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No sé cuándo lo conocí. No recuerdo y es lo menos que interesa. Sólo imágenes. Un hombre delgado con campera, sentado en el último asiento de un colectivo de la línea 9, con una bolsa entre sus pies. Se dirigía a una actividad en 1982. Yo, en cambio, iba a ver a Mercedes Sosa al club San Martin. No pude esquivarlo. Lo saludé. Un “hola, Federico”. Lo demás fue silencio. Nada más. Íbamos, ahora, juntos, a una cita. A encontrarnos con otros compañeros en los alrededores del club. ¿En la bolsa? Volantes que sentenciaban: “Abajo la dictadura”. Denunciaba el plan institucional de la multipartidaria para evitar el colapso del régimen y abrir la transición a la “democracia”. Actividad cumplida.
¿Otra imagen? 1985 También en un colectivo que tomamos en Salta y Marcos Paz. Íbamos a Tafí Viejo a visitar contactos con un tercer acompañante: Prensa Obrera. Yo salía, todos los días, de trabajar en el bar que administraba el centro de estudiantes de Filosofía y Letras. Luego de largos recorridos que comenzaban en la “Villa Obrera”, frente a los cerrados talleres ferroviarios de Tafi Viejo, se visitaba a los compañeros. Andaba, siempre, con un bolsito. Yo, con el tiempo, lo imité (todavía lo guardo). Conocí de sus manos a futuros compañeros y dirigentes del Partido Obrero de la localidad. En forma especial a René Sotelo (trabajaba en el ex policlínico Ferroviario, luego delegado de ATSA) que fue mi entrañable amigo. Solo me dedicaba a escucharlo cómo explicaba la situación política y la posición del momento. Recuerdo, por ejemplo, sus explicaciones sobre el programa de crítica a los 36 puntos de la CGT. Lo “lejano” transformado en cercano y palpable para la realidad del “contacto”. No sé cómo fue la cuestión, pero quedé, en el tiempo, como responsable de la zona. Su trabajo se había cumplido con creces.
1987 Una aireada discusión, con movimientos de mesas- en el local de Balcarce 370, defendiendo la posición de concurrir a Plaza Independencia- era el alzamiento de militares “carapintadas”- contra los que planteaba ir a la Legislatura de la provincia. Después, durante un largo tiempo, no lo vi más. Por mucho tiempo nunca supe que se llamaba Hugo Interlandi. Aprendí, en nuestra actividad, que lo mejor es tener información básica. Quedó “grabada”, en mis aprendizajes, su personalidad y su enorme formación política. Retomamos contacto en el 2019. Una continuidad que nunca se cortó, Viajamos, también en un colectivo, al 26 Congreso del Partido Obrero. Largas charlas de ida y de vuelta. Memorables sus intervenciones en la comisión sindical, de dicho congreso, defendiendo posiciones revolucionarias frente a la burocracia que se enquistaba en nuestro partido y que debemos, todavía, expulsar.
¿Una última imagen? El curso de formación política que dimos, en el Cadillal, a la Unión de Juventudes por el Socialismo del NOA. Allí se destacó, una vez más, por su enorme capacidad política. Explicar conceptualmente cuestiones complejas. Fue una atracción para los más jóvenes. Ese curso, además de ser preparado en detalle por el compañero Daniel Blanco en distintas reuniones partidarias, lo reforzamos con algunos cafés que tomamos frente a la Plaza Alberdi. Quedó, después, la costumbre, en el mismo lugar, del café salteado. Hablar de la situación política y de algunas cuestiones personales. De su tristeza por su hermano Juan Carlos Interlandi (responsable, en su momento, del PO de Córdoba, fallecido en un accidente). Amaba a su hijo Federico. Vayan estas palabras para este hombre que me enseñó de militancia y que con limitaciones traté de tener su coherencia. Hasta siempre querido Hugo Interlandi.
(La foto es un momento de recreación después de una de las jornadas del 26 Congreso del PO)