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El pasado lunes circularon los primeros reportes acerca de una fuga en el Nord Stream, el gigantesco gasoducto que conecta directamente, sin intermediarios, a Rusia con Alemania a través del suelo marino del Mar Báltico. Gracias a este gasoducto, la industria alemana tenía acceso al gas ruso a precios mucho más bajos que cualquier otro proveedor alternativo. El crecimiento de la demanda europea llevó al gobierno de Merkel a mediados de la década pasada a instar a los rusos a construir un gasoducto gemelo paralelo, el Nord Stream 2. Desde el principio, EEUU estuvo públicamente en contra de ambos gasoductos: el gas liquidificado que quiere vender a Europa no puede competir en precio, su costo es varias veces mayor que el del fluido ruso. No es de sorprender que la guerra de Rusia contra Ucrania les diera el pretexto perfecto a los yanquis para ejercer una presión descomunal sobre los alemanes para que cancelaran la inauguración del Nord Stream 2 mientras que la propia política de sanciones y guerra económica llevó a que los rusos prácticamente detuvieran los envíos de gas por el Nord Stream 1. Pues bien, con estos antecedentes, con el pasar de las horas y los días nos enteramos que lo que se reportó no era una simple fuga sino la total pérdida de presión en ambos gasoductos al mismo tiempo. En otras palabras, al mismo tiempo ambos gasoductos, hechos de una manera que pueden soportar hasta el impacto accidental de anclas de navíos gigantescos, sufrieron un daño que llevó a que se llenasen completamente de agua marina, dejándolos inutilizables. La propia sal puede arruinar los caños para siempre si no se procede con urgencia con medidas de control de daños. Pero de acuerdo a las declaraciones de la empresa que opera los gasoductos, el daño es tan extenso que ni siquiera pueden dar un estimativo sobre cuánto tiempo llevaría repararlos. Este tipo de daño, dada la sincronización, sólo puede indicar una acción de sabotaje submarino que muy pocos estados tienen los medios para realizar.
La virtual destrucción de los Nord Stream deja perdedores claros. Rusia acaba de perder su carta más fuerte para influir en países europeos, sobre todo Alemania. Si bien el suministro de gas había sido interrumpido por los rusos, la posibilidad de reanudarlo era el principal incentivo para que Alemania (y otros), presionados por la crisis energética y el invierno comenzaran una política de reacercamiento. Quizás hasta negociar un cese a la ayuda militar a Ucrania o las sanciones anti rusas a cambio de suministro de gas. En estas últimas semanas habían comenzado en Alemania protestas por el precio de la energía, reclamando que de una vez por todas se ponga en funcionamiento el Nord Stream 2, ya que Alemania está reemplazando el gas ruso por alternativas mucho más caras. Precisamente la semana pasada Scholz, el canciller de Alemania, estuvo de viaje en Arabia Saudita buscando más alternativas de gas y petróleo. Casualmente, los sauditas venían de intermediar exitosamentente entre ucranianos y rusos para arreglar el intercambio de prisioneros más importante de la guerra. No obstante, alguien decidió liberar a Alemania de la tentación de volver a entablar relaciones con los rusos. La perspectiva de un futuro de energía permanentemente cara amenaza a toda la industria europea con la falta de competitividad; al día siguiente de la fuga las acciones de las principales industrias alemanas cayeron abruptamente.
Este episodio deja también ganadores. Por un lado, beneficia a los países europeos más conectados a gasoductos que no llevan a Rusia. Polonia es el ejemplo concreto y precisamente antes de la fuga estaba festejando la inauguración del Baltic Pipe, que conecta con el gas noruego. Polonia de esta manera desplaza a Alemania como el centro de redistribución de gas en Europa continental. Un ganador aún más grande es EEUU. En primer lugar, con esto logra consolidar las filas de la OTAN de cara a la guerra en Ucrania. Si bien Alemania desde que comenzó la invasión rusa estuvo siguiendo obedientemente el liderazgo norteamericano, lo hacía arrastrando los pies. Esto se traducía en muy poco entusiasmo para rebalsar a los ucranianos de armas. En comparación a otros países europeos, los alemanes fueron los que menos contribuyeron en este sentido, aunque son de los principales sostenes financieros de Kiev en materia de ayuda no militar. Por otro lado y de carácter aún más estratégico, gracias a la destrucción del Nord Stream los estadounidenses ya no deben preocuparse de su principal competidor energético para el mercado europeo. Ahora podrán vender mucho y caro indefinidamente, con el agrandado control político sobre la Unión Europea que conlleva.