Medio Oriente: entre los ´acuerdos de Abraham´ y la ´paz´ Irán-Arabia Saudita

Escribe Norberto Malaj

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En enero de 2020 Trump trasladó la embajada yanqui a Jerusalem. Más tarde en el año bajo patrocinio del mismo matón los sionistas acordaron con varios emiratos del golfo Pérsico la apertura de embajadas. Los ´acuerdos de Abraham´, como se los conoció, expresaban un claro avance imperialista-sionista en la región. Hacía rato que esos jeques árabes y sus socios mayores, los sauditas, venían negociando con los sionistas, especialmente en materia de ´seguridad´ —menos problema les ocasionó abandonar la demagogia propalestina.

A la inversa, los acuerdos que se acaban de anunciar entre Irán y Arabia Saudita, los dos países árabes más importantes de Medio Oriente, reestableciendo relaciones diplomáticas cayeron como un balde agua fría en Israel. Ambos países habían roto relaciones en 2016 y mantuvieron un virtual estado de guerra. Aquel año los sauditas habían asesinado, en Riad, a un alto clérigo chiíta —la rama musulmana dominante en Irán. Teherán reaccionó promoviendo una serie de atentados sobre instalaciones en territorio saudí, lo que llevó primero a la ruptura de relaciones y después a un enfrentamiento entre ambos países alrededor de la guerra civil yemení, donde cada bando de ésta recibió respaldo de Irán y de Arabia Saudita. Ese conflicto con casi nula repercusión en Occidente ya acabó con más vidas que la de la guerra OTAN-Rusia: esa “desastrosa guerra se cobró más de 150.000 muertos” y, encima, se había “convertido en un punto central de discordia entre Washington y sus aliados europeos por un lado y Riad” (Zvi Bar'el, Haaretz, 10/3).

Ya es indudable que el pato de esta boda son los sionistas. El “acuerdo entre Irán y Arabia Saudita es una gran noticia para Assad y Hezbolá, mientras Israel se pone a la defensiva” —dice el mismo especialista, que conoce el paño del ´patio trasero´ del Estado sionista (13/3). De modo que el alcance del acuerdo tendría enormes repercusiones.

Especialmente en Siria y el Líbano, dos de los países más inestables y críticos del Medio Oriente, el restablecimiento de relaciones saudí-Irán sería parte de toda una movida pan-arábiga por ´pacificar´ esos dos países. Un día antes, el “presidente tunecino, Kais Saied, anunciaba que enviará un embajador a Siria para renovar las relaciones bilaterales. Abu Dhabi y Bahrein se le adelantaron”. Antes “el ministro de Relaciones Exteriores de Arabia Saudita, el príncipe Faisal bin Farhan, dijo que aislar a Siria no estaba funcionando y que se necesitaba diálogo, particularmente para abordar la crisis de refugiados de Siria … ´Esto bien puede conducir eventualmente a que Siria regrese a la Liga Árabe´, dijo”. Por otro lado, “se esperan más avances hacia la renovación de las relaciones sirio-turcas”. Esto le dará “a Assad una importante inyección de oxígeno financiero, a cambio de lo cual tendrá que dar a Turquía una barrera defensiva contra la minoría kurda en el norte de Siria, que Turquía ve como una amenaza a la seguridad”.

Esto llevaría a sacrificar al gobierno autónomo kurdo en Siria que cuenta con respaldo yanqui. Por último, “otro cliente del acuerdo entre Arabia Saudita e Irán es Hezbolá, cuyo líder está seguro de que también conducirá a una solución a la crisis política en el Líbano. La soga libanesa gira en torno al nombramiento de un nuevo presidente para el país, cargo que ha estado vacante desde octubre. Sin un presidente, el gobierno libanés existe solo en el papel ... No hay certeza de que Arabia Saudita e Irán puedan dictar la identidad del nuevo presidente, pero las posibilidades de que eso suceda ahora son mayores que antes” (ídem).

China-EE.UU.

“En términos generales, damos la bienvenida a cualquier esfuerzo para ayudar a poner fin a la guerra en Yemen y reducir las tensiones en la región de Medio Oriente", fue el “único comentario del portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EE. UU.” (ídem). Los sionistas, sin embargo, sostienen que el Departamento de Estado habría sido ´puenteado´ por los sauditas y que los yanquis serían los segundos grandes perjudicados por este acuerdo.

No le faltan razones. En primer lugar, sin Arabia Saudita se dificulta cualquier posibilidad de que los halcones del Pentágono y el belicismo sionista puedan avanzar en el tantas veces proyectado bombardeo de las instalaciones nucleares iraníes. “El acuerdo proporciona a Irán la legitimidad que tanto necesita en el mundo árabe y podría conducir a nuevos acuerdos con Estados árabes como Egipto, allanar el camino para poner fin a la guerra en Yemen … e incluso conducir a una reanudación de las negociaciones para salvar el acuerdo nuclear … obligará a EE.UU. a reevaluar su posición en la región” (Anshel Pfeffer, íd., 12/3).

El acuerdo Irán-sauditas se hizo a la luz del día tras dos años de negociaciones. La “bomba Made in China” —como denomina el acuerdo esta analista— no operó en el vacío. China está desenvolviendo en la región toda una política de penetración económica de enorme alcance, como parte de la denominada “ruta de la seda”.

El jeque saudí Mohamed Bin Salmam (MBS) hace tiempo ya que dejó de ser un peón completamente sometido a EE.UU. Cuando estalló la crisis energética, como subproducto de la guerra OTAN-Rusia, MBS se negó a seguir el reclamo yanqui de aumentar la producción petrolera para facilitar una baja de los precios y castigar a Rusia. “Este no fue el único golpe dado por los saudíes” a los yanquis. “En diciembre, cuatro aviones de combate sauditas escoltaron el avión del presidente chino Xi Jinping … (a la que) no fue su primera visita, pero esta vez vino a firmar un acuerdo de alianza estratégica que incluía acuerdos comerciales y de inversión por valor de decenas de miles de millones de dólares y, lo que es más importante, el desarrollo de reactores de energía nuclear designados para la producción de energía doméstica”. EE.UU. se había negado durante mucho tiempo a proporcionarlos, reclamando “que los saudíes cumplan con las regulaciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica”. Ya “en 2020, The Wall Street Journal informó la desconcertante noticia de que China y Arabia Saudita estaban cooperando para explotar los vastos depósitos de uranio del reino” (ídem).

La guerra en Ucrania, las rebeliones de Irán e Israel

El restablecimiento de relaciones de Arabia Saudita e Irán se suma a un conjunto de conflictos que vuelve a colocar al Medio Oriente en el epicentro de la crisis mundial. A su manera el régimen de los ayatollahs ha roto su aislamiento internacional, quebrando el bloqueo imperialista. No está claro, sin embargo, hasta donde el régimen podrá salir airoso de la inmensa movilización popular que enfrenta a la policía ´moral´ y ha provocado una brutal represión. Tampoco se sabe si Biden, que no ha dado cumplimiento a la promesa de volver al acuerdo nuclear de Obama, lo hará ahora. Irán se ha vuelto el principal proveedor de drones militares de Rusia y Biden, en represalia, procedió a lo Trump.

Por último está la cuestión de Israel. Desde hace mucho los sionistas aparecían como la punta de lanza dispuesta a acompañar una eventual ofensiva militar contra Irán, si la Casa Blanca se dispusiera a hacerlo. El acuerdo saudí-Irán, inmediatamente, descarta esta vía. Los sauditas no permitirían el uso de su espacio aéreo para bombardear las instalaciones nucleares iraníes —los sauditas lo abrieron a los sionistas hace poco para vuelos comerciales, pero seguro que no lo permitirían para esto.

Más interesante aún es que la Fuerza Aérea de Israel (IAF) está virtualmente sublevada contra el gobierno ultraderechista. Éste “está lidiando con el malestar dentro de sus filas por los planes judiciales del gobierno, que estalló públicamente la semana pasada con el anuncio de que 37 pilotos de reserva en su 69º Escuadrón se unirían a las protestas en lugar de asistir a un ejercicio de entrenamiento. El 69 es la principal fuerza de ataque estratégica de largo alcance de la IAF. Si sus pilotos estuvieran siendo preparados para un ataque inminente contra Irán, no habría ninguna inclinación para las protestas allí” (Anshel Pfeffer, íd., 12/3).

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