Escribe Jacobo Feurmann
Desde Palestina
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“Para los racistas pro-Trump en Estados Unidos e Israel, las vidas de negros y palestinos realmente no importan”, tituló Joshua Shanes (Haaretz, 3/6). Shanes, profesor de estudios judíos en el Colegio de Charleston, describe que en el mismo momento que se asesinaba a George Floyd en Minneapolis, “un palestino autista de 32 años fue muerto a tiros por un soldado israelí a metros de su escuela porque ´parecía armado´ (no lo estaba) y cuando gritó que parara, saltó detrás de un poco de basura para esconderse” (ídem).
Frente al asesinato de Eyad Hallaq, “un destacado abogado israelí afirma que sus padres tienen la culpa de ´permitir´ que una persona con necesidades especiales salga por su cuenta. Un hombre que luego culpa a los palestinos escribe en grande por ser tan estúpido y tan violento que nos obliga a ´nosotros´ a matarlos” (ídem).
“Israel -dice Joshua Shanes- no es responsable del racismo o del sistema de opresión racista que ha dado forma a Estados Unidos de diferentes maneras durante más de cuatro siglos. Israel si es responsable de las armas que envía a los regímenes opresivos, pero de lo contrario solo es responsable de lo que hace en sus propias fronteras y territorios ocupados. Entonces, ¿por qué la opresión racista en Estados Unidos e Israel / Palestina se confunde conmigo ahora, más allá de mi conexión emocional con Eyad Hallak?”.
“Primero, en ambos casos, hay un grupo empoderado sobre otro, y particularmente facultado para infligir violencia con casi total impunidad. Es sistemático, involucra expropiación y violencia continuas durante generaciones, y aquellos que se benefician en ambos casos parecen incapaces de reconocer ese privilegio y en su lugar culpan a las víctimas por su estatus. En segundo lugar, en ambos casos, existe el fenómeno de aceptar teóricamente la protesta, pero solo si no es violenta. Pero no así. O así. Tercero, en ambos casos, aquéllos en las fuerzas armadas facultados para infligir violencia lo harán. En algunos casos, el ejército y la policía atraen voluntarios que buscan infligir violencia. En otros casos, condiciona sistemáticamente a las personas a usarlo una vez que tienen el poder para hacerlo, especialmente cuando el sistema lo alienta. Cuarto, en ambos casos hay un grupo y una deshumanización en todas partes. Desde el presidente hacia abajo hay ataques contra la ´escoria izquierdista´, inmigrantes como serpientes, ataques contra ´matones´ que reemplazan la palabra n, y, por supuesto, suposiciones de los palestinos como algo menos que igual, incluso menos que humano, y ciertamente menos que una nación digna de igualdad de derechos”.
“Israel tiene el mayor apoyo para Trump en el mundo y el movimiento evangélico (con sus aliados judíos "pro-Israel" y pro-Trump de derecha), representados por grupos como Cristianos Unidos por Israel y predicadores y políticos racistas como John Hagee y Mike Huckabee, ven explícitamente a Israel como un puesto de avanzada blanco contra la barbarie musulmana, la frontera de poder del mundo cristiano occidental”.