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La devaluación del real brasileño alcanzó en estos días un mínimo histórico, superando la brecha de 6 reales por dólar. Cerró el año, así, como una de las monedas con peor desepeño del mundo, con una pérdida del 23 % frente al dólar. “Desde el pasado jueves 12 y hasta inicios de esta semana el Banco Central, asegura Clarín (19/12), ya ha inyectado en el mercado US$ 12.760 millones, en siete subastas *spot *o con compromisos de recompra (subasta en línea), en la mayor intervención en un solo mes desde marzo de 2020”. El gobierno además ya ha subido las tasas de interés tres veces desde septiembre, incluido un aumento sorpresa de un punto porcentual el 11 de diciembre.
La crisis devaluatoria se disparó el mes pasado luego de los anuncios de las medidas de ajuste por parte del ministro de Hacienda, Fernando Haddad. En noviembre, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva había anunciado un programa de reducción del gasto; el déficit del Tesoro de Brasil alcanzó casi el 10 % del PIB y la deuda bruta de casi el 90 por ciento. La iniciativa gubernamental planea recortar unos 12 mil millones de dólares en una primera etapa. Los capitalistas desataron la corrida devaluatoria cuando comprobaron que el paquete incluía un aumento del mínimo no imponible de los salarios, que fue llevado al equivalente a 800 dólares. Una promesa de campaña a los electores del PT, que Lula se niega a retrotraer.
Un importante operador de bolsa aseguró al Financial Times que “la dirección es correcta, pero la dosis del medicamento es insuficiente. El gobierno necesita reducir costos e impuestos, como Argentina está demostrando que es posible con resultados extraordinarios”. Este diario asegura que “se están considerando recortes a gastos obligatorios como pensiones y beneficios sociales, que están establecidos por la Constitución y consumen el 90 por ciento del presupuesto de Brasil. Los ministros pretenden asegurar el cumplimiento de un 'marco fiscal', introducido por el gobierno de Lula el año pasado, que limita el crecimiento del gasto al 2,5 por ciento”.
Las medidas de orden fiscal requieren la aprobación del Congreso. El pasado martes, la Cámara Baja aprobó algunos elementos del proyecto de ley de recorte del gasto fiscal, pero algunas otras partes clave aún no se han sometido a votación. La pelea en el Congreso, aseguran, se presenta compleja.
El déficit de Brasil se ha prácticamente duplicado desde que Lula asumió el cargo a principios del año pasado, según datos del Banco Central; para diversos economistas, la deuda pública podría alcanzar niveles insostenibles. Brasil cuenta con reservas internacionales brutas por 357.118 millones de dólares. Otros indicadores muestran un crecimiento del 0,9 % de su Producto Interno Bruto en el tercer trimestre y un aumento esperado para este año de más de 3 %; una caída del desempleo a su nivel más bajo desde 2012, con una tasa del 6,2 % en el período agosto-noviembre. “En Brasil no faltan dólares”, aseguró un economista brasileño, “el problema no es escasez de dólares, sino crisis de confianza”; en otras palabras, se presiona por un ajuste mayor. La trayectoria de deuda pública en relación al PBI se aceleró bruscamente los últimos 20 meses, al 82 % del PBI.
El Financial Times asegura que “las preocupaciones sobre el gasto reflejan presiones sobre los gobiernos de toda la región, incluidos México y Colombia”. The Economist, por su parte, agrega que “la caída de los mercados brasileños también se produce en medio de un amplio derrumbe de los activos emergentes tras la elección de Donald Trump en Estados Unidos en anticipación de tasas globales más altas y un dólar más fuerte”. El diario cree que los aranceles y los recortes de impuestos que aplicará Donald Trump aumentarán los intereses de la deuda del gobierno norteamericano, lo que a su vez provocará una subida del dólar y aumentará la presión al alza sobre las tasas de interés en otros países.
La desvalorización de la divisa del principal socio comercial de Argentina abaratará las importaciones de Brasil a Argentina y contribuirá a la deflación de precios que desean Caputo y Milei. Significará, por eso mismo, una competencia ruinosa para numerosas industrias locales y términos comerciales desfavorables para la instalación de inversión extranjera. La presión de la industria a favor de la devaluación del peso entrará en una contradicción violenta con los tenedores de la deuda pública de Argentina, que sufrirían pérdidas elevadas con una devaluación. Las razones que llevaron al derrumbe del plan de “plata dulce” de Martínez de Hoz y a la convertibilidad, se han comprimido en el tiempo. En especial, cuando Trump tiene el propósito de devaluar el dólar.