Escribe Jorge Altamira
Los primeros pasos del Bonaparte del imperialismo.
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La irrupción de Donald Trump en la guerra de Ucrania es un hecho poco común. El mandamás de Estados Unidos pasó por encima de todos los estados en guerra, como la OTAN, la UE y el gobierno de Ucrania, para arbitrar la guerra, con métodos personales. Fue reconocido como tal por Vladimir Putin, a pesar de que Rusia libra una guerra contra una coalición entera de Estados, incluso más allá de la OTAN. Quedó consagrado, de este modo, como un Bonaparte imperialista internacional, al menos en estado de tentativa. Ha convertido a una guerra del G7 contra quien consideran el autócrata de un Estado multinacional, en una guerra de dirección personal, no militar, pero geopolítica, contra sus propios aliados. En Estados Unidos, Trump gobierna por medio de decretos y en constante desautorización a jueces y congresistas. La propuesta de un cese del fuego por treinta días a Putin, por parte de Trump y Vance, el vicepresidente fascista, tiene un carácter completamente unilateral.
De este modo, el mundo asiste a una suerte de golpe de Estado descargado contra todos los protagonistas de la guerra: el gobierno de Zelensky, la Unión Europea y la misma OTAN. Es una tentativa de confinar a Rusia a los márgenes de la guerra, a la que asigna la administración de las regiones ocupadas. La exigencia, aceptada por Zelensky y no rechazada por Rusia, para que Ucrania ceda a Estados Unidos la explotación de minerales especiales del país, convertiría a Ucrania en una semicolonia exclusiva del imperialismo norteamericano, y en el árbitro del conflicto que lo tiene como protagonista principal. Oportunamente, deberá desarrollar en Ucrania las condiciones políticas de esta dominación, o sea, por medio de golpes de Estado. En estas condiciones, el reconocimiento, por parte de Trump, de la jurisdicción de Rusia sobre los territorios que ella ha ocupado militarmente es muy significativo por lo irrelevante. Putin ha anexado esos territorios a la Federación Rusa, incluso adoptando referendos constitucionales, o sea que ha procedido a una secesión de Ucrania. Trump, sin embargo, no intenta revertir por el momento esa situación. Como consecuencia, la guerra, lejos de detenerse, se convertirá en más devastadora, dado el desplazamiento relativo de las batallas terrestres por la guerra aérea electrónica, para dirimir el reparto del país y del conjunto de la economía mundial, como lo muestra la guerra arancelaria y geopolítica internacional.
La negociación de una tregua temporal de las hostilidades en Ucrania sin su participación representa, para una mayoría de la Unión Europea, una exclusión del nuevo reparto del mundo que está impulsando la administración norteamericana; una minoría, encabezada por Polonia, pretende asociarse al reparto norteamericano. La UE ha visto arrebatada su propia tentativa de anexión económica y política de Ucrania. Al final de cuentas, la guerra fue desatada por la intención de incorporar a Ucrania a la Unión Europea y, en concomitancia, a la OTAN. Por otro lado, la UE es un blanco de preferencia en la guerra comercial desatada por Trump, que les ha impuesto aranceles prohibitivos a las importaciones, ha anunciado impuestos al ingreso de capital extranjero y exige desmantelar el sistema impositivo europeo en aquello que perjudica a las grandes empresas tecnológicas norteamericanas. La demanda a la UE para que duplique los presupuestos de defensa apunta a ampliar el mercado de la industria de armamentos de EE. UU., de la cual depende en forma abrumadora.
La lucha contra la UE por un nuevo reparto económico y geopolítico del mundo se manifiesta en la intención de Trump de apropiarse de Groenlandia, que se encuentra bajo la soberanía de Dinamarca y la Unión Europea, incluso por medio de las armas. Recientemente, Trump hizo realidad su avance sobre el canal de Panamá cuando ordenó al fondo BlackRock comprar los dos puertos extremos del canal en manos de la empresa Hutchinson, con sede en Hong Kong, China. Hutchinson terminó vendiendo los puertos en su poder en varias partes del mundo y ha suscitado una crisis política en China. Trump, además, estaría detrás de las negociaciones para comprar del gasoducto ruso Nord Stream II, en el Báltico -que él mismo hizo cerrar en 2020- para monopolizar ahora la venta de gas ruso a Europa. El éxito de una operación de este alcance dejaría en evidencia un pacto Trump-Putin para despedazar a la Unión Europea. En Medio Oriente, Putin no ha movido un dedo para detener la masacre en Gaza, ni lo hace ahora cuando Trump y Netanyahu buscan territorios en África para proceder a la limpieza étnica en Palestina. En Siria, Putin ha dejado sin red de seguridad a Bashar Al Assad, su cliente político.
Robert Kagan, un “neocon” partidario de una guerra ‘a finish’ contra Rusia, ha acusado a Trump de entregar Ucrania a Putin, como lo hicieron Gran Bretaña y Francia con Hitler en el acuerdo de Munich de 1938. Es lo que también sostienen varios gobiernos de la UE. Es al revés: es Putin quien se ha encaminado, aunque tentativamente por ese camino, al reconocer la batuta exclusiva de Trump, cuando su frente enemigo es más amplio. La denuncia del marido de Victoria Nuland, exsubsecretaria de Estado norteamericana, quien orquestó el golpe de Estado en Ucrania en 2014, muestra la hondura de la división que se ha desarrollado en el bloque imperialista de la OTAN. La semana pasada, el G7, que reúne a las principales potencias de la OTAN, rechazó sin medias tintas e incluso con el voto del secretario de Estado Marco Rubio, lo que llamó “los reclamos previos” de Rusia. “Las demandas previas de Moscú” (previas a la entrada en escena de Trump), según denuncian, “acabarían con Ucrania como un estado con capacidad de funcionar (…) y limitaría severamente la presencia de la OTAN al este de Alemania”. El condicional que se usa en esta frase pone a Alemania en negociación. En definitiva, la nueva hoja de ruta geopolítica trazada por Trump implica una continuación más encarnizada de la guerra.
Los tambores de la guerra han sido funcionales al impulso de economías de guerra en todas las potencias imperialistas, a costa de enormes ‘ajustes’ contra las masas y los derechos democráticos. El presupuesto de Defensa será duplicado en la mayor parte de los países de la UE. El frente de guerra del imperialismo se encuentra sin duda en todo el mundo, pero principalmente en sus propios países.
El segundo golpe de Estado de Donald Trump Por Jorge Altamira, 10/02/2025.
Socialismo o Barbarie Episodio 3 Emitido el 11 de febrero de 2025 por el Canal de YouTube de Política Obrera.