Escribe Jorge Altamira
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La gran prensa internacional se ha puesto de acuerdo en adjudicar la acción terrorista en una sala de conciertos en la periferia de Moscú a un grupo ultraislámico, el ISIS-K, quien se adjudicó el atentado de inmediato. El gobierno norteamericano respaldó esta autoría e incluso aseguró que habría advertido al gobierno de Rusia de su inminencia. Esta misma prensa atribuyó las motivaciones políticas del grupo al enfrentamiento islamista con Rusia por su papel en Siria, donde Putin defiende militarmente al gobierno de Bashar al Assad.
Putin ha desafiado todas estas imputaciones apresuradas, al hacer responsable del atentado a los servicios de inteligencia de Ucrania y de la OTAN. Cuatro de los participantes en la acción fueron detenidos cuando intentaban fugar hacia Ucrania, donde supuestamente esperaban encontrar refugio. Oriundos de Tajikistán, los medios no les imputan una motivación nacionalista, como sería una reacción a la injerencia de Rusia en esta ex República soviética, ni a la dominación de los colonos rusos en su territorio. Como sacado de una galera, esos medios aseguran que la acción, además de la cuestión siria, sería una venganza tardía por la invasión soviética en Afganistán, hace cuarenta y cinco años.
Las incursiones en territorio ruso organizadas por los Servicios de la OTAN no son una novedad. Sea disfrazados como “voluntarios” o adversarios políticos de Putin, han sido frecuentes. La extensión de la guerra al territorio de Rusia ha pasado a ocupar un lugar central en la estrategia de la OTAN como consecuencia del derrumbe del frente oriental del ejército de Ucrania. El alto mando alemán ha discutido el envío de misiles Taurus, con capacidad de alcanzar hasta 500 kilómetros del territorio de Rusia. Rusia ha dispuesto la evacuación de los niños de la ciudad de Belgorod, en la frontera con Ucrania, debido a ataques con misiles e incursiones de comandos enemigos. La Unión Europea, a pocos meses de las elecciones parlamentarias, ha anunciado que prevé, como resultado de una ola de ataques a Rusia, una guerra en territorio europeo en los próximos cinco años; o, dicho de otro modo, el lanzamiento de una guerra al territorio de Rusia. Alemania, Suecia y Finlandia se encuentran a la cabeza del desarrollo de un plan de “defensa civil”, que va desde la construcción masiva de refugios y el entrenamiento de la población para usarlos en caso de ataques aéreos, hasta planes escolares que involucran a niños desde la primaria para acompañar las acciones de sus ejércitos. Se trata de una militarización social colosal cuando arrecian las protestas de masas contra el genocidio del sionismo contra Palestina. La ministra de Educación de Alemania ha tomado el comando del asunto; el estado de Baviera se encuentra a la cabeza de esta movilización civil. Las principales potencias de la UE se aprestan a reforzar la conscripción militar obligatoria.
A nadie debería sorprender que la actividad terrorista de la OTAN se cubra de un manto islamista, porque es harto conocido y probado que es ella misma quien organizó al Estado Islámico de Bin Laden y apadrinó a sus sucesores en la guerra desatada en Siria (a veces por parte de Estados Unidos, en otros casos por Turquía). También está probada la intervención norteamericana en la destrucción del gasoducto Stream 2, un caño de dos mil kilómetros de largo, construido para proveer el fluido de Rusia a Alemania. Las operaciones de “falsa bandera” son comunes, como se ha probado en México y en Colombia. La masacre del pueblo gazatí es una evidencia brutal de la total despreocupación del imperialismo por la población civil.
Esta moneda terrorista tiene, naturalmente, dos caras. Putin, como es obvio, no responderá a esta extensión de la guerra con un llamamiento a la acción unida de los pueblos de Ucrania, Rusia y Europa para derrocar al imperialismo. Incrementará esta guerra, reiterará, como lo hace la OTAN, la disposición a usar armas atómicas, y procederá a una mayor represión contra quienes se oponen a la guerra en base a posiciones de confraternización e internacionalismo, es decir, la única forma de luchar contra la masacre de los pueblos. Putin tiene en su cuenta una larga lista de encarcelamientos y asesinatos políticos de opositores – de derecha como de izquierda.