Ni cianuro ni cicuta
Votemos en blanco. Nota de tapa de Política Obrera N° 82 edición impresa.
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La segunda vuelta electoral enfrenta a dos enemigos declarados de la clase obrera.
Bajo la batuta de Macri, Milei es un candidato de la “casta”, que ha fundido al país y destruido la economía de los trabajadores, bajo el gobierno de JxC entre 2015 y 2019.
Sergio Massa pertenece a ese mismo equipo: apoyó a Macri en 2015 y lo siguió apoyando hasta mucho después del nefasto acuerdo de Macri con el FMI.
Massa no es “el enemigo de nuestro enemigo” (Macri-Milei), sino el socio de nuestros enemigos.
La operación política para presentar a Massa como alternativa a Milei es, por lo tanto, un fraude. Massa ha renovado el sometimiento al FMI y promete hacerlo si es electo en las elecciones de la semana que viene.
Esta operación de fraude es alimentada por el kirchnerismo residual, la burocracia sindical, el progresismo acomodado y la izquierda que se refugia en el FIT-U. Todos estos sectores son perfectamente conscientes de que Massa representa una salida económica y política perjudicial para los trabajadores.
Se afirma que Milei-Villarruel representa el “negacionismo”, pero este “negacionismo” ha sido aplicado en la práctica desde 1983, mientras se juraba un “nunca más” a las dictaduras militares: el "punto final" y la "obediencia debida" de Alfonsín, el indulto de Menem-Kirchner (gobernador en funciones del menemismo), así como la dilación de los juicios por crímenes de lesa humanidad. El aparato judicial, la burocracia estatal, el régimen militar, la legislación y la deuda externa contraída por la dictadura fueron preservados en nombre de la “continuidad jurídica” del Estado.
Milei es un fascista o, más precisamente, un payaso de fascismo. Debe ser combatido con todas las armas de la lucha popular. Pero eso no justifica la opción por Sergio Massa, un hombre de los bancos y el capital industrial, un agente de Estados Unidos y el sionismo, un promotor de “la tolerancia cero” y el despliegue de la gendarmería en los barrios.
El trabajo insidioso de apoyo a Massa, por parte del progresismo que tiene resuelto sus problemas sociales y de una izquierda que ha dado la espalda a los intereses históricos de la clase, busca retener a los trabajadores como furgón de cola de la clase capitalista y del peronismo fondomonetarista.
Los espanta la posibilidad de que un repudio a los dos candidatos por medio del voto en blanco desarrolle una perspectiva de acción histórica independiente de la clase obrera.
Todo el país está anoticiado de que la función de las elecciones es autorizar un golpe de Estado económico, que está hace tiempo en la lista de espera de las corporaciones capitalistas. Devaluación y tarifazos. La lucha contra este golpe debe empezar con una ruptura clara y nítida con los golpistas: Milei-Macri y especialmente Massa-Kicilof-Kirchner.
La tarea, el próximo 19, no debe ser el otorgamiento de un mandato popular mediante el voto, no digamos a Macri-Milei, sino a Massa; debe ser, al revés, privarlos de ese mandato que no es otro que un golpe de Estado económico contra los trabajadores.
La pérdida de millones de votos por parte del peronismo, en las PASO y en las generales, señala una fuerte tendencia popular que es necesario profundizar mediante un voto en blanco lo más masivo posible.
De cualquier manera, no es posible rehuir a los desafíos que irrumpirán apenas se cierren las urnas.
Las patronales emprenderán una fuga de capitales severa para imponer la agenda de la devaluación, los tarifazos, el corte de gastos en salud, educación y vivienda. El candidato que triunfe se plegará, como ha ocurrido siempre, a las exigencias del capital.
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