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La conmemoración de los “60 años del Partido Obrero” ha servido para ilustrar una vez más la bancarrota política y programática de la camarilla usurpadora que lo dirige. El Partido Obrero se fundó a fines de 1982 y obtuvo reconocimiento legal en 1983. Hace 60 años no se fundó nada; sencillamente, comenzó la edición de una revista, Política Obrera, que rápidamente fue adoptada en los medios de izquierda como el nombre de un grupo político. Política Obrera fue declarada ilegal en el primer decreto de la Junta Militar, el 24 de marzo de 1976, en lo que fue el mayor reconocimiento obtenido por nuestra organización. La adopción del nombre de Partido Obrero y la edición de un semanario, Prensa Obrera, fue instrumentado por la dirección de la época para ilustrar la continuidad histórica de nuestra corriente, que no cambiaba la sigla de PO; Política Obrera no ‘fundó’ otro partido, sino que preservó la continuidad del ya existente. Clovis Rossi, el corresponsal de la Folha de Sao Paulo en Buenos Aires, advirtió esta circunstancia en sus envíos al diario. La expulsión de la Tendencia del PO, por parte del aparato oficial, ha roto esa continuidad histórica, empezando por la violación de los estatutos partidarios que consagran el derecho de Tendencia. Nuestra corriente reivindicó este derecho como una cuestión de principios en ocasión de la preparación de la organización del Comité por la Reconstrucción de la IV Internacional. Los hechos posteriores revelaron que varias organizaciones de la CRCI no coincidían con este principio fundamental. La apropiación de la continuidad histórica de otra corriente u organización está condenada al fracaso, por la simple razón de que esa continuidad es más intransferible que una letra del Banco Central. El aparato llevó adelante la expulsión de la Tendencia luego de haberse asegurado el control de la estructura legal del partido; se trata entonces de un aparato Okupa.
Todo esto ha quedado particularmente de manifiesto en el artículo de Leonardo Furman sobre el fracasado retorno de Perón de 1964, del cual ya nos hemos ocupado. El aparato le atribuye ´al´ PO de Solano, Pitrola y Furman la posición de Política Obrera, a saber, que Perón no volvería a la Argentina sino para contener y desviar un proceso revolucionario, ausente todavía en el año 64, como ocurriría luego, en 1972, cuando Perón volvió a pedido de la Junta Militar, para poner fin al ascenso obrero iniciado por el Cordobazo.
Las disorsiones históricas del artículo de marras merecen atención. Afirma, por ejemplo, que “se produjo en el grupo Praxis una ruptura del sector de la juventud”, lo cual es falso tanto en relación a la “ruptura’ como a la ‘juventud’; Furman, el historiador, escribe por el retrovisor. La corriente que encabezaba Altamira -a los 18 años-, en primer lugar no buscó romper con Praxis ni lo hizo, sino que fue expulsada por Silvio Frondizi, como lo hizo, décadas más tarde, el aparato del PO. Esta corriente peleaba por una discusión interna en profundidad entre su tesis a favor de construir un partido obrero y el giro de Frondizi en favor de un movimiento de liberación nacional. Tampoco se trata de un “sector de la juventud”, como dice Furman para bajarle el precio a la polémica, que no existía en Praxis, cuyo 90 % era veinteañero. Altamira y otros militantes fueron ex-pul-sa-dos de Praxis por defender la construcción de un partido obrero. El articulista habla del “PO naciente” cuando se refiere al surgimiento de Política Obrera. Incluso asegura que “Política Obrera fundó el Partido Obrero”, o sea, dio nacimiento a otro partido, cuando en realidad sorteó un impedimento de ilegalidad para continuar con el mismo partido de siempre. Las mutaciones de denominación política están asociadas al morenismo, que cambió tantas veces de nombre como de política y programa, no a nuestra corriente. Lo único cierto es que Política Obrera fue forzada a cambiar de nombre, en 1983, debido a la vigencia del decreto de la dictadura que la había “prohibido”. El artículista pretende mostrar un desarrollo lineal desde la fundación mítica de PO, el “Partido Obrero naciente”, hasta el “Fuera Milei” del aparato actual. No es casual que Furman soslaye el rol de Altamira en esa revisión ‘histórica’. Nada más parecido a las ‘historias’ del stalinismo.
En el apartado “Del ´Perón no vuelve´ al ´Fuera Milei´” del artículo de marras se condensan más falsedades que palabras.
Allí es donde el articulista asegura que “Política Obrera fundó el Partido Obrero”. “Un partido, agrega, que estuvo a la cabeza de la lucha de clases en casi (¿?, SIC) toda la democracia”.
Según el autor, que fue dirigente del Polo Obrero de la Ciudad de Buenos Aires durante años, el Partido Obrero “se metió hasta el fondo en la construcción del movimiento popular más importante de la etapa,´Los Piqueteros´.” Por ignorancia, mala fe, o ambos, Furman omite la intervención de Altamira en esa incursión ‘a fondo’, aunque este representó al PO en las asambleas fundacionales del movimiento de desocupados, junto a la CCC y a la Federación Tierra y Vivienda. La fundación del Polo Obrero fue votada en el congreso partidario por moción de Altamira, cuando el entonces gobernador salteńo Juan Carlos Romero desató la represión a los piqueteros de General Mosconi, detuvo a militantes del Partido Obrero y ordenó la captura de Claudio del Pla. Pero Altamira no convocó a construir “un movimiento popular” y a borrar con el codo las diferencias que lo habían llevado a su expulsión de Praxis, sino un Polo Obrero, subrayando la identidad proletaria de los obreros ocupados y desocupados y estableciendo una delimitación de clase frente a quienes referían a los desocupados como los ´excluidos del modelo neoliberal´ y promovían su integración a un ´frente´ con las Pymes y la burguesía devaluacionista, en nombre de ´la lucha contra la pobreza´. La elección de la sigla mantuvo la de PO original y su tradición. El “movimiento popular” es la definición de un movimiento de dirección pequeñoburguesa con tendencia a la colaboración de clases y a la integración al Estado. Que para Furman y el aparato el nombre Partido Obrero haya marcado una ´nueva etapa´, en el desarrollo partidario, echa una luz poderosa acerca de la discontinuidad histórica entre el aparato y Política Obrera/Partido Obrero, siempre PO. Esa ‘nueva etapa’ es la parlamentaria, la verdadera meta del aparato.
“La construcción de un movimiento popular”, con el aditamento de “banderas socialistas”, es un engendro distintivo del aparato del PO. Para Furman, el movimiento popular es el piqueterismo. La combinación, por un lado, de un piqueterismo asociado al Estado, y un parlamentarismo, del otro, asociado a “la nueva etapa”, son los dos expedientes oportunistas del aparato.
Furman afirma que el Partido Obrero “promovió la formación del Frente de Izquierda”. Esto no es cierto. Altamira, en un articulo a principios de 2011 puso en cuestión la formación de un Frente de Izquierda y luego caracterizó al FIT, que ya había propuesto su candidatura a Presidente, como “oportunista”. La afirmación de Furman siembra la sospecha de que, en la época, los miembros del actual aparato mantenían una oposición al planteo de Altamira, que no se atrevieron a expresar. Pero cuando en una conferencia de emergencia, en junio de 2017, el ejecutivo del PO encabezado por Pitrola planteó romper el FIT si no obtenía la candidatura a primer diputado nacional por la Provincia tuvo que intervenir Altamira contra ese dislate arribista y evitar esa ruptura. En la última campaña electoral, el aparato acusó a la principal candidata del FITU en CABA, Myriam Bregman, de ‘racista’, una forma elegante de “promover” al FITU. El FITU es ‘naturalmente’ un frente oportunista, por su carácter exclusivamente electoral; es al objetivo electoral que se subordinan los planteos y acciones que realizan en común. En 2011, esa iniciativa electoral era francamente progresista, a condición de entender su carácter estratégicamente oportunista. Quien promovió la formación de un frente de izquierda no fue el PO, sino Izquierda Socialista, quien aceptó el planteo con la caracterización señalada.
El derrotero parlamentarista del FITU ha sido nefasto. Lo más grave fue el voto de Solano-Bregman a favor de ratificar el tratado Netanyahu-Trump acerca del “antisemitismo”. El aparato del PO reivindicó el apoyo al presupuesto de Capitanich en la legislatura de Chaco y la privatización de bienes del Estado. Recientemente, acompañó el blindaje parlamentario de la Ley de Asociaciones Sindicales en componenda con La Libertad Avanza. La rotación de los cargos parlamentarios es lo único que mantiene su unidad.