Escribe El Be
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A mediados de 1980, la base de apoyo de la dictadura se socavaba aceleradamente. Política Obrera explicaba que “la ola de pronunciamientos de la casi totalidad de las cámaras empresarias (MIA, CRA, etc) y la fuga de capitales al exterior, evidencian la creciente ruptura de la burguesía con Martínez de Hoz. Para la burguesía se impone la necesidad de una alteración de rumbo”. En su análisis, la crisis económica se entrelazaba con la crisis política, debido a que “la alteración del plan económico implica un cambio en la correlación de fuerzas en la que se sustenta, lo que lleva a un proceso de lucha entre las diversas fracciones burguesas y militares” (Política Obrera N° 311, 28/06/80).
PO explicaba en sus páginas que “no queremos decir que la catastrófica situación económica no tenga salida teóricamente bajo el régimen dictatorial. Pero sí, que este plan no da para más y que cualquier otro plan burgués de alternativa significa una nueva rediscusión de las relaciones entre los diversos grupos y clases (en particular con el imperialismo), lo que pone en marcha una agudización de la lucha de clases. Un nuevo plan económico estaría sustentado sobre un nuevo conjunto de fuerzas políticas y sociales, diferente al de la tranza de Martínez de Hoz” (Ídem).
A partir de esta clarificación, PO concluía que “es en este marco que aparece la posición opositora de los partidos burgueses (peronismo, desarrollismo, UCR, etc) y de la iglesia”. Comenzaba a configurarse un frente opositor, que un año más tarde dará nacimiento a la “Multipartidaria”.
En su análisis, estos “opositores” a la dictadura no representaban, en absoluto, un ariete de la lucha democrática, sino más bien lo contrario: “la 'oposición' burguesa, si bien levanta el tono de sus reclamos, se mantiene aún subordinada al régimen militar. Esto porque teme abrir una brecha que dé lugar a una irrupción independiente de las masas. Por eso no reclaman que la dictadura se vaya y elecciones inmediatas. Tratan de presionar por una salida 'institucional', por el inicio de un gobierno de 'transición' donde ella esté directamente representada. Los partidos burgueses han definido su programa como el de la 'convergencia' con sectores de las fuerzas armadas para armar una 'salida' en 1984. El título de este artículo planteaba “Ni 1984, ni 1988. Organizar la movilización para echar a la dictadura” (Política Obrera N° 311, 28/06/80).
Este proceso se desarrollaba no sin contradicciones. “Para el imperialismo y la burguesía, el régimen militar sigue siendo, con todo, su régimen, principalmente porque rechaza cualquier experimento constitucional en los viejos moldes. Pero (…) lo que importa no son los límites que la burguesía pretende poner a su descontento sino cómo éste puede ser aprovechado por las masas para imponer una vasta movilización nacional, cuya dirección debe ganar” (“El carácter de la situación”, Política Obrera 315, 15/10/80).
En octubre de 1980 fue electo Viola fue electo para reemplazar a Videla a comienzos del siguiente año. La elección había sido presentada como un trámite por la prensa y los partidos tradicionales. La misma, sin embargo, fue turbulenta. Política Obrera reconoció en este episodio una expresión significativa del conjunto de la etapa política. En su periódico señaló que “la crisis para nombrar 'sucesor' es una refractación de la crisis económica y de la escisión que ésta ha producido en la burguesía. (…) Con el núcleo fundamental de la burguesía en disgregación segura, y recomposición incierta, no es viable ningún plan político continuista que pretenda apoyarse en una coalición sólida de fuerzas políticas”. Y concluía: “la crisis política actual expresa el principio de viraje que la caracteriza respecto a 1976”.
La designación de Viola era una ratificación del rumbo continuista de la dictadura; sin embargo “las condiciones políticas generales y la relación entre las distintas clases y el gobierno no es la misma”. El objetivo era impulsar un continuismo institucional, es decir, “no basado en un caudillo, o en una camarilla militar especial, sino en una coalición de fuerzas políticas”. La preocupación de Viola, por lo tanto, era la reunificación de la burguesía en el apoyo a la dictadura. (“Qué representa Viola”, Política Obrera 315, 15/10/80).
El quebranto económico se transformó rápidamente en una depresión con un aumento exponencial de la desocupación. A mediados de año, Política Obrera señalaba que “al cabo de dos meses, se ha quebrado el frente de sustentación del gobierno de Viola (el que, a su vez, era una recomposición de la ruptura del frente que había sostenido a Videla hasta 1980)”. Y agregaba que “está planteada una crisis política mayor que, en las condiciones de la dictadura, significa una crisis de poder. Lo que está planteado para los explotadores es una alteración de rumbo de la dictadura, incluso su suplantación. La base del gobierno de Viola se ha reducido en extremo y no cuenta con el apoyo de ningún sector que no esté conspirando por otro lado; la división del gabinete es completa. Está planteada la posibilidad del golpe militar” (“Una crisis de poder” 16 de julio de 1981).
La dictadura se encontraba entonces en el peor escenario posible. PO lo resumía en que “el régimen militar ha perdido la iniciativa política, pero conserva el poder”. Esa iniciativa “tiende a ser tomada por los elementos descontentos de la burguesía y por los políticos democratizantes. Pero este bloque no tiene el poder ni lucha por él. La iniciativa que la situación les ha puesto en las manos les quema como brasa ardiente” (Ídem). Las movilizaciones de familiares de desaparecidos contaban ya con decenas de miles. Para Política Obrera, la tarea del momento era una campaña por un paro nacional.
Los partidos 'democráticos' de la burguesía pegaron un giro al calor de la crisis. El radicalismo, que se había negado sistemáticamente a cualquier entendimiento interpartidario con el argumento de que había que evitar el antagonismo entre civiles y militares, convocó a mediados de 1981 a una reunión “multisectorial”. A la misma acudieron el desarrollismo, el radicalismo y la CGT. Balbín sostenía que “estamos al borde del abismo”.
El giro también era del desarrollismo (frondicismo), que fue un sostén de la dictadura desde el comienzo y que incluso tenía ministros en el gobierno. Política Obrera explicaba que “se pone en evidencia que los hilos de la multisectorial se mueven desde el gobierno militar y los cuarteles. La multisectorial aparece como una bisagra entre las fuerzas políticas de las burguesía y la FF.AA”. En relación al peronismo, afirmaba que “a través del acuerdo multisectorial se abriría también la oportunidad para un replanteo de la 'institucionalización' del peronismo, estrategia alentada desde adentro y fuera del peronismo desde 1955 en adelante. Es decir, lograr que el peronismo sea finalmente dominado por el sector más orgánicamente ligado a los militares, y declaradamente partidario de aceptar la vigencia de un régimen constitucional mutilado” (“Multipartidaria: que la dictadura nos saque de la crisis”, Política Obrera N° 322, 16/07/81).
En julio de 1981 se formalizó la creación de la Multipartidaria con un comunicado de prensa publicado en los principales diarios firmado por la Junta Política Convocante integrada por la Federación Demócrata Cristiana, el MID, el Partido Intransigente, el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical. El texto sentenciaba que “damos por iniciada la etapa de transición hacia la democracia, objetivo que constituye nuestra decisión intransferible e irrevocable”. Algunos medios calificaron su surgimiento como el hecho político más importante desde el golpe de Estado de 1976.
Pero “la finalidad inconfesable de la 'Multi', decía PO, es defender a Viola contra un golpe militar de derecha”. Política Obrera explicaba que “el armado de un puente entre los partidos y Viola pretende ser un primer paso para acercar a una fracción de la opinión pública a la idea de la transacción con la dictadura. Los partidos de la 'Multi' ya habrían dado garantías a la Junta de que no tocarán la cuestión desaparecidos, en una iniciativa que vendría del ex senador [Luis] León”.
Ricardo Balbín declaraba que “las FF. AA tienen que considerar esto [la Multipartidaria] como un elemento de ayuda al éxito del Proceso”. De otra parte, Conrado Storani, integrante del Movimiento de Renovación y Cambio que lideraba Raúl Alfonsín dentro de la UCR, explicaba que “la explosión social tendrá que ser conducida por la Multipartidaria para impedir el caos”. Federico Robledo, del peronismo, sostenía que la Multipartidaria debía dar paso a “un gobierno de unión nacional, que integre un poder ejecutivo de coalición constituido por el poder militar y los partidos políticos”. La Multipartidaria buscaba que el “diálogo” con la dictadura abriera una negociación a una “institucionalización”.
Pero el tiempo de la Multipartidaria todavía aun no había llegado. Política Obrera explicaba que “el fracaso para armar rápidamente una multisectorial está indicando que en las filas de la burguesía no existe ningún gran impulso a favor del frente opositor. La burguesía golpeada por la crisis prefiere maniobrar dentro del gobierno (Alsogaray 'asesora' a Viola, la UIA está en el gabinete, así como una parte del ruralismo). En lugar de alterar esta relación de fuerzas mediante una enérgica agitación, la Multi se limita a vegetar”.
“La 'Multi' es por esto, decía PO, una maniobra distraccionista, ya que no tiene viabilidad, ni subjetiva (no quieren el poder), ni objetiva (la transferencia del gobierno a los 'civiles' no aglutina a la mayoría de la patronal). La perspectiva de la 'Multi' se reduce a esto: que las masas hagan el trabajo 'sucio' de crear una situación revolucionaria a partir de la presente crisis política, forzando a la burguesía a recurrir a los partidos como recurso último para salvar al Estado burgués. La clase obrera debe hacer prevalecer su independencia respecto del frente patronal”.