Escribe Marcelo Ramal
El patrimonio del capital se valorizó en un 200 por ciento.
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Un grupo privado de agentes bursátiles (“Invertir en Bolsa”, IEB) acaba de calcular cómo crecieron, contabilizados en dólares, los activos de las corporaciones capitalistas y los acreedores de deuda bajo el gobierno de Milei.
Según IEB, la valorización de las acciones y los títulos públicos en 2024 sumó a sus tenedores la friolera de 236.000 millones de dólares, una cifra equivalente al 43% del producto bruto interno de la Argentina. La “capitalización bursátil de las compañías argentinas” se acrecentó en unos 82.000 millones, unas 2,7 veces en ese período. El informe destaca entre los ganadores a los bancos, petroleras y empresas de servicios, éstas últimas beneficiadas por los tarifazos. En el caso de las compañías industriales, el panel bursátil registra la suba de sus beneficios en dólares luego de la liberación de los precios al consumidor. Luego, asigna a los acreedores de bonos soberanos en dólares una riqueza adicional de 44.000 millones de dólares, un aumento del 200%, como resultado de un aumento en su cotización de 25 a 75 centavos de dólar. En el caso de la deuda en pesos, el informe estima que su valor creció en casi 100.000 millones de dólares. En este caso, el grupo IEB hace referencia al “traspaso de pasivos remunerados (del BCRA) a títulos emitidos por el Tesoro”. Las LECAPs rinden intereses superiores a los plazos fijos y a los de las “viejas” Letras de Liquidez, o Leliq. Los contribuyentes pasaron, al correr de una pluma, a la condición de deudores de los bancos. La garantía de esta hipoteca es, aunque solo en parte, el superávit fiscal, como lo prueba el hecho de que se renueva a un promedio de cuatro meses. El otro guardián de esta deuda es el ‘cepo’, a través del cual el Estado antiestatista aplica las clavijas para que no se derrumbe con una corrida al dólar.
En un año de ‘gestión’, el gobierno de la ‘anticasta’ se convirtió en el mayor elenco de delincuentes de guante blanco de la historia. El capital financiero lo ovaciona, mientras tiene las valijas preparadas para una fuga apenas advierta el colapso de esta billetera digital. En inversiones nadie puso todavía un dólar: las grandes empresas se endeudan para pagar o refinanciar las deudas vigentes. A este otro fraude financiero, los Caputos lo llaman “desinflación”. Puesto de otra manera, una economía que cae en picada se ha revalorizado de 420 mil a 630 mil millones de dólares –el PBI Milei. Pero la participación de los ingresos del trabajo se han deteriorado, relativa y absolutamente.
El informe de IEB atribuye a la ‘gestión’ de Milei la “creación de riqueza”, como si el capital pudiera valorizarse a sí mismo sin necesidad de la explotación del trabajo social. No hay en esto ninguna ‘creación’ sino, en primer lugar, una destrucción del valor de la fuerza de trabajo, o sea su poder adquisitivo y su vigor físico e intelectual. En este mismo período, la caída de los salarios reales le restó al mundo del trabajo unos 70.000 millones de dólares, y otros 10.000 millones le fueron despojados a las jubilaciones. Los apologistas del gobierno afirman que la revalorización cambiaria alcanzó también a los salarios formales, pero lo obreros no pueden usar sus ingresos para valorizarlos mediante la compra de títulos del Tesoro, porque ni siquiera les alcanza para el consumo familiar; sí ha hecho esto una fracción de la pequeña burguesía (y los propietarios de viviendas para alquiler), que luego votan por la “imagen” de Milei en los sondeos de opinión. La propaganda oficial intenta calar en la clase media acomodada y los trabajadores de mayor salario o alguna capacidad de ahorro, como lo había hecho Menem. Pero la crisis argentina de 2001 y la crisis mundial de 2008 despojaron a esta pequeña burguesía de esos precarios privilegios.
Otra parte de la ‘revalorización’ es ficticia. La acaparan los tenedores de activos financieros –acciones y títulos de deuda, pública y privada. Este sector se apropia de una tajada mayor de la tasa de la plusvalia o mayor valor que crea el trabajo productivo. Es así como Mercado Libre o los fondos financieros desplazan del ranking capitalista a los dueños de Tenaris o de General Motors. Por eso se queja la Unión Industrial, a la que Milei califica de “banda de delincuentes”. El languidecimiento de la industria y el florecimiento de la acumulación financiera es el preámbulo de las grandes crisis. El desarrollo del capital ficticio es considerado responsable del crecimiento voraz de la desigualdad social, incubadora de crisis revolucionarias. La “creación de riqueza” (ficticia) que se celebra es solamente una promesa incierta -nos referimos a la expectativa de resarcimiento en tiempo de la deuda pública en dólares y en pesos. El capital ficticio se sustenta en un dividendo a cobrar sobre la base de ajustes cada vez más agudos contra los salarios, el régimen previsional, el sistema público de salud o la educación estatal.
En cuanto a la “solidez” presente de esta “creación de riqueza”, el “mercado” festeja la valorización de la deuda en dólares de un país con reservas internacionales negativas, y un “superávit fiscal” mentiroso, porque los gastos del Estado se pagan con deuda.
La “cuenta” de los especuladores bursátiles nos deja una conclusión irrefutable: allí donde se nos dice que “no hay plata”, ocurre precisamente lo contrario: la plata es creada todos los días, todo el tiempo, por medio del endeudamiento del Estado y de empresas y bancos, que se trafica en los mercados financieros. Ahora mismo, el Banco Central está reduciendo la tasa de interés para dar salida, mediante deuda privada o deuda pública, a los depósitos acumulados en los bancos como consecuencia del blanqueo, que se revierten de dólares a pesos, y de la emisión monetaria con la que se compran los dólares del saldo comercial exterior. Incluso se favorece el turismo al exterior para darle salida a los pesos que cobran un interés, acumulados en los bancos.
Para cambiar la dirección de este movimiento capitalista, y para poner fin a la destrucción del valor de la fuerza de trabajo por parte del capital, es necesaria una acción independiente de las masas trabajadoras. No hay una lógica natural en la acción capitalista –hay un interés de parte de una clase que monopoliza los medios de producción y de cambio. Pero lo último que desea la burocracia sindical es torcer o quebrar esa falsa lógica. La burocracia se sienta a la mesa del régimen patronal para recoger jugosas migajas, que reinvierte enseguida con ese mismo capital, con el propósito de acrecentarlas. El capital se aviene a este canje, en pago a la función histórica de la burocracia, que es la de desnaturalizar los sindicatos, expropiándolos a los trabajadores. Un congreso de delegados de trabajadores organizados y desorganizados servirá para que las masas explotadas desencadenen una acción histórica contra la miseria que les inflige el capital.