Escribe Jorge Altamira
CFK, de las relaciones carnales a la prohibición de entrada de Estados Unidos.
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Cuando el gobierno argentino enfrenta, al menos supuestamente, divergencias acerca del rumbo económico con el FMI, Marcos Rubio, el secretario de Estado, y Donald Trump han prohibido el ingreso de Cristina Kirchner y otros exfuncionarios kirchneristas el ingreso a Estados Unidos. El ejercicio del bandolerismo diplomático y geopolítico se ha convertido en una marca del nuevo gobierno norteamericano. Exceptúa, como es sabido, a Benjamín Netanyahu, no sólo procesado por crímenes de lesa humanidad, por parte de la Corte Penal Internacional, sino por una variedad de delitos económicos, por parte de la Corte Suprema de Israel. Netanyahu ni siquiera pasa por Inmigraciones y tiene acceso inmediato al Congreso norteamericano. En cuanto a Marco Rubio, su prontuario de provocador anticomunista y profesional de las desestabilizaciones y golpes de estado, habla por su propia cuenta. Trump mismo no se encuentra preso, a pesar de contar con sentencias definitivas por delitos económicos y civiles, por la complicidad de la Corte ultraderechista de Estados Unidos, que las inhabilitó para quienes ejerzan la Presidencia del país.
Esta pareja de “rápidos y furiosos” se ha asignado una tarea que es atributo del Congreso de Argentina. La sanción contra CFK equivale a la aplicación de la llamada “ficha limpia” que despoja de derechos políticos a los condenados en dos sentencias judiciales, que sin embargo no son definitivas. Estamos ante una suerte de decreto de necesidad y urgencia de Trump, antes de que el Congreso apruebe esa norma e incluso antes de que Milei intente imponerla por medio de un decreto de necesidad y urgencia propio. Quienes han interpretado este a ataque a la expresidenta como un apoyo político a Milei, no han dado el paso siguiente de caracterizarlo como una exigencia de proscripción política ya para las elecciones de este año. La propia CFK ha dilatado la proclamación de su candidatura –que sería a primera diputada bonaerense en la lista pejotista de UxP-.
Cristina Kirchner recogió el guante de la descalificación al instante, para hablar de un nuevo Braden o Perón. El ataque de Trump y Rubio sirve como oportuna garrafa de oxígeno para su decaída imagen política. Después de todo, la presencia de Spruille Braden, embajador en Buenos Aires, a la cabeza de la manifestación de la Unión Democrática, en septiembre de 1945, no sirvió a una victoria segura contra Perón. Esa manifestación de conservadores, radicales, socialistas y comunistas, acabó siendo funcional al peronismo. La operación del convicto Trump y del ‘gusano’ Rubio puede tener la misma suerte; los Estados Unidos de hace ocho décadas representaba la victoria contra el fascismo alemán, italiano y japonés, mientras que Trump representa a los fascistas contemporáneos. Los violentos ataques de Trump contra el canadiense Justin Trudeau han levantado la intención de voto por el candidato del partido Liberal del ex primer ministro, al punto que muchos consideran segura la victoria de Mark Carney, el candidato de ese partido. Lo mismo ha ocurrido con el respaldo de la mexicana Claudia Scheinbaum, atacada por Trump, en los sondeos. Después del encuentro bochornoso con Trump y J.P. Vance, el vice, lo mismo ha ocurrido con la imagen de Zelensky. Milei, más que contento, debería estar preocupado.
Pero Cristina Kirchner no las tiene todas con ella. Cuando gran parte de las operaciones corruptas que ahora se invocan ya habían sido ejecutadas, como el ocultamiento de los mil millones de dólares que recaudó Nestor Kirchner por la cesión de las acciones de Santa Cruz en YPF, el futuro matrimonio presidencial era parte del gobierno de las “relaciones carnales’ con Estados Unidos de Menem y Cavallo –la Unión Democrática del peronismo-. Los K fueron socios activos de la década de la gran entrega y de la desocupación en masa. Luego de asumir la presidencia, la pareja bajó el martillo de la inauguración diaria de la Bolsa de Nueva York. Bajo el gobierno que Alberto Fernández compartió con CFK, fue votada la continuidad del acuerdo con el FMI firmado por Macri. Como no puede desconocer esta entregada, CFK se repliega diciendo que no contrajo nueva deuda. Pero fue incluso peor que eso, porque autorizó a AF a negociar con el FMI la transición entre el gobierno de Macri y el nuevo gobierno del FdT, para seguir con el programa del FMI y promover la devaluación del peso. Es lo que ocurrió cuando su designado presidente ‘sugirió’ que debía estar a 60 pesos el dólar, lo que ocurrió de inmediato.
Cristina Fernández no ha promovido ninguna alternativa al nuevo acuerdo con el FMI autorizado por decreto. No es casual que no haya convocado a ninguna movilización contra el acuerdo (nunca lo hace), mientras su gente en la CGT diluye el rechazo para dentro de más de dos semanas. La desarrollada crítica al acuerdo, por parte de la diputada Julia Strada, rechaza la sustitución de la deuda del Tesoro con el Banco Central por una mayor deuda (eventualmente 20 mil millones de dólares) con el FMI. No es lo mismo, dice, una deuda intraestatal que una deuda externa. Con este criterio, defiende el pago eterno de la deuda pública por medio de las divisas del superávit comercial que acumula el Banco Central. La deuda intraestatal no es otra que el saqueo de los recursos impositivos e internacionales para pagar a los acreedores financieros extranjeros y domésticos, como se hace también con el Fondo de Anses, todos los fondos con superavit e incluso los bancos públicos. Pero este recurso del kirchnerismo no es un barril sin fondo: se ha agotado. Argentina ha llegado al limite de las posibilidades de servir la deuda pública –en eso consiste la crisis-. Es lo que pasa también en Estados Unidos, donde, según el hiperinformado Financial Times, Trump prepara el cese de las amortizaciones de capital, declarando la perpetuidad de la deuda, para cumplir sólo con los intereses. Los capitales de argentinos fugados al exterior y colocados en deuda norteamericana, sufrirán en la metrópoli del imperialismo lo que CFK, Macri y Milei le han ahorrado en su propio suelo.
La proscripción a CFK y otros, para ingresar a Estados Unidos, tiene una consecuencia ulterior para toda Argentina. Si el operativo para imponer la “ficha limpia” contra ella tampoco cumple con el objetivo de que Milei gane las elecciones parlamentarias de octubre próximo (sin la candidatura de CFK), quedaría planteada una crisis de poder. La camarilla de Trump podría responder con acciones desestabilizadoras y golpistas Esta posibilidad dependerá, es claro, de un conjunto de factores; Estados Unidos mismo podría enfrentar una crisis similar. El desarrollo y desenlace de la crisis dependerá, por sobre todo, del vigor de la lucha de la clase obrera y las masas. Pero el lineamiento ‘golpista’ del ‘Norte’ está planteado; es lo que ocurre en Venezuela, Colombia e incluso México, y en Siria y Ucrania, y la guerra que Trump amenaza contra Irán. La “democracia argentina” (los partidos e instituciones establecidas), cuando no ha saludado con fervor el atropello de Trump y Rubio, ha guardado silencio. Los trabajadores no tienen otro recurso que tomar la lucha en sus propias manos, y organizar su propio partido.