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El habitualmente desmesurado operativo represivo que Patricia Bullrich despliega en el Congreso para intentar amedrentar a los jubilados, alcanzó el miércoles pasado dimensiones grandilocuentes. Con varias manzanas valladas a la redonda, interrumpiendo completamente el tránsito para hacer cumplir, paradójicamente, el ´protocolo antipiquete´, el Parlamento argentino lucía como un blindado en zona de guerra. Todo para hacerle frente a un millar de luchadores que reclaman por un aumento de las jubilaciones, clavadas en niveles de indigencia.
El despliegue represivo, ´preventivo´, reflejaba el temor del gobierno a las repercusiones que pudiera tener el fallo de la Corte contra Cristina Fernández. Sin embargo, no se produjo ninguna autoconvocatoria por CFK, ni tampoco concurrieron las huestes del pejota, excepto alguna bandera de la JUP y del Movimiento Evita, con apenas media docena de militantes.
Por su parte, los jubilados y sus agrupaciones resolvieron marchar a Plaza de Mayo, en esta ocasión, para confluir con los trabajadores del Hospital Garrahan y los residentes de los hospitales porteños, que marcharían desde el Obelisco por Diagonal Norte.
La Policía de la Ciudad intentó impedir la marcha de los jubilados por Avenida de Mayo. Formó un cordón para bloquear la cabecera y ensayó un ´diálogo´ -entre palazos y refriegas- con la pretensión de acorralar en un carril la marcha, incluso a pesar de que no había tránsito. Sin embargo, la policía se vio superada por la determinación de los compañeros. La fila policial se vio rodeada y tuvo que desplazarse ella, sí, a la vereda. Finalmente, la columna se desplegó a lo ancho de la avenida y llegó a la plaza, donde se reunieron ambas columnas.
La lucha de los jubilados es un pivote en la pelea contra el gobierno represor y hambreador de Milei-Bullrich-Caputo.
Todos los miércoles la cita es a las 15 en el Congreso.