Escribe Olga Cristóbal
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El Congreso de Estados Unidos, controlado por los republicanos, votó casi unánimemente -427 a 1- a favor de publicar los archivos del multimillonario tratante de menores y proxeneta Jeffrey Epstein, “suicidado” en su celda en Manhattan en 2019. Horas después, el proyecto fue ratificado y convertido en Ley de Transparencia de los Archivos Epstein por el Senado.
Los archivos, que están en poder del Departamento de Justicia, comprometen a Donald Trump, a miembros de la realeza británica, al expresidente demócrata Bill Clinton, al asesor de Obama Lawrence Summers, expresidente de Harvard y uno de los economistas más importantes del planeta, a exjerarcas israelíes como Ehud Barak, a intelectuales y académicos, a algún Premio Nobel.
Trump había usado el caso Epstein como un ariete contra los demócratas en la campaña electoral y prometido a la base de MAGA publicar los archivos. Luego hizo lo indecible para impedirlo. A esta altura, ya se sabe que él pasó muchas horas con una adolescente en la mansión prostibularia de Epstein y que intercambiaban jovencitas. En la misma mansión donde por lo menos fueron reclutadas y violadas una veintena de nenas de 14 años.
Durante meses, Trump luchó para ocultar el contenido de esa olla podrida sin lograr frenar una crisis política que ha minado su predicamento sobre gran parte de su base electoral.
En julio, con el estilo que lo caracteriza, Trump describió a una red internacional de proxenetas y pedófilos como "un asunto bastante aburrido" en julio de este año. A principios de ese mes, la Casa Blanca había sido duramente criticada por algunos de sus principales partidarios de MAGA tras publicar un comunicado en el que afirmaba que una investigación del Departamento de Justicia y el FBI no había encontrado pruebas de una lista de clientes incriminatoria que Epstein pudiera mantener (Público 20/7/25). A partir de entonces, el quiebre de MAGA fue indetenible.
El domingo pasado, cuando la corrosión se hizo evidente en el Congreso y un centenar de republicanos anunció que, por primera vez, votarían en contra de la posición del presidente -una fisura de magnitud de la autoridad presidencial sobre la bancada azul-, Trump dio un viraje, avaló que se publicaran y promulgó la ley.
La "desertora" republicana más destacada, la congresista fascista por Georgia Marjorie Taylor Greene, figura principalísima de MAGA, dijo este martes en una conferencia de prensa ante las víctimas de Epstein que la saga "destrozó a MAGA". Trump la acusó de "traidora" en Truth Social.
El escándalo Epstein también corroyó la credibilidad de Trump en la propia base electoral fascistoide. Muchos votantes creen que encubrió los vínculos de Epstein con figuras poderosas y que ocultó detalles sobre la muerte del magnate prostibulario en la cárcel.
Su vínculo con él es la principal razón citada para la caída de sus índices de aprobación, que esta semana alcanzaron un nuevo mínimo del 38% en la encuesta de Reuters/Ipsos. Tan solo el 20% de los estadounidenses aprueban su gestión en este asunto.
Post mórtem, Epstein no va a dejar títere con cabeza. Lo que revela la última tanda de miles de mails -2015 a 2019- es que políticos, miembros de la realeza, académicos, científicos, banqueros, financistas, inversores de capital riesgo, inversores de las empresas de Silicon Valley, toda la alta sociedad política, económica y cultural occidental se siguió relacionando con Epstein y sirviéndose de sus esclavas después de que fuera condenado y encarcelado por violación y trata de menores con fines sexuales en 2008.
La lista de los afectados es rutilante. Por ejemplo, el economista demócrata y expresidente de Harvard Lawrence H. Summers, que tuvo que abandonar su cargo docente y la dirección del Centro Mossavar-Rahmani, que se ocupa del estudio de cuestiones políticas en el sector público y privado. Antes lo habían renunciado de la junta directiva de OpenAI y como colaborador de Bloomberg News y The New York Times.
Es manifiesta la complicidad de los grandes medios, incluido el New York Times, porque los mails, dice el periodista Nate Bear “implican y desenmascaran las estructuras organizativas y los acuerdos institucionales de élite que estos medios protegen y en los que participan”.
La lista de Bear es extensa e incluye asesores de Obama, catedráticos eminentes, Leslie Wexner, Leon Black y Tom Barrack, “hombres cuyas empresas controlan gran parte de la economía estadounidense”. Peter Thiel, gran inversor de Silicon Valley; Melanie Walker, exasesora de Bill Gates y su esposo Steven Siofsky, exejecutivo de Microsoft. También Boris Nikolic, inversor en biotecnología y exasesor científico de Gates a quien Epstein nombró albacea en su testamento.
Otros amigos y clientes de Epstein son Richard Axel, Premio Nobel de Fisiología; James Watson, codescubridor de la estructura de doble hélice del ADN; el lingüista Noam Chomsky -al que llamaba “mi amigo de izquierda”- y el recientemente destituido embajador británico en Estados Unidos, Peter Mandelson.
El portal periodístico Drop Site News ha publicado una serie de investigaciones que develan los vínculos de Epstein con los servicios de inteligencia de Israel y su intervención secreta en la negociación de múltiples acuerdos relacionados con la inteligencia israelí.
Epstein era muy cercano a “altos cargos políticos como Ehud Barak y Ehud Olmert” e hizo donaciones periódicas a organizaciones como Friends of the IDF. Pero sus actividades en Mongolia muestran, por primera vez, que facilitó un acuerdo de seguridad entre Israel, Costa de Marfil y otras naciones” (Drop Site News).
Muchas de estas cuestiones no serán develadas. No está claro cuánto de los documentos que guarda el Departamento de Justicia se publicará porque la ley votada por unanimidad “incluye importantes lagunas jurídicas que permitirían retacear la publicación del material más conflictivo”, advierte el Washington Post. El Departamento de Justicia “no ha dicho mucho sobre cómo respondería a esa demanda” excepto que “seguirían cumpliendo con la ley y protegiendo a las víctimas”.
La legislación contempla una excepción para el material que se mantiene en secreto en aras de la defensa nacional o la política exterior.
La Justicia también puede bloquear la difusión si se inician nuevas líneas de investigación, y casualmente esta misma semana entró al juzgado nuevo material suficiente para que se inicie. “El proyecto de ley contiene excepciones importantes, incluida una disposición que protege las investigaciones en curso, lo que podría significar que muchos documentos permanezcan confidenciales” (NYT 21/11).
La fiscal general Pam Bondi, que se sentó siempre sobre los mails acatando las directivas de Trump, ya informó que “hay nueva información, información adicional y, de nuevo, seguiremos cumpliendo la ley e investigando cualquier pista». (TWP 20/11).
“Es poco probable que la información clave sobre las relaciones de Jeffrey Epstein con los ricos y poderosos se encuentre en las transcripciones del gran jurado que la Casa Blanca quiere que se hagan públicas”, dijo hace unos meses Alan Dershowitz, uno de los abogados más famosos de Estados Unidos, exabogado de Epstein y de Trump, y una de las luminarias del Derecho en Harvard, que hoy tiene 87 años
Una de las víctimas de Epstein, Virginia Giuffre, que murió hace unos meses, afirmó que fue obligada a mantener relaciones sexuales con Dershowitz en el avión privado de Epstein. Aunque él negó la acusación, admitió haber recibido un masaje de la chica mientras estaba en la casa de Epstein, aunque afirmó que mantuvo con la ropa interior puesta y que no lo disfrutó.
Todas estas lacras deben ser arrojadas al basurero de la historia con el régimen social que las sostiene.
Trump en la cuerda floja A su política de ajustes, represión y guerra se agregan miles de correos electrónicos que confirman su sociedad con el proxeneta Epstein. Por Olga Cristóbal, 13/11/2025.
