Adónde va la izquierda cubana

Escribe Jorge Altamira

La presentación del libro de Frank García Hernández.

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Ayer, martes 2, tuvo lugar la presentación de “Cuba: Una historia crítica” del historiador comunista Frank García Hernández. La sala habilitada por el Fondo de Cultura Económica tuvo un lleno completo. Además del autor, participaron como panelistas Jorge Altamira, Alejandro Horowicz, Christian Castillo y los artistas cubanos Juan Pin Vidal y Ricardo Figueredo.

La reunión duró sólo poco más de una hora, debido a la demora para su inicio. En ese espacio de tiempo, sin embargo, quedaron en evidencia cuestiones importantes. La primera fue la escasa o nula atención que recibió la ofensiva político-terrorista de Trump contra Venezuela, que indudablemente tiene consecuencias decisivas sobre Cuba, el Caribe y toda América Latina. Altamira, uno de los panelistas, subrayó esta ofensiva contrarrevolucionaria en la intervención inicial y destacó la implicancia en la guerra del gobierno de Milei, al señalar la protesta de Karina Milei por el retiro de una nave argentina de la zona que, en opinión de ella, hubiera debido unirse a la flota norteamericana. Señaló, asimismo, que la designación del jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Argentina como ministro de Defensa apunta a un acompañamiento a la ofensiva desatada por el Pentágono y es un paso hacia un gobierno cívico-militar. El gobierno contrarrevolucionario de Cuba ha hecho conocer su protesta diplomática contra la infiltración de la flota yanqui en el Caribe, pero no ha emprendido ninguna movilización de masas, seguramente para no interferir en sus propios planes para atraer capital extranjero a Cuba. Es precisamente en estas condiciones, sin embargo, que la izquierda debería tener en su primer punto de la agenda la defensa de Venezuela y Cuba mediante el llamado a la movilización popular y al armamento de las masas. En un momento político en que la agenda de la izquierda se concentra, correctamente, en el combate contra la represión del régimen cubano (Política Obrera fue la única organización de izquierda que se movilizó a la embajada de Cuba en Buenos Aires para protestar contra la represión de las acciones del 11 de julio de 2021, en el oriente de Cuba y en La Habana), no puede caer, sin embargo, en la omisión en cuanto a la lucha contra la flota norteamericana. Por el contrario, debería tomar la iniciativa para desenmascarar las vacilaciones del gobierno cubano frente a la amenaza a la independencia y soberanía nacionales. La lucha nacional contra el imperialismo fortalecería a la izquierda en la lucha contra la restauración capitalista.

En otro punto, Christian Castillo, quien sí denunció las amenazas contra Venezuela, se valió de una cita del Programa de Transición para señalar que la Revolución Cubana había dados paso a “un gobierno obrero y campesino” y encaminado a la revolución al socialismo. El gobierno cubano nunca fue “obrero” ni tampoco “campesino”, sino que se convirtió más o menos rápidamente a un régimen bonapartista ´revolucionario´, mediante la estatización de los sindicatos y la vida social, enseguida en un bonapartismo ´tout court´, al incorporar el aparato stalinista al Estado. Para el mismo Programa de Transición, el “gobierno obrero y campesino” refiere a una ruptura “excepcional de la pequeña burguesía con la burguesía”, que sólo puede culminar en la dictadura del proletariado bajo la dirección de un partido bolchevique, o sea, mediante un cambio del poder político. Castillo confunde una consigna transicional, el gobierno obrero-campesino, en un objetivo estratégico. O sea, en la disolución del partido de la IV Internacional. Le quita fundamento a una oposición revolucionaria.

Merece también una reflexión el ataque de un panelista cubano, el director de cine Juan Pin Vidal, al planteo de construir un partido obrero auténticamente revolucionario en Cuba. Juan Pin ha tenido un rol protagónico en la lucha por las libertades políticas en Cuba, en la famosa Jornada del 27N de 2020. La Inteligencia Artificial, aseguró, ha puesto fin a la clase obrera, y también insinuó que un partido obrero sería una versión de los partidos stalinistas. La idea que la IA ha puesto fin al trabajo humano es, sin embargo, absurda, pero más errado aun es no advertir que su desarrollo abre una etapa de conmociones financieras, industriales, sociales e internacionales (incluida una guerra mundial), bastante antes de la desaparición tecnológica, vale decir, no histórica, del trabajo asalariado. El planteo del artista cubano encierra un peligro obvio: no tendría sentido luchar para la legalidad, independencia y democracia de los sindicatos en Cuba, que es la forma elemental de organización de la clase obrera. La lucha contra la contrarrevolución en Cuba perdería una de sus consignas principales (la libertad sindical), en la lucha contra una dirección pequeñoburguesa que pasó de revolucionaria a bonapartista y de bonapartista a contrarrevolucionaria. La supresión de la clase obrera como sujeto revolucionario dejaría ese lugar a la intelectualidad cultural y artística. La libertad de la creación artística es fundamental; no por nada Política Obrera le asignó un lugar estratégico a la lucha contra la persecución de los intelectuales políticos del diario Revolución y al poeta Heberto Padilla en los años 60.

Al cerrar la presentación, Frank hizo una alusión a una experiencia europea que se conecta con la Cuba contrarrevolucionaria. Repitió una caracterización acerca de los sindicatos independientes o no oficiales polacos, Solidarność (Solidaridad), que es muy común en los círculos stalinistas y pequeños burgueses, a saber, que Solidarność fue la punta de lanza de contrarrevolución en Polonia. En el caso de Cuba, la libertad e independencia de los sindicatos podría llegar a cumplir esa misma función, por lo tanto, deberían permanecer estatizados. La verdad es que la restauración en Polonia fue armada por una alianza entre el partido comunista, el ejército stalinista y la burocracia rusa, de un lado, y la Iglesia, del otro (la Varsovia stalinista tenía el mayor número de iglesias en el mundo). Solidarność fue la expresión de un gigantesco levantamiento de los obreros de la gran industria contra un régimen en bancarrota, con una deuda externa impagable, que funcionaba bajo la tutela del FMI. El levantamiento de los astilleros polacos fue contra el ajuste comunista, a cuya cabeza estaban los principales intelectuales marxistas de Polonia junto a otros con fuertes tendencias clericales. Las huelgas, ocupaciones de empresas y asambleas de fábrica sólo vistas en San Petesburgo en 1905 o 1917 habían creado una situación definitivamente revolucionaria. Como respuesta, el alto mando stalinista de Polonia derrocó a su propio gobierno como alternativa a una invasión de la burocracia rusa. El golpe produjo un reflujo de la situación revolucionaria y de los trabajadores y habilitó un espacio político para un acuerdo entre el gobierno militar y la burocracia rusa, de un lado, y el Vaticano y el papa polaco del otro. Dijimos en ese momento (Política Obrera) que el golpe vaciaba de cualquier contenido 'obrero' al Estado polaco y abría el camino a la restauración; fue un tránsito en el interior de la misma burocracia. Lech Walesa, el líder sindical y de la corriente clerical, pasó de una suerte de Lula de los 80 (quien también contó con el apoyo de las comunidades de base y del obispado de Sao Paulo) a jefe de la privatización de Polonia, como Lula, cuando asumió en 2003, o sea, como el jefe político designado para la transición vaticano-stalinista. La burocracia stalinista evitó una purga anticomunista. Cuba y Fidel Castro (del “gobierno obrero y campesino”) apoyaron al general Jaruzelski, el jefe golpista, en la calidad de defensor de un Estado “socialista” que él mismo estaba vaciando. (En diciembre de 1981, todavía bajo la dictadura, Política Obrera se movilizó a la embajada de Polonia para repudiar el golpe de Jaruzelski.) Tiempo después los papas incluían a La Habana en sus giras políticas. En el periodo revolucionario de Solidarność se formó una fracción obrera trotskista, con líderes de la ocupación de los astilleros. Su programa era la toma del poder por la clase obrera y la dictadura del proletariado. En Cuba, el objetivo debería ser ese mismo, para poner en construcción, sobre la base de un programa, un partido revolucionario de los trabajadores.

Como puede verse, la aparición del libro de Frank ha provocado que emerja una panoplia de planteos políticos, que reflejan a las distintas clases sociales y que ponen de manifiesto la crisis política de la oposición al régimen cubano en el campo de la izquierda. Cualquiera que sea la dirección que tomen los acontecimientos en Cuba y en el mundo, el antagonismo de clase entre el proletariado mundial y el imperialismo se hará más agudo. Una dirección política revolucionaria del proletariado es más necesaria que nunca.

LEER MÁS:

Una historia crítica de la revolución cubana La Revolución más profunda de la historia de América Latina. Por Jorge Altamira, 01/12/2025.

Revista EDM