Rotación de cultivos y fertilidad del suelo en Argentina. Respuesta a un lector

Escribe Ing. Agr. Manuel Carlos Ferrari – Estación Experimental Agropecuaria Pergamino (INTA)

Tiempo de lectura: 4 minutos

Además de constituir una fecha convocante para reseñar las contribuciones que el INTA Pergamino ha realizado en esta temática durante su trayectoria, este 7 de julio ofrece también una oportunidad propicia para reflexionar acerca del modo en que estamos manejando nuestros suelos en la actualidad, qué destino les estamos dando y en qué medida los estamos conservando apropiadamente para que las generaciones futuras puedan seguir usufructuando en forma plena todos los beneficios que es capaz de darnos este recurso natural. Para enriquecer este análisis y visualizar de una manera más abarcativa esta problemática, resulta conveniente introducir el concepto de sustentabilidad de los sistemas de producción.

La Conservación de Suelos y la Sustentabilidad de los Sistemas de Producción

La Agricultura Sustentable puede ser definida como aquella que se basa en sistemas de producción cuya principal característica es la aptitud de mantener su productividad y ser útiles a la sociedad indefinidamente. Por consiguiente, los sistemas de producción sustentables deben reunir los siguientes requisitos:

  1. Conservar los recursos productivos (por ejemplo, el suelo)
  2. Preservar el medio ambiente
  3. Responder a los requerimientos sociales
  4. Ser económicamente competitivos y rentables

Como se desprende, el concepto de sustentabilidad involucra aspectos de índole ecológica, social y económica. Sin embargo, si se circunscribe el análisis sólo a la dimensión ecológica, y específicamente a la conservación del recurso suelo, es posible emplear un enfoque más reducido con el propósito de evaluar en qué medida los sistemas productivos actuales están alcanzando los objetivos de la sustentabilidad.

Desde esta perspectiva, los esquemas de producción agrícola continuos que predominan en el norte de la Provincia de Buenos Aires podrían ser considerados sustentables cuando se encuentren diseñados sobre la base de tres pilares o columnas: la siembra directa, la fertilización y la rotación de cultivos. La adecuada combinación de estos tres pilares y la eficaz implementación de cada uno de ellos no sólo permitiría mantener los rendimientos en el tiempo, sino que podría redundar inclusive en un incremento de los niveles de productividad.

Es preciso señalar que, en áreas con pendiente, los sistemas de producción de granos deberían apoyarse también en una cuarta columna: la incorporación de prácticas de control de la erosión hídrica (sistematización con terrazas y desagües empastados).

Si se analiza la evolución de la adopción de los tres pilares de la sustentabilidad mencionados, puede apreciarse que la siembra directa ha mostrado un crecimiento explosivo e incesante en nuestro país desde principios de la década del ´90. Estimaciones recientes realizadas por Aapresid (Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa) indican que en la campaña 2010/11 el área manejada con este sistema en el país alcanzó las 27 millones de hectáreas, cifra que representa el 78,5% de la superficie cultivada en Argentina. Si bien no se dispone de estimaciones regionales, es muy probable que esta proporción sea aún mayor en el norte de la Provincia de Buenos Aires, área de influencia del INTA Pergamino. La fertilización también ha registrado una adopción marcadamente creciente durante los últimos años.

Las estadísticas de consumo de fertilizantes elaboradas por Ciafa (Cámara de la Industria Argentina de los Fertilizantes y Agroquímicos) revelan que a nivel nacional se ha pasado de utilizar unas 300.000 toneladas en 1991 a 3.720.000 toneladas en 2011, lo cual significa que en 20 años el uso de fertilizantes en el país se ha incrementado en más de 12 veces.

Sin embargo, y a pesar de este notable incremento, las cantidades de nutrientes que se exportan de los lotes al realizar la cosecha de granos siguen siendo mucho mayores que las que se les aportan a los suelos a través de los fertilizantes.

Así, durante las últimas dos décadas las relaciones Aplicación/Extracción de los principales nutrientes en los cultivos extensivos han mostrado en todos los casos balances negativos para el suelo. Para el año 2010, por ejemplo, la reposición fue de sólo el 33% del nitrógeno, 54% del fósforo, 2% del potasio y 38% del azufre del total de estos nutrientes extraídos con las cosechas. Estos valores ponen claramente de manifiesto que, a pesar de los esfuerzos, las cantidades de fertilizantes utilizadas son aún insuficientes para detener la continua pérdida de fertilidad de los suelos.

Por último, la rotación de cultivos es una práctica que ha estado cada vez más limitada durante los últimos años como resultado de un escenario a nivel nacional caracterizado por el constante incremento de la superficie destinada a soja en detrimento de otros cultivos como maíz y trigo. En el partido de Pergamino, por ejemplo, durante las últimas campañas la superficie implantada con soja de primera ha superado en más de 7 veces a las áreas sembradas con maíz o trigo.

En mayor o menor grado, este marcado desbalance entre cultivos es representativo de la situación general que actualmente se registra en el norte de la Provincia de Buenos Aires, y pone en evidencia que una superficie importante del área está siendo manejada bajo un monocultivo de soja.

Sobre la base de las consideraciones anteriores, puede entonces concluirse que, globalmente, nuestros actuales sistemas de producción agrícola no son sustentables. Si bien algunos de los pilares en los cuales deberían apoyarse, como la siembra directa, muestran tendencias claramente positivas, la insuficiente reposición de nutrientes y la pobre adopción de las rotaciones de cultivos alejan a nuestros esquemas de producción de granos del camino conducente a la sustentabilidad ecológica o ambiental.

Indudablemente, el aspecto en el cual los actuales sistemas de producción agrícola presentan el peor desempeño es el de las rotaciones.

El acentuado déficit en el empleo de las mismas implica, a su vez, el no aprovechamiento de una serie de ventajas que producen las secuencias programadas de cultivos.

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