El impasse de Medio Oriente

Escribe Emiliano (Belgrano)

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El reciente bombardeo al principal pozo petrolero Saudí y mundial, de la estatal Aramco, con 10 drones, representa el mayor ataque a instalaciones industriales que haya sufrido Arabia Saudita, acreedor, socio comercial y estratégico de EEUU.

Una de las instalaciones atacadas se encuentra en Abqaiq, en la Provincia Oriental, mientras que la otra se encuentra en el yacimiento petrolero de Jurais. Afecta al 5% del crudo del mundo y a la mitad del suministro saudí, lo que disparó los precios internacionales (el máximo de aumento desde la guerra del golfo), y con ello, los costos productivos y las tensiones de la guerra comercial. Trump anunció que de ser necesario supliría la demanda mundial con la reserva de petróleo norteamericana y que con ello bastaría para calmar los mercados.

Un especialista explica que “Abqaiq es el nervio central del sistema energético saudí. Incluso si las exportaciones se reanudan en las próximas 24 o 48 horas, la imagen de invulnerabilidad se ha modificado” (The Guardian, 15/9). La reestabilización de la producción puede demorar semanas. China y la Unión Europea instaron a la moderación (BBC, 16/9), mientras que Israel y Arabia Saudita apoyan que se tomen represalias.

Según el semanario británico The Guardian, el ataque fue realizado gracias a la ayuda dentro de Arabia Saudita. “Grandes incendios envolvieron las instalaciones de procesamiento de Abqaiq y el campo petrolero de Khurais después del ataque, del cual los rebeldes Houthis en Yemen se atribuyeron la responsabilidad. Dijeron que lanzaron 10 drones con ‘cooperación de inteligencia de personas dentro de Arabia Saudita’ según la agencia de noticias Saba dirigida por los rebeldes” (15/9). Para Al Jazeera se trata de “disidentes Chiitas que viven en las ricas provincias petroleras del este” (16/9). Los saudíes han gastado millones de dólares en servicios militares de defensa para proteger sus instalaciones, y estos, curiosamente esta vez, fallaron. El ataque demuestra que el conflicto bélico saudí con Yemen se “nacionaliza” bajo el curso de la crisis económica internacional que presiona a todos los actores de Medio Oriente.

La monarquía saudí mantiene un bloqueo y una guerra contra Yemen que ya ha dejado casi 10.000 muertos y al 80% de la población de 24 millones bajo ayuda humanitaria, según informa la ONU. La transición fallida en Yemen, comenzada a partir de la primavera árabe, es el botón de muestra del impasse que atraviesan la mayoría de los regímenes de la región, que oscilan entre gobiernos autoritarios, golpes militares, e irrupciones de descontento popular, rebeliones y equilibrios políticos inestables.

Un conflicto que abre una nueva grieta

Los drones, de haber salido del territorio controlado por los rebeldes en el noroeste de Yemen, debieron viajar al menos 1.000 kilómetros. La mayoría de los analistas indican que los rebeldes yemeníes carecen de los materiales y de la tecnología para realizar ese ataque. Algunos suponen que el ataque vino del sur de Irak, del lugar donde Israel atacó recientemente posiciones de las Fuerzas Populares de Movilización (al-Shaabi) que dependen de Irán, como en el último intento de ataque con drones el 14 de mayo (ídem).

Israel y Arabia Saudita responsabilizan a Irán del ataque, encontrando eco en el secretario de Estado Mike Pompeo, que dijo el fin de semana que sabía que el ataque venía de Irán sin mostrar evidencia alguna. Promovió la escalada del conflicto y criticó la “salida diplomática” (CNN, 15/9). Le respondió el ministro de asuntos exteriores iraní, Javad Zarif, quien dijo que “habiendo fallado con la máxima presión, el Secretario Pompeo cambia a la máxima decepción” (BBC, 16/9). Desde la agencia oficial Tasnim, Amirali Hajizadeh, jefe la Guardia Revolucionaria iraní, advirtió que “todo el mundo sabe que todas las bases norteamericanas y sus portaaviones en una distancia de 2.000 kilómetros alrededor de Irán están en el rango de nuestros misiles” (15/9). Pompeo puede ser el próximo “cesanteado” del gobierno Trump. La primera reacción de presidente yanqui fue contradecir a su secretario y decir que estaba “asegurado y cargado”, pero que esperaba “verificación”, agregando que sólo esperaba que la monarquía saudí le diga quiénes habían sido los responsables. Esto abona sus dichos, días atrás, sobre que algunos miembros de su gobierno “lo que quieren llevar a una guerra”. Los límites de acción de Trump no están dados por la “evidencia”, sino por los intereses del capital de inversiones norteamericano. Las negociaciones con Irán son parte de una estrategia para también volver a sentarse con China en el marco de una anunciada nueva recesión mundial.

La semana pasada, Trump había echado al “halcón” John Bolton, para restablecer relaciones con Irán con la posibilidad de volver al acuerdo nuclear de Viena (2015), y tener una reunión en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas. El gobierno del “liberal” Rohani se había comprometido a seguir respetando el acuerdo en tanto Europa muestre predisposición para contrarrestar las sanciones, medidas como el retiro de las tropas de Irán de Siria. En Biarritz el iraní se reunió con Macron para restablecer un flujo de financiamiento a las inversiones francesas en Irán. El “proteccionismo” de Trump choca con los intereses del capital norteamericano. Los términos de la guerra comercial con China no pueden ser rediscutidos sin cerrar antes estos conflictos. Las sanciones a Irán habían reducido las exportaciones de crudo a sólo 100.000 barriles por día (sólo el 10% de lo presupuestado por Irán), y habían puesto presión al financiamiento de un régimen asfixiado económicamente, limitando la intervención de los bancos y las inversiones extranjeras. El ataque no se condice con los esfuerzos de Irán para tratar de llegar a un acuerdo y lograr que se retiren las sanciones, por lo que parece plausible que este ataque esté ligado a aquellos que quieren que el acuerdo se caiga, dentro y fuera de EEUU. Las imágenes que mostró el Pentágono sobre los ataques evidenciarían por la orientación de los impactos que los ataques provinieron del norte, de Irak o Irán.

Para la cadena Al Jazeera los ataques con drones se tratan de una respuesta a la condonación por parte de EEUU de una serie de ataques militares aéreos de Israel al Líbano, Irak y Siria: “Irán solo puede contrarrestarlos asimétricamente y esto es la respuesta a los EEUU”, dice un especialista.

Crisis política

Benjamín Netanyahu tiene que enfrentar elecciones el martes 17 y pende de un hilo su reelección, con la posibilidad de ser desplazado por la oposición (Clarín, 13/9). Netanyahu prometió en su campaña la anexión del 30% de los territorios palestinos de Cisjordania, y una nueva guerra en la Franja de Gaza, algo que asustó incluso a Arabia Saudita. A pesar de estos anuncios, se muestra desgastado políticamente, cayendo en las encuestas. La crisis mundial se está devorando a un régimen reaccionario que aparecía como “intocable” o incluso fortalecido luego de la debacle de los regímenes políticos de excepción de la región. Netanyahu puede ser el espejo en el que deba mirarse Trump, como antes lo hicieron Johnson y Salvini.

El príncipe saudí Mohammed bin Salman, acusado de masacrar periodistas y opositores dentro y fuera de su país, reclama la injerencia de EEUU. Robert McNally del grupo energético Rapidan dijo que “el riesgo de una escalada regional, que empuje los precios hacia arriba, se ha desatado significativamente” (ídem). Esto pone en peligro los negocios que la monarquía lleva adelante con diferentes estados (como en Egipto), lo que condiciona sus posiciones regionales. Pero no es la escalada de los conflictos lo que genera la parálisis económica, sino ésta la responsable de la escalada. Asistimos al impasse del capitalismo norteamericano, de sus alianzas, y del conjunto de la economía mundial, que fracturan el escenario político global.

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