel. Curiosamente, mientras Israel considera a Hamás como un protegido iraní, Hamás ha decidido mantener negociaciones a través de Qatar” (ídem). Respecto a Hezbollah, Haaretz (26/10) destaca que el “líder de los diputados del Hezbolah libanés, Naim Quasa”, en una jugada parecida a la de Erdogán, habría suscripto una reunión entre “el primer ministro en funciones y el jefe de las FF.AA. libanesas junto a autoridades de las fuerzas de paz de Naciones Unidas en la frontera con Israel”. “Hezbollah está lejos de cumplir con las expectativas de su socio en Gaza, a pesar de que el primero ha logrado mediante sus operaciones limpiar a decenas de comunidades israelíes de su población” (ídem).

Lo más importante a destacar es lo que le dijo el príncipe heredero saudí, Mohammed Bin Salman a Biden la semana pasada: “advirtió del peligro de que la guerra se expandiera a otros países árabes … no es una consideración humanitaria. El día de su conversación con Biden, Bin Salman organizó una conferencia de inversores en la que se escucharon previsiones pesimistas sobre el éxito de Saudi Vision 2030, el proyecto de desarrollo emblemático de Arabia Saudita, en caso de una guerra regional en Oriente Medio”(ídem).

“Estados como Arabia Saudita, Egipto y, en gran medida, los Emiratos Árabes Unidos, Turquía y Qatar, que no son exactamente almas gemelas, se encuentran en una coalición que les ha impuesto una guerra que amenaza con desestabilizar sus países y, ciertamente, provocar un daño real a sus economías y seguridad. Lo absurdo es aún mayor cuando recordamos cómo Arabia Saudita recientemente jugaba en el club de los grandes, desafiando a EE.UU. a permitirle desarrollar un programa nuclear independiente y otorgarle una alianza de defensa a cambio de normalizar sus relaciones con Israel, todo ello mientras maniobra sus posiciones con China” (ídem).

“La estrategia estadounidense socavada” (Al Jazeera)

Cabalgando sobre los acuerdos de Abraham de Trump -los que abrieron las relaciones diplomáticas entre Israel y los emiratos del Golfo, varios años después de las alcanzadas por Jordania y Egipto- Biden se había embarcado en un giro de distensión con Irán e incluso, otra política menos perceptible, pero de largo alcance: “un corredor oriental, que conectaría a la India con los estados árabes del Golfo, y un corredor norte, que uniría los estados del Golfo con Europa a través de Jordania e Israel. Se suponía que sería la respuesta de Estados Unidos a la Iniciativa de la ruta de la Seda” (Marwan Kabalan, Al Jazeera, ya cit.).

La crisis abierta ahora minó todo esto: El ataque de Hamás ha puesto fin abruptamente a estos planes. “Primero, ha congelado efectivamente el proceso de normalización entre Israel y Arabia Saudita …En segundo lugar, los ataques de Hamas también obligaron a Estados Unidos a revertir su política de disminución de la presencia militar en la región al ordenar el mayor refuerzo militar desde la guerra contra Estado Islámico. El Pentágono desplegó un portaaviones en el Mediterráneo oriental, mientras que otro fue enviado al Golfo. Juntos, proporcionan más de 100 aviones con capacidad de ataque, así como cruceros, destructores y submarinos equipados con misiles Tomahawk …en tercer lugar, los esfuerzos de Estados Unidos por reducir las tensiones con Irán también han llegado a su fin. Hace apenas un mes, los dos países llegaron a un acuerdo sobre un intercambio de prisioneros y la liberación de activos iraníes congelados por valor de 6.000 millones de dólares. Se esperaba que el acuerdo alentara a Irán a impedir que sus milicias en Siria e Irak lanzaran más ataques contra las fuerzas estadounidenses” (ídem). Días atrás estas operaciones se reanudaron y los yanquis bombardearon esas milicias en Siria.

“Todo esto significa que Estados Unidos corre el riesgo de verse arrastrado a otra guerra regional en Medio Oriente” (ídem).

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