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El pasado viernes 22 de marzo un grupo de hasta 11 terroristas llegaron al popular shopping Crocus en las afueras de Moscú. Coordinaron la operación con el horario pico de tránsito, con el shopping y su teatro llenos de espectadores y las calles y autopistas aledañas con tránsito denso. Esto les garantizó la mayor presencia posible de víctimas y un retraso en la llegada de fuerzas policiales. Durante alrededor de una hora, deambularon a sus anchas dentro del Crocus matando a todo aquel que encontraran en su trayecto y terminaron incendiando el teatro, lo cual probablemente haya provocado la mayor cantidad de víctimas. Aprovecharon la confusión creada por el incendio para escapar. Uno de los integrantes del grupo fue capturado por policías dentro del Crocus mismo y el resto fueron interceptados en el camino hacia Ucrania en la región de Bryansk. Hasta el momento hay más de 130 víctimas mortales confirmadas pero se espera que el número final vaya a ser mayor.
En principio, los miembros del equipo son de procedencia tayika y el atentado se lo atribuyó el Estado Islamico-Khorasan. Este último aparece como franquicia del prácticamente difunto ISIS original pero radicado en Afganistán y enfrentado con los talibanes en el poder.
EE.UU. y toda la prensa que sigue su línea rápidamente abonaron esta tesis. El ataque, que repudiaron, habría sido responsabilidad exclusiva del ISIS-Khorasan sin haber trazos hacia ningún otro actor, particularmente, menos que ningún otro, Ucrania. El servicio de inteligencia ucraniana, el GUR, a las pocas horas del atentado, ofreció una hipótesis muy diferente. Sostuvo que, en realidad, se trataba de una provocación, una operación de bandera falsa orquestada por Moscú como pretexto para escalar la guerra. El GUR tiene un extenso prontuario de asesinatos de civiles dentro de Rusia.
Los rusos no descartan para nada la participación de una tercera parte. De boca de Putin, no se discute que el atentado haya sido llevado adelante por ISIS-K. Lo que se discute es si se trató de una iniciativa propia o no. Sucede que el ISIS-K, es diferente al viejo ISIS en más de un sentido. Los vínculos entre ambas organizaciones son tan desconocidos como la fuente de financiamiento del primero. El ISIS original logró la plena independencia de sus anteriores sponsors saudíes (y aparentemente también de ciertos servicios de inteligencia) luego de conseguir controlar vastos territorios de Iraq y Siria, lo cual les permitió explotar la exportación de petróleo y el cobro de impuestos a la población local. Hoy en día el ISIS se aferra a la supervivencia en territorios marginales de Siria y ya no controla poblados ni petróleo. El ISIS-K no tiene nada de lo que el ISIS tuvo, por lo que depende del financiamiento de individuos y organizaciones. Lo que Putin sugiere en su declaración es que ISIS-K realizó el atentado por encargo de alguien más.
¿Es posible que haya alguna participación ucraniana u occidental en este atentado? Ucrania es un país completamente poroso a los servicios de inteligencia. La CIA se manejó a sus anchas allí por años, construyendo bases de espionaje secretas literalmente en la frontera con Rusia. También operan redes de tráfico y contrabando, particularmente de armas. Incontables veces la prensa occidental ha reportado el problema sistémico de suministros militares que llegan al país y desaparecen sin explicación. Es un terreno fértil para el desarrollo del crimen organizado y, por supuesto, de organizaciones internacionales tales como el ISIS.
Con suficiente dinero, incluso se puede formar un ejército privado allí, como lo fue el neonazi Batallón Azov en sus inicios. Es difícil creer que el equipo del ISIS haya intentado huir hacia la frontera ucraniana sin tener garantías de que se lo iba a dejar pasar. Es una de las fronteras más vigiladas y densamente pobladas de fuerzas militares en el planeta hoy en día.
Rusia: la cobertura islámica de un atentado funcional a la OTAN Por Jorge Altamira, 25/03/2024.